Hoy dejaré a un lado la problemática nacional, el golpeteo mediático, la nefasta pandemia, los asuntos culturales, educativos y ecológicos, para encaminarme por los senderos del pugilato para referirme a un verdadero prodigio de los guantes, de las cuerdas y del cuadrilátero, que brilló por la década de los 40 y 50 del siglo XX. NI más ni menos expondré los datos más importantes del boxeador Sugar Ray Robinson, quien obtuvo a lo largo de su amplia carrera profesional (26 años) cinco campeonatos mundiales en las categorías wélter y medio (mediano), enfrentándose a poderosos adversarios de esas épocas memorables como Rocky Graciano, Henry Amstrong , Gene Fullmer, Carl Bobo Olson, Jake La Motta (“El toro salvaje”), Kid Gavilán y Carmen Basilio. Por cierto que la primera vez que supe de su existencia fue cuando cursaba la escuela primaria de Huatusco, Ver., pues en 1952 o 1953 leyéndole a mi abuelo materno las incidencias de la Guerra de Corea en un rotativo nacional (Excelsior o Novedades), vi en la sección deportiva una foto y una descripción del encarnizado cotejo boxístico escenificado entre Carl Bobo Olson y Ray Robinson, donde el nacido en Ailey, Georgia salió airoso y con el cinturón de monarca indiscutible.
La trayectoria de ese púgil excepcional es por demás brillante; como boxeador aficionado no sufrió ningún revés y obtuvo la friolera de 85 victorias. Más tarde, muy joven, incursionó en las lides profesionales allá por 1940 y después de 11 años en 1951, ostentaba un palmarés significativo consistente en 128 victorias, 2 empates y una sola derrota (ante Jake La Motta), con 84 nocauts a su favor. Mantuvo el título del mundo de peso wélter desde 1946 hasta 1951 y ganó así mismo el cinturón emblemático de peso medio también en 1951. Se retiró un año pero volvió por sus fueros, recuperando el título de peso mediano en 1955, convirtiéndose en el primer púgil en la historia en ganar (en 1958) por quinta ocasión un campeonato mundial y ser denominado por los expertos del “arte de fistiana”, en dos ocasiones, como boxeador del año. Algo insólito fue que nunca cedió a las presiones de la mafia (de la Casa Nostra).
El desempeño atlético de Ray Robinson durante sus cotejos en los cuadriláteros era ejemplar y “dictaba verdadera cátedra” a sus adversarios, a los aficionados al boxeo y a la concurrencia en general. Su técnica depurada, su elegancia y versatilidad, el movimiento rítmico de su cuerpo, la agilidad de sus pies (le decían el bailarín de los encordados) el cabeceo pertinente, así como la precisión, variedad y potencia de sus golpes o impactos con ambos puños, lo proyectaban como un rival difícil de vencer. Durante su amplia y resonante trayectoria de más de 25 años (o sea 26 temporadas) intervino en 202 peleas o combates, obteniendo 177 victorias, 6 empates y 19 derrotas, con la salvedad de que varios de esos tropezones fueron casi al final de su vida deportiva. Al respecto, resalto que derrotó a 10
pugilistas renombrados (a unos en más de una ocasión) que hoy están legítimamente, en el “Salón de la Fama” de los Estados Unidos.
Nace en la localidad de Ailey Georgia, en 1921, bajo su nombre real que era Walther Smith Jr., con singulares dotes o características físico atléticas, como complexión vigorosa y 1.80 m. de estatura; ante las penurias económicas de su familia se incorpora a la edad de 15 a 16 años a las competencias boxísticas de aficionado, significándose desde el principio como un elemento “fuera de serie” y bastante disciplinado en esa ruda disciplina. Utiliza el nombre de otro peleador que se perdió “en la bruma del recuerdo”: Ray Robinson y el término Sugar, azúcar, se lo sugiere o endosa uno de sus promotores o asesores, en razón de que él, en el desarrollo de sus cotejos merced a su estilo depurado y a su técnica pugilística, “dulcemente, con dulzura”, demolía o nulificaba a los oponentes. Fallece en 1989 en los Ángeles, California, a la edad de 68 años, casi en la ruina económica como consecuencia de su vida azarosa, donde dilapidó con “sus cuates” y advenedizos compañeros los más de 5 millones de dólares obtenidos a lo largo de dos décadas de frenéticas confrontaciones. Son memorables, entre otras más, los seis desafíos que sostuvo contra Jake La Motta (el “Toro Salvaje”), donde logró 5 victorias y únicamente perdió en una ocasión.
Al año siguiente de su partida, en 1990, es incorporado al Salón Internacional de la Fama del Boxeo, haciéndose acreedor de varios reconocimientos: Mejor boxeador de la historia (Associated Press), Mejor boxeador libra por libra de todos los tiempos (Revista The Ring) y “Luchador de la Década” (Críticos y especialistas internacionales del boxeo). Además tres inmortales de los encordados le rindieron pleitesía en su momento, toda vez que Joe Luis (El bombardero café), su contemporáneo y amigo valoró su clase y desempeño estelar. Cassius Clay (Muhammad Ali), por su parte manifestó que Robinson fue su maestro virtual y a ello se debió su artístico movimiento de piernas, su armónico equilibrio corporal, “su aleteo de mariposa” y su punzante golpeteo con ambas manos. Sugar Ray Leonard, gran admirador de Robinson, “le hurto” propiamente su nombre de batalla y le adicionó su apellido. También el púgil cubano – mexicano Ultiminio Ramos se hacía llamar Ultiminio “Sugar” Ramos y fue monarca en la categoría pluma.
Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga. |
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