Tanto mi esposa Rosa Aurora como yo estamos vacunados contra el maléfico virus (con las dos dosis) y sin embargo ante un desajuste orgánico de mi compañera, quien presentó, a mediados del mes de julio, ciertos problemas de gripe, dolor de cabeza y cierta fatiga, de manera inmediata estableció contacto con un doctor especialista quien le recomendó se “hiciera la prueba” o la valoración para determinar si había contraído el COVID–19. Ante el dictamen inusitado, con el “positivo” concluyente, ambos nos tuvimos que recluir en nuestro domicilio y administrarnos los medicamentos correspondientes y no recibir visitas. Después de tres semanas y días (nuestra cuarentena) fuimos al consultorio, nos evaluaron física y químicamente, resultando negativos ambos. Seguimos cuidándonos, “sin bajar la guardia” cubriendo los protocolos sanitarios y usando el cubrebocas. Para nada nos confiamos y recomendamos a los familiares, amigos y conocidos que no se angustien más de la cuenta, que se respalden en la ciencia, que la vacuna auxilia en gran medida, que desechen rumores, supercherías, antídotos milagrosos, que eliminen alimentos nocivos y efectúen labores aeróbicas.
Habrá que evitar en todo momento los lapsos de angustia, zozobra, incertidumbre y pesimismo. El reto cotidiano y persistente de cada persona es infundirse ánimo, vislumbrando con optimismo el devenir, aun ante las tragedias que suceden alrededor. Levantarse cada día con nuevos impulsos y atreverse a hacer las cosas necesarias sin violentar las normas médicas. Los “terrores enfermizos” paralizan y se convierten en los peores adversarios de los individuos emocionalmente endebles. Lamentablemente varios ciudadanos han decidido permanecer cautivos sin salir de sus casas desde que hizo su aparición el fenómeno pandémico; en tales casos hay que cuidar sobremanera no caer en la depresión, en los ataques de pánico o en el terrible insomnio, entre otras condiciones anímicas. Recomendaría a los colegas, amigos y familiares que conozcan o detecten a ciudadanos “enclaustrados”, sugerirles el necesario acompañamiento, la terapia psicológica o un “salvavidas emocional” que los rescate de esa postración aniquilante.
La humanidad no puede ser vencida por ninguna pandemia, aun cuando ésta (Covid–19) presente variantes diversas y siga provocando múltiples bajas en todo el orbe. En el curso de la historia acontecieron sucesos escalofriantes; hemos leído u observado en películas o en reseñas gráficas cómo los antepasados enterraban o quemaban a sus contemporáneos ante el azote de las afecciones contagiosas multitudinarias, a fin de superar los contagios. A pesar de que en esos siglos los recursos médicos y sanitarios eran bastante limitados, que se desconocían los antibióticos y que la ciencia y la tecnología no se proyectaban ante el comportamiento dogmático de los sectores eclesiásticos, la comunidad homínica siguió su curso y triunfó ante tales adversidades. Hoy que ya llegamos al segundo milenio y que este 2021 poseemos conocimientos importantes sobre las enfermedades, además de disponer de una tecnología avanzada en el ámbito médico, abrigo la
confianza y el optimismo de que más temprano que tarde superamos con éxito los efectos malignos del Covid–19.
No es el tiempo de las pesadumbres ni de los temores paralizantes; no es el momento de enclaustrarnos y de renunciar a nuestros hábitos gregarios, salgamos de nuestro cautiverio voluntario y procedamos inteligentemente para contrarrestar esa afección que nos circunda. Actuemos acorde con los protocolos y con las medidas establecidas por las instancias de salud, en el entendido de que el ser humano es sociable por naturaleza y que es ilógico que permanezca como un eremita en estos tiempos de logros vertiginosos en el campo investigativo. Para mí la realización de los Juegos Olímpicos en Tokio fue una clarinada o un mensaje de esperanza a todo el mundo; se llevó a efecto a pesar de todas las adversidades y en contra de la opinión de sectores japoneses que furibundos tuvieron que acallar posteriormente sus preocupaciones. Esa labor titánica de los organizadores y del respaldo de los países participantes debe ser el impulso o el detonante para que cada nación y todo ser humano se posicione con energía, dignidad y con espíritu propositivo para seguir adelante, en medio de las circunstancias críticas de esta “nueva realidad”.
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Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga |
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