Es a partir de la década de los 60 cuando la Ecología empieza a ser considerada como una de las disciplinas de importancia cardinal ante los graves problemas por los que atraviesa la humanidad, como la densidad demográfica, la escasez de alimentos, la demanda progresiva de agua potable y la creciente contaminación ambiental. Ecología proviene de oikos (casa u hogar) y logos (estudio o tratado); esta ciencia enfoca su interés en la relación de los organismos con el medio ambiente e incluye tanto a los seres vivientes como a los espacios físicos donde moran. La interrelación entre organismos y los ámbitos respectivos forman o constituyen lo que se denominan ecosistemas.
Lo anterior lo expreso porque el ser humano de manera ilógica se ha querido mantener alejado de la interacción con los otros seres de su alrededor, sean animales o vegetales, cuando por razones obvias está inexorablemente vinculado a su medio ambiente y de él depende que esos recursos bióticos sean protegidos para bien de las diferentes especies. Resulta lamentable el proceder del llamado “Rey de la Creación,” porque en su afán de dominio o para alcanzar óptimos dividendos económicos ha propiciado desequilibrios graves en la naturaleza, que después se transforman en perjuicios para la misma comunidad mundial. Las sequías, las inundaciones, las altas temperaturas, la falta de satisfactores, las contaminaciones y las afecciones diversas son los efectos lógicos de esa irresponsabilidad humana. A últimas fechas los contaminantes atmosféricos están aumentando los casos de bronquitis crónica y las irritaciones de tipo nasal, faríngeo y óptico, sin dejar de mencionar al tenebroso cáncer pulmonar.
Los líderes de las diversas naciones del orbe han entendido que nada es más valioso que la identificación armónica de los seres vivos con el medio ambiente y por ello en reuniones cumbres o mundiales han vertido propuestas importantes sobre un desarrollo sostenible, donde los acuerdos básicos se han ubicado en el incremento de las fuentes de energía renovables, en el desuso de los productos químicos tóxicos, en la reducción de la tasa vigente de pérdida de la biodiversidad, en la preservación de los bosques y de las selvas, en el acceso al agua potable, en la recuperación de las reservas terrestres y marinas, así como en la modificación de los malos hábitos relativos a la producción y consumo, todo en aras de la sustentabilidad y en consecución de un mundo menos injusto y civilizado.
En términos ecológicos hay mucho por hacer en México y en nuestra entidad jarocha, porque de acuerdo con un gráfico nacional de deforestación las principales áreas de bosques y selvas en niveles de emergencia están ubicadas en los Estados de Chiapas, Oaxaca, Puebla, Morelos, Guerrero, Chihuahua y Veracruz. Muy particularmente en los ámbitos olmecas y totonacas se deforestan anualmente entre 2,000 a 2,300 hectáreas y las dependencias federales y estatales poco hacen para frenar el criminal ecocidio. Se dice que la proverbial selva jarocha hoy está reducida a cenizas y a escombros y que la joya ecológica de Los Tuxtlas, escenario ideal para los cineastas y promotores turísticos,
actualmente se debate entre el desamparo gubernamental y los voraces rapamontes. A lo largo y ancho de la geografía veracruzana han desaparecido en los últimos años 270 mil hectáreas de selvas y las zonas forestales más agredidas son los bosques de Huayacocotla, el Cofre de Perote, el Pico de Orizaba, las sierras de Papantla y Zongolica, así como las áreas verdes de Misantla y de Las Choapas. Operan más de 80 aserraderos que laboran a plena capacidad destructiva y en donde son canalizados clandestinamente múltiples metros cúbicos de madera, con la displicente y cómplice mirada de la SEMARNAT, de la PROFEPA y del Gobierno del Estado.
El gran compromiso de nuestras autoridades locales y federales es ponerle un freno a esos depredadores brutales de la naturaleza, a esos soberbios empresarios que no ven hacia el futuro y sólo deambulan en derredor del dinero fácil, aunque a su paso dejen desolación, páramos sombríos, contaminación e incertidumbres. En este 2018 se avecinan cambios de rumbo y es probable que un nuevo régimen encauce líneas de acción para preservar los recursos bióticos y favorecer un desarrollo sustentable.
Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga |
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