Jorge E. Lara de la Fraga.
Hace algún tiempo en una convivencia informal un hombre rústico, ya entrado en años, nos expresaba a todos los presentes que cada individuo tiene sus particulares “gracias”, que cada persona posee aptitudes específicas para desempeñarse con eficiencia en una labor determinada o para tener éxito en una profesión o en un oficio. Ese mismo compañero ocasional también aseveraba que si bien todos podríamos triunfar en razón de nuestras potencialidades intrínsecas, muchos lamentablemente no han logrado lo óptimo por encaminarse hacia senderos distintos a su misma naturaleza.
El hogar y la escuela, tanto los padres como los maestros, deben unir fuerzas para encauzar apropiadamente a las nuevas generaciones por el camino preciso, detectando las virtudes de ese material humano bajo su responsabilidad. Muchas veces los mayores obstaculizamos a los infantes o adolescentes que anhelan desenvolverse en determinada dirección y, en razón de comportamientos torpes y prepotentes, propiciamos que se escabullan vocaciones o empujamos a jóvenes por sendas diferentes, donde se van a proyectar en términos mediocres y poco significativos.
Conocí a un joven talentoso, con excelentes notas académicas, que fue obligado a estudiar medicina. Su “respetable” padre y su abuelo gozaban de prestigio en el terreno de la atención eficiente de las afecciones físicas, por ello se anhelaba que ese muchacho se identificara con la noble carrera de Hipócrates y de Galeno. A final de cuentas ese joven satisfizo el capricho de la parentela, pero después se enroló de manera definitiva en actividades comerciales de carácter empresarial. Existe también la lamentable historia de un investigador universitario que se empecinó en hacer de sus hijos réplicas de él mismo, enfrascándolos en tareas intelectuales arduas y ajenas al interés de los muchachos. Pasaron como familia muchas situaciones tensas para propiciar, en un momento de crisis, el suicidio de una persona y la huida de un elemento de ese hogar.
Sería deseable que a todo muchacho, al culminar sus estudios de nivel medio superior (bachillerato), se le aplicara una batería de pruebas o tests para detectar sus habilidades, sus intereses, sus capacidades cognoscitivas y sus inclinaciones profesionales -vocacionales. Aunado a ese diagnóstico personal, poner a disposición de los interesados información de carreras universitarias, la demanda ocupacional de las profesiones diversas y una relación de planteles de estudios reconocidos. Una buena asesoría psicopedagógica permitiría servir de contraparte o de antídoto para evitar decisiones equivocadas, tanto de los alumnos como de esos ancestros medievales que quieren imponer su criterio en la directriz vital y en el desempeño profesional o laboral de sus consanguíneos.
Cuando observo el desempeño de un responsable ebanista, también el trabajo de un ameritado albañil, la tarea de un eficiente fontanero o la labor del hábil herrero que transforma el acero en artísticas balaustradas, puedo decir como mis mayores que “un oficio bien vale una hacienda”, razonando en tal contexto que la persona identificada a plenitud con su actividad cotidiana es un elemento feliz y exitoso, no así muchos otros individuos que deambulan tristemente sin rumbo por la vida, con un título bajo el brazo, con escaso interés hacia su desempeño laboral y efectuando actividades ajenas a los estudios cursados en una institución del nivel superior.
Tanto en el siglo XIX como en el siglo XX varios personajes de ambos sexos se distinguieron en los ámbitos culturales, científicos y pragmáticos, arribando a la posteridad con la aclaración pertinente de que la mayoría de ellos tuvieron que reencauzar su derroteros o destinos porque inicialmente, tanto en lo laboral como en lo profesional, se desempeñaban en tareas que no eran de su pleno agrado. Al leer los datos biográficos de tales elementos destacados nos sorprendemos de su tenacidad y entereza, pues a base de férrea voluntad y de espartano esfuerzo se encaminaron finalmente hacia su genuina senda personal, misma que los proyectó o catapultó de manera sobresaliente por sobre sus contemporáneos, todo para bien de la comunidad mundial. Así, sin ataduras de ninguna índole, brillaron con luz propia en las diversas artes, en la ciencia e investigación, en el ramo tecnológico, en las labores prácticas, en la literatura, en la medicina, en la docencia y en el desempeño socio-económico y político.
Mal proceden los progenitores que no respaldan a sus descendientes cuando los dirigen por horizontes distintos a sus singulares posibilidades, así como también actúan incorrectamente algunos profesores cuando frenan los ricos patrimonios de ejecución espontánea de los niños y jóvenes a su encomienda. Tan fácil que sería dejar que los educandos procedan sin restricciones enfermizas, donde los padres y maestros operen con sensibilidad pedagógica para tender “puentes de esperanza” y senderos de significativa realización humana. Quienes viven en sincronía con su naturaleza son plenos y dichosos, serán triunfadores de su propia vida.
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Atentamente:
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga. |
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