Es la familia la célula social, el pivote o eje básico de toda sociedad. Cuando recibí la invitación para intervenir en un evento social-cultural en el solar nativo no me pude negar; es más, desde ese momento asumí el compromiso con entusiasmo e interés. La amiga y paisana Esther Garfias, encargada de la Casa de la Cultura, me indicó por teléfono que mi labor consistiría en la presentación de un libro del coterráneo Juan Francisco Vásquez Quezada, en unión de otras personas y bajo la coordinación de la maestra e historiadora Susana Córdova Santamaría, conocida mía y laboriosa investigadora del Centro Chapingo. Al respecto, cuando supe que el autor se referiría especialmente a su familia, rememoré de inmediato a sus padres, a Rosa Merced Quezada y a Humberto Vásquez, elementos destacados en la actividad artística y nostálgica, ella como sensible ejecutante del piano y él como buen conductor y eficiente maestro de ceremonias. Posteriormente me llegó el texto y me percaté que rebasaba las 350 páginas. Tuve que organizarme para dedicar algo de mi tiempo en esa entrañable narración y no descuidar mis otros asuntos personales. Conforme iba leyendo el material me sorprendió la facilidad que posee Juan Francisco para escribir y también el singular reto que afrontó para obtener información sobre sus ascendientes y las condiciones que privaban en esos años pre y post revolucionarios. Ni más ni menos el autor abarcó 3 siglos(XIX, XX y XXI) y presenta en sus notas genealógicas lo inherente a 8 generaciones(5 precedentes y 3 “vigentes”: padres, hijos y nietos). A continuación comentaré cuestiones que a mi juicio son relevantes y otros aspectos los abordaré de manera genérica. Muy importante resulta que Francisco se siente ligado a su terruño, a sus orígenes y que deja además constancia escrita de su amor a los suyos.
Sobre Huatusco, el ex-Señorío de Cuauhtochco, el protagonista enfatiza que en el solar de su nacencia recibe tal denominación por ser en el pretérito el “lugar de los conejos silvestres” y también alude a la versión de que en sus orígenes fue el sitio de “las trompetas de bambú” (Otlaquiquista); que fue fundado en 1327, hace 691 años, mucho antes de la llegada de los españoles. Ese recinto de las colinas de la esperanza intervino y fue reconocido en la Guerra de Independencia, durante el período de la Reforma y en el Movimiento social-económico y político de 1910. Entre los lugares importantes de la tierra de Chicuéllar y García Cabral, enlista: La Alameda, el Mercado principal, el Parque Zaragoza, la torre de Santa Cecilia, la iglesia de San Antonio, el Palacio Municipal, el Panteón, el Teatro Solleiro, los templos de la Trinidad y el Tepeyac, sus avenidas y calles bien trazadas (en un tiempo, todavía por la década de los 50, del siglo XX, empedradas, cuando aún no llegaban los autobuses de Córdoba y Coscomatepec.
Entre los primeros recuerdos, Francisco saca a colación la convivencia con sus padres y primeros hermanos en viviendas modestas alquiladas. Enlaza anécdotas de esos ayeres, desde los accidentes menores hasta sus compañeros de barrio: Agustín Ibarra, Rosendo Carrillo, Gustavo Blanco, Rodolfo Osorio, Gerardo Sánchez, sin dejar de lado el uso de quinqués y la impresión visual de un chinahuate y tengo que adicionar que la admirable dama Doña Merced Quezada procreó con su esposo Humberto a 9 hijos (6 mujeres y 3 hombres), donde el primogénito fue Juan Francisco y la “benjamina” responde al nombre de Fabiola Rosalía. Difícil reto para mantener a toda esa prole, pues comparo el problema con los sufrimientos de mis padres que también alcanzaron esa cifra de descendientes. En el caso de la familia Vásquez Quezada, merced a la entrega tesonera del papá y las virtudes maternas, pudieron salir avantes en la vida auxiliándose a veces en el apoyo sensible de la parentela Quezada o Vásquez. El autor pone de relieve que en esos primeros años de educación básica o primaria, especialmente en el tercer grado, empieza a operarse una transformación en su persona, ya que al repetir ese curso lectivo intermedio, se volvió más responsable y entregado al estudio, como efecto de la intervención oportuna de su progenitor.
(Fragmento de mi intervención en acto realizado en Huatusco, Ver.-mayo 2018).
Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga |
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