Al inicio de la presente contingencia dos de mis nietos mayores (Omar André y Alejandro), cada cual en distinto momento, me ilustraron sobre los males masivos o pandemias que a lo largo de la historia ha sufrido a la humanidad, enfatizando al respecto que los grandes victimarios o “asesinos seriales” son las bacterias y los virus, mismos que han propiciado millones de muertos. Por ellos supe de las 5 epidemias más nefastas para el ser humano: la viruela, el sarampión, la gripe española, la peste negra (o muerte negra) y el virus del sida (VIH), así como de sus respectivos estragos. La viruela, en diversos períodos, ha causado la muerte a 300 millones de personas, el sarampión ha arrojado la cifra fúnebre de 200 millones, la llamada gripe española (de 1918) produjo entre 70 a 90 millones de fallecimientos y el VIH (SIDA) ha enlutado los hogares de 35 millones de individuos (hasta el momento). En el anterior comentario narré las actividades y aportaciones de mis nietos Jorge Rodrigo, Héctor Gael, Eduardo y Alejandro, que sobre el Covid-19 desarrollaron o formularon. Ahora toca el turno a mis descendientes que cuentan con más años de existencia y que actualmente cursan el nivel medio superior.
Reanudo. Mónica Azeneth, mi única nieta y dueña de mis afectos, con 15 años y meses a cuestas y alumna del primer grado de bachillerato, me entregó una sintética ficha informativa que, entre otras cosas, alude a las características del Coronavirus, a datos sobre su origen, sus síntomas preliminares, las dificultades actuales para su cura, los tratamientos clínicos para la atención de pacientes de menor gravedad, la hospitalización y el equipo especializado destinado a las personas con sintomatología crítica. También en ese trabajo enlista a los países con más elementos contagiados y en un apartado especial se mencionan las estadísticas de México, en lo concerniente a contagios contabilizados, a casos recuperados y a las cifras lúgubres de los fallecidos. Al final Azeneth expresa su opinión sobre la problemática pandémica: “La epidemia es una realidad, ahí está, pero muchas personas que no tienen necesidad de salir de sus hogares lo hacen y varios de ellos se contagian o infectan. Asimismo, hay gente que trabaja a pesar de los riesgos para sobrevivir, pues no dispone de los recursos necesarios. A nosotros, que estamos bien y no tenemos dificultades, nos toca ayudar un poco a las personas que lo necesitan y además cuidarnos bien”.
Omar André, el mayor de mis nietos, con casi 18 años y ya pronto a egresar del bachillerato, me envió por vía digital un comentario donde destaca que tal virus es letal, altamente contagioso y bastante peligroso como para afectar y saturar los sistemas de salud más estables del mundo. Enfatiza que en nuestro país tuvimos la posibilidad de frenar aún más la propagación del virus, pero lamentablemente la ignorancia abunda y el gobierno mexicano (así como las autoridades de otros países) no procedieron como es debido y así no se pueden aminorar los efectos de la actual pandemia. En un párrafo de su escrito intitulado “La verdad duele” hace una crítica al gobierno de los Estados Unidos y también indica los errores cometidos por la administración federal de nuestro país; resalta además que todas las naciones, incluyendo la nuestra, saldrán sensiblemente deterioradas en el renglón económico-productivo después de la contingencia. Con ánimo juvenil avizora con optimismo un devenir promisorio con la presencia de nuevas generaciones críticas y bien fortalecidas en lo científico, en lo
humanístico y en lo tecnológico. Al final de su aportación alude a la ignorancia del pueblo mexicano (producto en buena medida de la desatención de la educación pública durante los 5 últimos sexenios) y exige que la gente no se deje engañar por los políticos nefastos. Culmina con la interrogante: ¿Cuántas personas más deben de morir para que la humanidad sea más previsora y deje de agredir a la naturaleza?.
Ni duda cabe que las aportaciones y las realizaciones de mis descendientes, de los hijos de mis vástagos, me han ilustrado ahora en mi etapa de adulto mayor, en “el otoño de mi existencia” y en este pasado 15 de mayo fui el alumno de mis inquietos y avezados preceptores, toda vez que a través de ellos aprendí algo más sobre el Covid-19 y sobre las peores pandemias que han azotado a la humanidad a lo largo de los siglos. Por otra parte, durante este ejercicio intergeneracional, tuve la oportunidad de valorar y conocer las inquietudes, capacidades, aptitudes y conocimientos de mis consanguíneos impetuosos, que ya se disponen a desarrollarse a plenitud y a cumplir posteriormente con sus retos y compromisos existenciales.
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Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga. |
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