Jorge E. Lara de la Fraga.
La propaganda occidental, con eje en el miedo, el pánico y la incertidumbre, tuvo como objetivo inicial aislar y satanizar al país de oriente. La semana pasada, a través de una declaración de prensa, un funcionario chino acusó al gobierno estadounidense de originar la enfermedad que está afectando y angustiando a varios países del orbe; Zhao Lijian, vocero de la cancillería precisó que el ejército de las barras y las estrellas plantó el virus en una de provincia de la poblada república, agregando que el Covid-19 comenzó en Estados Unidos en septiembre de 2019. En tal ocasión, manifiesta Zhao Lijian, “los Centros para Control y Prevención de Enfermedades estadounidenses admitieron que algunos pacientes de Covid-19 fueron erróneamente diagnosticados como gripe el año pasado. Si el Covid-19 empezó en septiembre y Estados Unidos no tenía la capacidad para hacer pruebas, ¿Cuántos más se habían infectado?” También, para finalizar el funcionario “sugirió” que el paciente cero pudo haber sido norteamericano y no de Wuhan, China, donde oficialmente se reportaron los primeros casos a fines de 2019.
Esa bomba acusadora contra el imperio de Trump cayó como balde de agua fría porque desde la primera etapa de la pandemia los gobiernos poderosos del occidente, bajo la batuta del “Tío Sam”, habían enderezado las baterías demoledoras contra el coloso de Pekín y los medios masivos de comunicación así como los recursos digitales satanizaron en buena medida a los herederos de Mao Tse Tung. En el momento presente prosiguen los dimes y diretes, los rumores, las diatribas bajo la manga, los argumentos técnicos y las medidas hostiles entre ambos lados. Para el resto de la humanidad lo saludable sería que las dos naciones más poderosas en este siglo XXI dejaran a un lado sus querellas económicas - políticas y ofrecieran a los países en emergencia su respaldo material-financiero y su tecnología médico –sanitaria, para que todos salgamos mejor librados de los efectos de este virus pernicioso.
Al respecto, parece ser que los chinos ya dieron los primeros pasos de auxilio enviando material sanitario, instalaciones móviles y personal capacitado a Italia, toda vez que ellos ya superaron esa amenaza colectiva. Probablemente sus experiencias positivas sobre esa afección servirán de referente para ser aplicadas en otras regiones y latitudes. Por lo pronto habrá que ver el comportamiento del poderoso vecino del norte y de su veleidoso mandatario, que en lugar de actuar con generosidad y ponderación, aprovecha las circunstancias para amenazar y ponderar la supremacía de su gobierno, engañando a sus compatriotas y negando cuestiones vertebrales sobre la vigente pandemia. Exhibo un “dato duro” sobre la conducta omisa de los Estados Unidos: “En 2017, ante la certeza que una epidemia como la del Ébola o de la A H1 N1 se repetiría, los funcionarios responsables de la transición entre el gobierno de Obama y de Trump analizaron y previeron los
escenarios de respuesta para atacarla. Meses después, el inefable Trump declaró que nadie pudo prever lo que sucedería…” una soberana falacia.
Sin querer echar más leña sobre el árbol caído, menciono que “por lo menos tres secretarios de gobierno actual estadounidense que pertenecieron al Gabinete de Seguridad estaban al tanto de las conclusiones de esos ejercicios y de esos pronósticos aterradores. Hay evidencias contundentes de que el gobierno desoyó las alarmas emitidas por sus propias autoridades sanitarias…” Para ponerle la cereza al pastel, el preocupante y demagogo de Trump sorprendió a propios y a extraños cuando, en unos de sus característicos reveses, declaró que él siempre había estado consciente de que existía una pandemia. Es más, manifestó campechanamente: “yo lo sabía aún antes de que fuera declarada oficialmente…” Hago votos fervientes para que la sociedad estadounidense despierte de su letargo y actúe razonadamente para emitir su sufragio en las próximas elecciones presidenciales. Ellos decidirán si quieren algo distinto al presente ignominioso o determinan con cómplice actitud la errática y peligrosa conducta de su primer mandatario.
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Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de La Fraga |
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