Cuando vi con algunos de mis nietos la película “Una aventura de altura” (cinta animada infantil) me causó buena impresión por la manera sencilla de contar una historia, donde el personaje principal es un adulto mayor que rebasa las siete décadas (igual que yo); después y ya en forma particular volví a recrearme con esa producción fílmica de Walt Disney y de Pixar animation, encontrando en la misma mensajes y enseñanzas tanto para la gente menuda como para las personas maduras que “cargamos achaques”. Expreso que tal cinta fue estrenada en 2009, hace casi 11 años, logrando distinciones –en su categoría- por ese mundo del celuloide como 2 Oscares, Globos de Oro, el premio Bafta y reconocimiento especial por la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood, interviniendo en su realización más de 70 elementos, entre especialistas y personal de apoyo. Fue codirigida por Peter Docter-Bob Peterson, con una duración de 1 hora con 36 minutos.
A los lectores les expreso que hay que gozar con esta película de principio a fin, desde que el tímido niño Carl idolatra a un explorador famoso (Charles F. Muntz) y hace amistad con una niña expresiva e inquieta, de nombre Ellie, que también es fanática de Muntz. Después se casan, no pueden tener hijos y pretenden viajar a Sudamérica para conocer las famosas Cataratas del Paraíso (su sueño de niños), ahorran para tal fin pero ante las necesidades y emergencias ese monto acumulado se desvanece; posteriormente fallece Ellie en edad adulta y se queda Carl sin compañía alguna, en medio de sus recuerdos, un tanto amargado y resentido, con el agravante de que ante una reurbanización de la localidad en que vive se ve obligado a desocupar su vivienda, luchando por defender su patrimonio. Ante lo irremediable emprende una aventura “alocada” (con múltiples globos de helio hace elevar su casa) con destino desconocido y es cuando se percata que el niño -boy scout- de nombre Russel también está en ese viaje aéreo y será su compañero inseparable.
En el desarrollo de la trama Carl Fredriksen y el niño Russel viajan por los aires en su casa flotante suspendida con los globos rellenos de helio, sobreviven en medio de un tempestad y llegan muy cerca de esas misteriosas Cataratas del Paraíso, ubicadas en una región selvática del país de Venezuela. Ambos personajes se ven envueltos en situaciones de peligro y luchan para sobrevivir y defender a un ave desconocida parecida a un avestruz o ñandú, contra el malvado explorador Muntz (el supuesto héroe de la época infantil de Carl). Después de sobresaltos y peripecias pueden retornar los dos al lugar de origen y hacerse merecedor el infante Russel a una medalla honorífica por ayudar a una persona mayor, así como a preservar la existencia de una “mascota transitoria”. Sin duda es un buen film, respaldado en un guión excelente, con diseños y técnicas acordes a una creación animada, así como avituallada por una profesional banda sonora.
Las enseñanzas que me brindó esa secuencia fílmica de animación y aventuras son: nunca es tarde para realizar tus quimeras; en ocasiones tus referentes o ídolos no son consistentes y la misma vida te ofrecerá las oportunidades para comprobarlo; no es saludable aferrarte a la cosas materiales; la amistad, la preservación de la existencia, los buenos propósitos y la justicia son más valiosos que el dinero o las pertenencias materiales; nunca es tarde para aprender nuevos modelos de comportamiento. Así mismo observé como un anciano sedentario y setentón, que sólo pasaba las horas cubriendo rutinas aletargantes, se transforma ante las circunstancias adversas y el peligro en un defensor y luchador inquebrantable contra las injusticias, protegiendo a un infante como si fuera su propio nieto y a una palmípeda de los ataques de un psicópata. Ojalá puedan tener la oportunidad de gozar esa cinta que supuestamente es para infantes, pero que en realidad va dirigida a esas personas mayores adormecidas en sus mullidos sillones y que se han olvidado de sus sueños, de sus afanes optimistas y de su alegría de existir.
ATENTAMENTE
PROFR. JORGE E. LARA DE LA FRAGA |
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