La destrucción humana de la biodiversidad está creando las condiciones objetivas para que nuevos virus y nuevas enfermedades aparezcan. Si algo provechoso puede sobrevenir de la contingencia que nos abrumó a nivel mundial durante el 2020 y que se resiste a desaparecer, ello sería que los gobernantes y los gobernados, los magnates y los desposeídos, todos los humanos, nos condujéramos con racionalidad en el entorno ecológico y que nuestras actividades ya no perturben más la armonía de ese polifacético, multidiverso escenario natural que nos engloba y del cual sólo somos una pequeña parte. En consonancia con lo expuesto, un comentarista indica: “La vuelta a la normalidad exige, junto con el combate al Covid-19, acabar con el modelo económico depredador que lo causó…” Hasta el pontífice Francisco en su encíclica “Laudato si” (2015), proyecta su aleccionador mensaje: “… el libro de la naturaleza es uno e indivisible, incluye el ambiente, la vida, la sexualidad, la familia, las relaciones sociales… el ambiente natural está lleno de heridas producidas por nuestro comportamiento irresponsable… El hombre es espíritu y voluntad, pero también es naturaleza…” Así que es labor cardinal cuidar “la casa que todos habitamos”, preservar nuestra residencia común, defender nuestro planeta Tierra.
Por otra parte, es justo y necesario reconocer que en nuestro entrañable México confrontamos una problemática socioeconómica y política complicada, agudizada por el jinete apocalíptico del virus maligno y aderezada próximamente por la contienda electoral intermedia que se efectuará en este 2021, donde con mucha antelación han aparecido los dardos venenosos, los golpes debajo de la mesa, los rumores, las noticias falsas y los preludios de una guerra bastante percudida de pronósticos indeseables. Me reconforta lo que expresó el comentarista Mario Patrón el 31 de diciembre de 2020: “Los tiempos de crisis son también oportunidades para reconfigurarnos y redirigir el rumbo en que nos encaminamos. No podemos pretender una vuelta a la normalidad, sino una nueva oportunidad dignificante. Ante la agudización de las desigualdades estructurales, y ahora que se avecinan tiempos electorales, es menester no auspiciar la polarización, la intolerancia y los fundamentalismos desde el poder público y privado. Se debe trabajar, como poder público, privado y ciudadanía en general, en la generación de entornos de unidad que permitan enfrentar la siguiente etapa de la pandemia y la crisis económica, que sólo durante los próximos meses veremos la dimensión de su profundidad.”
En lo personal como un ciudadano más y como un habitante terráqueo preocupado y molesto por las depredaciones ambientales, me comprometo -en la medida de mis capacidades actuales- a aportar mis esfuerzos, mi voluntad e imaginación, así como mi
persistencia y vigor, para mejorar las condiciones de vida en nuestro país y procurar un uso inteligente y sustentable de los recursos de la naturaleza, pues procederé acorde con un pensamiento del año nuevo que dice: “Que nunca te falte un sueño por el que luchar, un proyecto que realizar, algo que aprender, un lugar a donde ir y alguien a quien querer…” A mis 78 abriles me echo a cuestas los siguientes retos: Ser tolerante hasta con los intolerantes; conocer y escuchar a personas singulares que me pueden guiar; proceder con ponderación y nobleza, dejando de lado la soberbia; asimilar mis limitaciones y agradecer el respaldo de mis semejantes; reflexionar sobre mis errores y omisiones; apoyar y orientar a las personas que lo necesiten; actuar razonadamente, procurando que los sentimientos o las pasiones no perturben mi objetividad y equilibrio; entender al ser tradicionalista que se aferra al pasado y que se opone a las transformaciones; recordar que nunca se es demasiado viejo para ir en pos de una nueva meta o de un renovado sueño; ser solidario y fraterno, arrojando al cesto de los desperdicios el individualismo y la prepotencia; ser agradecido en todo momento y asimilar que todos nos necesitamos y que cualquier individuo es importante y puede adicionar sus respectivas fortalezas.
Para concluir el presente comentario incorporo algo que leí hace poco: “Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú. Donde hay un error que enmendar, enmiéndalo tú. Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, hazlo tú. Sé tú el que aparte la piedra del camino.” Felicidades a todos los conocidos, amigos, colegas y familiares; recuerden siempre que “se hace camino al andar...”
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Atentamente.
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga |
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