La jauría canina está destrampada, lanza mordiscos por doquier y en los ojos de tal fauna diabólica se proyecta rabia y odio; intuyen los perniciosos que el período de las campañas corre velozmente y no logran mermar significativamente las preferencias populares de su odiado rival y de su partido. A raudales esos nostálgicos del poder y de las jugosas canonjías han difundido spots, gráficos y videos injuriosos, mendaces y llenos de perversidad, sin alcanzar los propósitos destructores que suponían. El conglomerado popular y los sectores de la clase media baja ya no representan el material humano de fácil manipulación; la ciudadanía está atenta a la información variada y transparente y no se pliega o subordina mansamente a los esbirros mediáticos ni a las versiones torcidas de la prensa o de la televisión comercial. Es más, ahora hasta fervientes creyentes y fervorosos guadalupanos escuchan con cautela y prudencia los fervorines, declaraciones y posturas de los mandatarios o jerarcas apostólicos, a los cuales ubican bastante lejos del pensamiento bondadoso del pontífice Francisco y muy cercanos a los afanes revanchistas y a los intereses egoístas de las minorías hegemónicas del pasado, quienes a lo largo de casi un siglo determinaron el destino desigual e injusto de los mexicanos.
A pesar de errores y omisiones oficiales de la crisis sanitaria, de lamentables accidentes y de la irresponsabilidad o ineficacia de algunos funcionarios morenistas, la administración nacional sigue adelante sin desmayar, cumpliendo los compromisos contraídos con el pueblo que llevó al poder a Andrés Manuel López Obrador. El camino es claro pero saturado de espinas; hay que seguir democratizando la vida pública, establecer una nueva política que involucre a todos los ciudadanos, promover en los diversos ámbitos acciones puntuales contra la corrupción, fortalecer nuestra economía nacional y depender menos del exterior, luchar contra los monopolios y poner un freno a los privilegios fiscales, apoyarnos en nuestros recursos naturales y utilizar sustentable y tecnológicamente el patrimonio energético de nuestro país. Emprender proyectos agropecuarios e industriales para incrementar empleos dignos, vigorizar el campo y lograr una deseada soberanía alimentaria, sin dejar de lado el respaldo a los grupos en emergencia y el prometido Estado de Bienestar. Todo lo mencionado en este párrafo o apartado está en juego, durante la inminente contienda electoral intermedia.
Así que estimados connacionales, cuando estemos cerca de las urnas comiciales el ya próximo domingo 6 de junio debemos o requerimos interrogarnos internamente: ¿Qué queremos para el futuro de nuestra Patria?, ¿Qué deseamos para nuestros hijos y nietos en
el devenir?. En lo que concierne a mi persona, que viví y sufrí las etapas aciagas de los años 60 y 70 del siglo XX, donde el atrabiliario instituto tricolor hacía de las suyas, ganando todas las elecciones, cometiendo fraudes mayúsculos con la complicidad de partidos de opereta y desconociendo a la auténtica oposición de avanzada o de izquierda, encerrando en el “castillo negro” de Lecumberri a los osados intelectuales, a los intrépidos jóvenes del 68 y a los dirigentes académicos, obreros y campesinos que clamaban justicia, democracia, paz y libertades democráticas; así como instrumentando una guerra sucia, con múltiples crímenes y desapariciones forzadas, me opongo a plenitud al retorno de las eras cavernícolas del “dinosario prianista “ y al predominio de una “casta divina” que usó y abusó del dominio o control, ampliando brutalmente la brecha económica entre unos pocos magnates y una multitud siempre creciente de pobres y miserables, con una deuda pública progresiva y con un muladar cenagoso de corrupción e impunidad. De favor, no más presidentes nacionales vanidosos, ineptos, de utilería ni gobernadores de la peor calaña y saturados de inmundicias.
El articulista e intelectual Bernardo Bátiz, en estos caldeados y fragorosos momentos, nos aporta que el proceso electoral intermedio “nos obliga a los mexicanos a una actuación racional y serena, a una valoración ética y patriótica sobre un tema crucial: dar continuidad a la transformación y contribuir a mejorarla o, por el contrario, dar marcha atrás y volver a la política de la desinformación, la simulación y a la corrupción; a la época en la cual sobornar era la práctica común, se compraban negocios y contratos, pero también conciencias y plumas. Los votos tenían precio y no eran sólo de ciudadanos, sino de legisladores y de partidos completos; época en que todo estaba condicionado y tasado en dólares o en pesos … los votantes nos veremos bajo el acoso de las campañas, las promesas, los elogios desmesurados y los ataques y descalificaciones más duros y aberrantes… en una campaña debe haber libertad, buena fe y probidad intelectual; nada de intención de engañar, manipular o aturdir a los votantes, pues en ese caso, la democracia volverá a estar en riesgo…”
Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga. |
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