El 23 de agosto del presente año se cumplen 94 años del natalicio de un ilustre mexicano que nace en la comunidad veracruzana de Ixhuatlán de Madero; por esos lares de la huasteca vio la primera luz Heberto Castillo Martínez, personaje que a lo largo de su existencia – 68 años y 8 meses – se significó como un esforzado luchador social, como un ameritado profesional de la ingeniería y como un formador –encauzador de las conciencias críticas. Hace 5 lustros, a raíz de su sensible fallecimiento, intervine en una ceremonia luctuosa donde externé:
En un abril promisorio nos deja Heberto Castillo una gran tarea: seguir sus huellas para edificar un México con soberanía, democracia y paz digna. Se me hace difícil asimilar que ese hombre singular, ingeniero creativo, luchador incansable y adalid de las causas republicanas permanece estático y parezca indicarnos desde lejos que nunca desmayemos para otorgarles a nuestros hijos y semejantes una Patria más cimentada. Me es incomprensible que ese titán, todo nervio, dinamismo, y pujanza se haya ido, se haya adelantado a nosotros, porque representaba en vida al ser humano siempre joven, al individuo significativo en consecución permanente de sus ideales o quimeras, nunca envolviéndose o vanagloriándose en sus hechos pasados, en sus relativos logros a favor de espacios de participación ciudadana o de ámbitos de ejercicio democrático. Siempre adelante, con la vista en el horizonte, vislumbrando los acontecimientos para contrastarlos con propuestas o respuestas fundamentadas: no vivía de recuerdos pero se respaldaba en sus experiencias para procurar la materialización de sus ideas renovadoras. Siempre enterado de las cosas del país y del mundo, nunca al margen de la problemática contemporánea.
Al fin hombre de su tiempo, ágil de pensamiento, con la ironía a flor de labio, con sangre en las venas. En ocasiones se subía de tono y se tornaba difícil con sus interlocutores porque hay que entender, en su exacta dimensión, a ese luchador social muy golpeado por el sistema, muy afectado en lo físico y en lo moral por defender obcecadamente sus ideales y principios. Es de justicia elemental ubicar a Heberto como al individuo en permanente posición defensiva-ofensiva pues su existencia fue una lucha constante y un reto continuo por superar etapas caducas de nuestra realidad mexicana. Inquebrantable y decidido debatió con adversarios políticos afuera y de adentro de su Partido; a veces se le calificó de ultra y de carecer de sensibilidad y tacto político, pero lo que nadie puede escatimarle son su gran calidad moral, su congruencia en los hechos y en las palabras, su honorabilidad y su afán de servicio. No cabe duda que con su ausencia física deja un gran vacío en el Partido
del Sol Azteca, en el Senado de la República, en la COCOPA, en el interior de los mexicanos que nos incomoda sobremanera la forma en que Estados Unidos interviene en nuestro país y en cada uno de los connacionales que sobreviven en condiciones de pobreza extrema.
Se dice de manera insistente que al morir un ser humano se le reconocen sus méritos porque en vida al individuo se le destacan únicamente sus errores y caídas. Así , a Heberto, hoy en reposo obligado, lo enaltecerán y le testimoniarán justos homenajes que en vida le negaron; para el orden establecido y para “las buenas conciencias” es preferible que individuos de su temple mueran para dedicarles una oda, construirles una estatua, edificarles un monumento o anquilosarlos en un ícono o mural, a que anden activos por ahí, revoloteando el agua, calentando los legítimos ánimos de redención, haciendo “olas peligrosas” e inoculando el espíritu rebelde en las personas sumisas.
De manera muy personal, con el recuerdo de mis padres que me señalaron la senda de la integridad, deseo expresar en esta intervención que el oriundo ilustre de Ixhuatlán de Madero me clarificó con su ejemplo un camino partidista. Así, después de ese crítico, convulsionado y extraordinario movimiento estudiantil de 1968, me identifiqué plenamente con el CNAO, el PMT y con el PRD, porque aun incorporado a las esferas oficiales en labores educativas seguí militando con la disidencia y tuve muy presente – enseñanza tácita de Castillo Martínez- que podría alquilar mi fuerza de trabajo, ofrecer a plenitud mis servicios profesionales, pero nunca hipotecar mi conciencia o determinar mi soberana voluntad en razón de una posición jerárquica.
¡Vamos Heberto, tú nos guiaste y nos seguirás guiando, hiciste tu tarea a conciencia y de manera tesonera, pero aún hay “muchas Alhóndigas por incendiar”, aún hay muchas injusticias por superar y aún hay un México por reivindicar! ¡Ojalá no nos quedemos con los homenajes a tu persona y sigamos tu trayectoria, tu ejemplo vivificante, tu directriz ética, a efecto de construir entre todos la Nación que tú soñaste!
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Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga. |
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