A sugerencia de amigos, colegas y familiares, en el presente comentario abordaré algo muy distinto a la problemática nacional, algo diferente a los renglones socioeconómicos y a la singular política regional. Me encaminaré por el sendero de la música y tomaré como referencia la identificación emocional de mis progenitores por la trova romántica de aquellas memorables décadas de los 30, 40 y 50 del siglo XX. Estoy seguro que varios sentirán cercanas mis apreciaciones estéticas y escasearán esos detractores que se incomodan cuando trato cuestiones del orden político-social. Así que entrando en materia puedo reseñarles que en una tarde-noche romántica hace unos años (antes de la terrible pandemia), nos congregamos varios colegas en derredor de un trío y un cantante para rememorar a varios compositores de nuestro vasto territorio patrio que se inmortalizaron en la destreza para pulsar la guitarra.
Así desfilaron ante nuestra percepción auditiva y afectando fibras sensibles de nuestra naturaleza las canciones de Agustín Lara, María Greever, Alfredo Gil, Lorenzo Barcelata, Joaquín Pardavé, Álvaro Carrillo, Palmerín, Claudio Estrada, Guty Cárdenas y otros más, sin omitir esa singular trascendencia de los tríos que hicieron época como Los Panchos, Los Tecolines, Los Santos, Los Tres Calaveras, Los Diamantes, Los 3 Caballeros, Los Dandys y Los Duendes. Fue un gratificante lapso ecológico, refrescado con una llovizna pertinaz y en el marco de una atmósfera de recuerdos que no deseábamos su terminación. En un paréntesis de la sesión bohemia a la que hago referencia salió a colación ese programa televisivo de los años 60, donde compartían créditos cuatro excelentes guitarristas, mismos que con su arte y maestría reunían semanalmente en cada hogar a sus fervientes admiradores. Ni más ni menos en esa pantalla chica, en blanco y negro, nos entusiasmábamos cada semana con la intervención de Ramón Donadío y su guitarra clásica, de Antonio Bribriesca y su guitarra mexicana, de David Moreno y su guitarra española y de Claudio Estrada y su guitarra bohemia. Aprovecho este espacio para resaltar que afortunadamente en Xalapa hay toda una tradición en el ámbito guitarrístico y que la Universidad Veracruzana, en el terreno de las artes, se ha significado en lo inherente a los instrumentos de cuerda y por ello muchos jóvenes de la República y de otros países se encaminan hacia la Atenas veracruzana para abrevar de la experiencia, técnica conocimientos, sensibilidad y espíritu creativo de los virtuosos ejecutantes.
Regresando al recinto mágico de las nostalgias quiero decirles, tal como lo asienta el cantante Carlos Cuevas, que el bolero romántico perdurará por mucho tiempo y que siempre le gustará a la gente, porque es la forma más significativa de enamorar a la pareja, de enlazar a los seres y de tender puertas mágicas entre las personas. En esa velada inolvidable se engarzaron armónicamente, entre otras melodías singulares, Contigo, Ya es muy tarde, Triunfamos, Rayito de luna, Sin un amor, Caminemos, Un siglo de ausencia, Mi
último fracaso, Que seas muy feliz, Vuélveme a querer, Que nadie sepa mi sufrir, Piel morena, Nube viajera, Júrame, Morenita, El andariego y otras piezas que emocionaron y conmovieron a la concurrencia.
Varios de los contertulios que nos dimos cita en esa ocasión ya rebasamos los 75 años y vamos caminando por esa ruta de la tercera edad, pero todavía tenemos arrestos y almacenamos el entusiasmo para participar en encuentros y serenatas pues a fin de cuentas los cerros aunque viejos todavía reverdecen y nosotros todavía almacenamos vitalidad suficiente para entonar canciones con optimismo y a la luz de la luna. No cabe duda, hay que repetir esas experiencias que vigorizan el afán de seguir adelante.
A tono con el asunto melódico-sentimental, les manifiesto que hace como un mes estuvo en Xalapa el talentoso músico, cantautor, conductor de radio y televisión, así como investigador artístico, Rodrigo de la Cadena, mismo que siendo muy joven es una “verdadera enciclopedia” de la música romántica nacional e internacional y que actualmente conduce un programa en el Canal 11 (del Politécnico) que se denomina “Noche, boleros y son”, transmitido a nivel nacional los viernes y sábados, de las 22 a las 23 horas, siendo un verdadero banquete para los románticos y los bohemios de buena cepa. En la Capital de nuestra entidad y en una noche memorable Rodrigo desarrolló con su equipo profesional un concierto con lo mejor del “Festival OTI”, de las décadas significativas del siglo XX, agenciándose el unánime aplauso y los vítores de los melómanos asistentes al Teatro del Estado. Ahí se comprometió a venir a estas tierras jarochas para recordar éxitos de la creatividad emocional, donde se proyecte el bolero, las trovas veracruzanas y yucatecas, las melodías cubanas, puertorriqueñas, los ensambles venezolanos, los ritmos colombianos, así como “las rolas” peruanas, ecuatorianas, brasileñas y argentinas, sin omitir el legado de singulares intérpretes mexicanos y latinoamericanos y la herencia singular de los duetos, tríos y cuartetos de renombre. Estoy seguro de que muchos colegas, conocidos y contemporáneos estaremos en el recinto donde se efectúe ese pretendido encuentro de la nostalgia y de la melancolía.
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Atentamente.
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga |
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