Dicen por ahí los enterados que buena parte de un plan emergente electoral se gestó en la casa de un expresidente que cumplió recientemente siete décadas de existencia, donde a la par de la convivencia con excelentes líquidos y viandas se abordó, con la preocupación de todos, el avance de AMLO en las preferencias de la ciudadanía en la contienda presidencial, a pesar de todos los ataques mediáticos y de la infame guerra sucia instrumentada por aquellos personajes y sectores que se aferran a sus privilegios, así como a proseguir con los inapropiados manejos del patrimonio público. Para colmo de sus angustias sus abanderados predilectos (Anaya y Meade) ocupan los escaños dos y tres, situándose bastante rezagados después los denominados independientes. Realizado el primer debate, a dos escasos meses de la votación y ante la fortaleza del puntero, los adversarios del tabasqueño pretenden a toda costa salir avantes en el proceso, sin importarles herir susceptibilidades, dejando en el sendero dignidades pisoteadas y daños colaterales.
Todas las artimañas y fechorías se han estrellado, hasta ahora, ante la actividad tesonera de Andrés Manuel por toda la República, donde en cada concentración o mitin les habla a las personas de manera directa y contundente. Sus propuestas diáfanas son escuchadas con atención y están pendientes los ciudadanos de los datos que expone el candidato, bosqueja de manera didáctica sobre la realidad del país y los errores de la clase gobernante que efectúa un despilfarro de nuestras riquezas y ponen en práctica modelos que empobrecen más a las mayorías para embolsarse al final pingües dividendos. En tal contexto patrimonialista los funcionarios, representantes populares y magnates se mueven en una atmósfera de corrupción e impunidad, males que hay que enfrentar con valentía para salir de la crisis que padecemos los mexicanos. Ese es uno de los compromisos vertebrales de AMLO.
Los supremos titireteros del sistema, los dueños del dinero y de las decisiones extremas, ante el tropel que se avecina inexorablemente, ya empiezan nerviosamente “a mover sus piezas”, orquestando la posibilidad de unir fuerzas y recursos para conformar un gran valladar que impida el triunfo de López Obrador, aunque en tal jugada se sacrifique a uno de los “alfiles predilectos”. Ya desde esa celebración septuagenaria se habló de ello, pero en estos momentos álgidos cobra mayor importancia tal supuesta operación. En el terreno frío y objetivo de los hechos se supondría que la víctima sería Meade, a pesar de sus virtudes y entorchados académicos y que el controvertido Anaya tendría la bendición de los dioses, olvidando que corre el rumor fétido de que está involucrado en un gran lavado de dinero en Europa, donde danzan millones de dólares y euros.
Los arbitrarios dueños de “vidas y haciendas” contemporáneos tendrán que reflexionar bien sus siguientes pasos, pues las bases priístas y panistas, así como los partidarios adyacentes pueden reaccionar en sentido contrario a sus propósitos maquiavélicos descritos en el párrafo anterior. Un prosélito fiel de determinado partido se enojaría enormemente si a “su gallo” lo eliminaran de la contienda y todavía lo
obligaran a votar por otro abanderado al cual repudia o no le tiene la confianza mínima. Lo peor sería que esos sufragantes ofendidos fueran a respaldar al “enemigo predilecto”.
El llamado general es estar muy pendiente de lo que acontezca alrededor de los futuros comicios a celebrarse el primero de julio del presente año. Hay que proceder razonadamente y tener en cuenta que nuestro país amerita una restauración ética y un desenvolvimiento integral.
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Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga. |
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