Estuve hace como 2 décadas (2001) en la casa del apreciable amigo y fotógrafo Domingo Cruz López, acompañado por mi esposa, para que me externara sus vivencias y sus recuerdos con relación a la Benemérita Escuela Normal Veracruzana y así, con las atenciones de su compañera de toda una vida, Doña Juliana Falfán y disfrutando de un sabroso desayuno, me dijo muchas cosas interesantes de su vinculación entrañable con la institución formadora de docentes desde ese año de 1964, cuando es inaugurado el actual edificio, ubicado en la Avenida Xalapa, por el Presidente de la República Adolfo López Mateos y por el Gobernador de la entidad Fernando López Arias, con la presencia singular del ilustre Maestro Jaime Torres Bodet.
El colega de todos los normalistas rememoró con emoción cuando la Escuela participó de manera sobresaliente en el Estadio Azteca, a través de un cuadro prehispánico y bajo la responsabilidad artística del colega Miguel Vélez Arceo; asimismo aludió a la ocasión en que se inauguró el Estadio de fútbol “Pirata Fuente” y donde los enjundiosos alumnos se lucieron con una unidad dancística-musical relativa a La Guelaguetza, todo en el marco de la conmemoración de los 450 años del heroico puerto jarocho. En ese camino de las nostalgias y de los recuerdos surgidos en tropel, me refirió Domingo esas épocas brillantes y además críticas donde intervinieron trabajadores o alumnos de la institución en movimientos diversos, en luchas vigorosas contra las arbitrariedades e injusticias. Así me reseñó, como en una película en retrospectiva, cuando los jóvenes detuvieron autobuses para demandar indemnizaciones hacia los familiares de docentes fallecidos en un accidente carretero, también vino a su memoria lo inherente a la lucha magisterial a favor de la incorporación de los trabajadores a los servicios del IMSS; no dejó de mencionar esas variadas huelgas, marchas, manifestaciones y plantones donde se puso de relieve siempre la dignidad y la alteza de miras de la comunidad rebsameniana. Fue testigo de las represiones a alumnos y maestros durante el movimiento del 68 y estuvo presente cuando Demetrio Vallejo habló en el plantel, pesar de la prohibición de las autoridades en turno.
Algo que me refirió Domingo, aun ignorando lo correspondiente al diseño curricular o a la configuración de los planes y programas de estudio para la formación de docentes, es su extrañeza por cuanto a la eliminación de las prácticas agropecuarias y de las actividades tecnológicas (talleres diversos) en la preparación de los actuales alumnos y egresados de la Normal, pues indicó que los muchachos de generaciones pasadas salían a sus prácticas escolares y a desempeñarse profesionalmente en las comunidades rurales en condiciones adecuadas, pertrechados con contenidos y habilidades específicas. A manera de ejemplos, relata que esos jóvenes elaboraban sus propios dispositivos didácticos y podían poner en
funcionamiento huertos escolares. Así mismo enfatizó el enamorado de la lente y de la cámara fotográfica que los protagonistas de ese entonces recuerdan con nostalgia esas acciones artísticas y deportivas previas a la Semana del Estudiante, mismas que operaban como filtro o como una fase selectiva para determinar a los intérpretes, grupos participantes y elementos idóneos que actuarían en ese certamen anual, donde se explayaban a plenitud las potencialidades normalistas en el canto, baile, interpretación musical, declamación y oratoria, así como en la dramatización, mímica, pintura, escultura y composición de melodías; todo ello sin dejar al margen la conformación de aguerridos conjuntos de básquetbol, voleibol, béisbol y fútbol soccer, donde los involucrados se “partían el alma” en pro de sus colores emblemáticos contra férreas selecciones de otros planteles normalistas o de instituciones universitarias.
En el contexto de la Semana del Estudiante era muy importante la coronación de la Soberana de los Festejos, ceremonia que se efectuaba entre bombos y platillos, inmediatamente después del encendido del fuego simbólico por el equipo ganador de la carrera de relevos y mediante un planificado programa artístico-cultural relacionado con nuestras raíces prehispánicas o con nuestro polifacético folklore nacional. Sobre el particular, el Auditorio era insuficiente para dar cabida a todos los alumnos, jóvenes de otras escuelas, padres de familia, invitados y público en general que se congregaban para deleitarse con el desarrollo de esos programas culturales bien estructurados. Está por demás decir esa significativa capacidad de convocatoria de la misma Escuela Normal en lo concerniente a sus memorables tertulias en la famosa “Cueva”; también esa aceptación generalizada por las “noches mexicanas”, con su colorido tapatío, sus peleas de gallos, sus fuegos artificiales, sus antojitos variados y la presencia de los mariachis bravíos. Y cómo marginar de la mente esos bailes de gala en la explanada principal, con la intervención de orquestas renombradas como la de Venus Rey, Carlos Campos, Pablo Beltrán Ruiz, Juan García Medeles, Mariano Mercerón y de intérpretes y grupos de diversas épocas como Marco Antonio Muñiz, Juan Torres, Armando Manzanero, Enrique Guzmán, Angélica María, Yuri, Maná, Menudo y Caló. Ni modo, te fuiste Domingo; pero dejaste tu huella sensible y fraterna en quienes te tratamos y conocimos.
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Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga. |
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