Muchos anhelamos lo mejor para México en todos los sentidos; por lo pronto y de manera específica abrigo la esperanza que con el advenimiento de una nueva administración federal el área educativa se verá atendida y fortalecida; que el espíritu del Artículo tercero constitucional recobrará vigencia para que en verdad la formación de las nuevas generaciones sea, en buena proporción, laica, obligatoria, gratuita e integral. Un educador notable profería que la mano es el cerebro exterior del niño o del joven, que lo que se piensa y elabora en el pensamiento se debe plasmar a través de la actividad manual. Tal afirmación es todo un reto, pues persistimos en educar al cerebro pero no a la mano. Se pregona reiteradamente que debemos conformar a las nuevas generaciones de una manera integral, que debemos propiciar en los sujetos todas sus potencialidades naturales; sin embargo nos movemos en el mundo de la simulación y constatamos que en los planteles escolares se les concede atención suprema a las áreas académicas y se relegan las áreas de educación física, educación artística y educación tecnológica. Se atiende de manera regular el aspecto cognoscitivo pero no el renglón psicomotriz, lo que trae como resultante sujetos con cierto bagaje cultural pero incapaces de hacer un buen uso de su coordinación motora.
El hombre es el único ser vivo que a través de su actividad física puede transformar los elementos de la naturaleza. Además, como producto de su trabajo, evoluciona física, psíquica, social y culturalmente. Desde las primeras etapas vitales del ser humano debe de procurársele su desenvolvimiento pleno. Dentro del mundo globalizado en el que nos encontramos inmersos, nos parece difícil asimilar que países subdesarrollados del continente asiático nos hayan superado en la comercialización de sus productos y en el avance vertiginoso de sus economías y tecnologías, máxime cuando no disponen de un patrimonio natural, variado y rico como la República Mexicana. Es de entenderse que a sus recursos humanos los han dirigido de manera adecuada hacia la manufactura de mercancías y que en sus planteles escolares se le está otorgando un interés significativo a la formación tecnológica.
Ante las consideraciones anteriores, bien se podrían implementar estrategias como las siguientes: Replantear los objetivos y metas de la educación básica y media superior por parte de la SEP, a efecto de que se otorgue la importancia debida al renglón psicomotriz. En ese orden de ideas, revalorar las “competencias” teórico-académicas de los vigentes planes de estudio y programas escolares, para concatenarlas lógica y pedagógicamente con las “competencias” tecnológicas y físico-artísticas a incorporarse de manera funcional en el espectro educacional, con el ánimo de una mejor conformación de los renuevos generacionales. Implementar un plan emergente que posibilite la vinculación de las escuelas primarias, secundarias y preparatorias con el universo productivo regional, para derivar de ahí labores del orden tecnológico- agropecuario. Se vería la factibilidad de que técnicos especializados en un área determinada de producción visitaran los centros escolares para motivar a los niños y jóvenes en las tareas posteriores que pudieran desarrollar ellos en fábricas o sitios de cultivo. Dejar a un lado las pequeñas o grandes diferencias de las modalidades: secundarias generales, secundarias técnicas y telesecundarias, a fin de que todas esas
instituciones respondan a los compromisos del presente siglo XXI, en lo inherente -en este caso- a conformar sujetos hábiles con sus manos y con un repertorio teórico básico.
En su momento, el educador veracruzano Rafael Ramírez puntualizó: “En efecto, las cosas más valiosas que los niños saben, las han aprendido haciéndolas…” En esta etapa álgida de nuestro país, con ausencia de fuentes de empleo, con migración constante y con una educación incompleta atada al pasado, no podemos ver con indiferencia la situación existente. Es el momento propicio para poner en vigencia los principios jurídico-pedagógicos que emanan de nuestra Constitución Política, a fin de hermanar nuestras normas con la praxis formativa. Se impone una profunda y genuina revolución educativa que nos rescate del marasmo y de la inmovilidad vigente.
Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga. |
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