Hace una década, un contingente de la generación normalista “Piratas” se trasladó y recorrió una buena parte del territorio michoacano, con propósitos recreativos y culturales. En ese periplo los inquietos bucaneros establecieron contacto con pueblos y localidades del antiguo reino purépecha como Pátzcuaro, Janitzio, Uruapan, Tzinzuntzan, Quiroga, Santa Clara del Cobre y Morelia. Esos 5 días fueron insuficientes para conocer mejor a esa entidad federativa que está situada en el sector centro – occidental de la República Mexicana y que limita con los estados de Jalisco, Guanajuato, Querétaro, Estado de México, Guerrero y Colima. A lo largo de la interesante travesía nos informamos que el término Michoacán se deriva de la voz náhuatl “michihuacan” y que significa “lugar de pescadores”, en razón de que las primeras poblaciones prehispánicas se edificaron en torno a los lagos Pátzcuaro, Cuitzeo, Zacapu y Zirahuen.
También asimilamos que la formación del Estado Tarasco, en la etapa prehispánica, fue obra de 7 generaciones y que duró 2 siglos. Ya en el siglo XV predominan los purépechas sobre otros pueblos y culturas de la comarca y es en el siglo XVI (1522) cuando los purépechas aceptan el dominio español, en medio de la brutalidad de los encomenderos y militares, así como de la labor evangelizadora y humanística de los religiosos. En razón de que nuestro centro de operaciones fue la ciudad de Pátzcuaro pudimos deleitarnos con su belleza colonial y con su tranquilidad provinciana, donde no faltaron los excelentes platillos de la gastronomía local y la variedad artesanal de los sitios circunvecinos. Ahí dimensionamos a plenitud la aportación de Vasco de Quiroga, en su carácter de encauzador de voluntades hacia las labores prácticas y como dinámico obispo de la diócesis de Michoacán.
Fue tan grande la influencia de Quiroga que todavía ahora, a casi 4 siglos y medio de su deceso, se le sigue reconociendo por su mensaje imborrable de superación personal y de organización comunitaria. Entre sus acciones destaco que trasladó la catedral de Tzinzuntzan a Pátzcuaro, que funda el pueblo – hospital de Santa Fe de La Laguna y en Pátzcuaro instaura el Colegio Seminario de San Nicolás, que es el antecedente de la actual Universidad Nicolaíta de Morelia. “Tata Vasco” es el ser visionario que condenó las prácticas esclavistas, promovió las artesanías, otorgó dignidad a los habitantes originales, puso en vigencias esquemas socialistas y se sustentó en La Utopía de Tomás Moro.
En forma breve resalto algunas bellezas naturales y aspectos interesantes del feudo michoacano. En principio no puedo omitir la isla de Janitzio, en donde proliferan artesanías varias y se destaca en lo alto la estatua de Morelos, con óleos en su interior del pintor Ramón Alva de la Canal, mismos que proyectan la lucha libertaria del Siervo de la Nación y los pasajes importantes de la segunda etapa de la Guerra de Independencia. También es un prodigio el Parque Nacional de Uruapan, donde la vegetación aflora en toda su plenitud y el agua cristalina fluye alegremente a través de fuentes, cascadas y acueductos. Esa belleza ecológica está a una altitud de 1615 metros sobre el nivel del mar y su suelo es de origen volcánico. Puntualizo además que la capital Morelia, la antigua Valladolid, es un patrimonio mundial de la humanidad; cuenta con un imponente acueducto, con avenidas y calles bien delineadas, edificios de cantera y parques arbolados. Es impresionante su arquitectura religiosa, sus 13 museos, sus atractivos turísticos, sin contar sus teatros, salas cinematográficas, ámbitos culturales, el planetario, la pista de hielo, las áreas deportivas y el funcional Estadio Morelos.
Ya para tomar el autobús de retorno a Xalapa leí en un promocional lo siguiente: “Viajar por Michoacán es encontrar y seguir las huellas culturales de un pueblo lleno de tradiciones y donde las leyendas se mezclan y se confunden con la historia…” Quedé impresionado con el viaje a ese solar patrio de Ocampo y Cárdenas; espero retornar pronto, al ritmo frenético de esos “Viejitos Danzantes” que tienen cuerda para rato.
Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga. |
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