Jorge E. Lara de la Fraga.
En la última semana del mes de octubre intervine en dos eventos efectuados en nuestra Ciudad Capital, uno de ellos fue la presentación de un libro referente al Movimiento Estudiantil de 1968 y manifestar al respecto lo acontecido en Xalapa durante esa etapa álgida de inquietudes transformadoras y reivindicativas, a invitación de la colega maestra y Senadora de la República Gloria Sánchez Hernández. El otro compromiso fue coadyuvar en un video instrumentado y dirigido por el Maestro Gustavo Vega, en coordinación con la Copipev A.C., para reseñar la lucha de los pensionados y jubilados durante la gestión de Javier Duarte de Ochoa, así como la agresión a los derechohabientes el 23 de diciembre de 2015 en la Plaza Lerdo y áreas aledañas. A continuación incorporo, por separado, ambas aportaciones de manera concisa por razones de espacio.
Hace 54 años, el 26 de septiembre de 1968, Xalapa vivió un episodio insólito y épico, como un sombrío preámbulo de lo que sería ese triste y sangriento 2 de octubre en Tlatelolco, en la Plaza de las Tres Culturas. Xalapa fue el escenario regional-estatal veracruzano del movimiento estudiantil de los años sesenta y desde las postrimerías de julio y el inicio de ese agosto caluroso del 68 fue testigo de las marchas, mítines y plantones de una comunidad vigorosa y valiente que pedía espacios democráticos, el acotamiento al presidencialismo y un comportamiento republicano, humanista y justo del gobierno federal. “El frente Pro-Libertades Democráticas” había impactado a los maestros y jóvenes universitarios y también había encontrado resonancia en la sociedad veracruzana.
Ese 26 de septiembre en Xalapa fue revelador para muchos de los que participamos en el movimiento, pues desde el mediodía las autoridades del estado emitieron la amenaza de una represión si se llevaba a cabo la manifestación denominada “Marcha Pro-Dignidad Universitaria”. En lo personal, como dirigente de la facultad de pedagogía, me enviaron a un compañero de la carrera de leyes para indicarme que había la orden de reprimir a los estudiantes y acabar con ese “foco de subversión”, representado por la institución ubicada en la calle de Juárez, a un lado del Colegio Preparatorio. Desde el 25 de septiembre por la tarde y noche vimos a elementos policíacos y civiles desconocidos enviados desde la ciudad de México para -según la información filtrada- reforzar a los cuerpos de seguridad de la entidad en contra de los ímpetus democráticos juveniles. Fueron esos mismos individuos de Gobernación los que aprehendieron a varios colegas de lucha ese día 25 de septiembre en la víspera del momento cumbre de la sofocación estudiantil y fueron también esos esbirros quienes torturaron a los jóvenes detenidos para obtener información precisa sobre los responsables o cabecillas del movimiento en la Facultad de Pedagogía, Filosofía y Letras (hoy Unidad Interdisciplinaria de Humanidades).
Sobre la base de que “habría jaleo”, ese fatídico 26 de septiembre nos preparamos para una exteriorización “en silencio” de nuestras demandas, utilizando para el caso pancartas, carteles y bambalinas con leyendas precisas y claras, nada ofensivas, con el propósito de evitar pretextos o provocaciones para la supuesta represión gubernamental. Además, se efectuó una asamblea antes de las 6 de la tarde
para definir si se realizaba la marcha citada. En la reunión hubo de todo: lectura de documentos del CNH, datos sobre los compañeros apresados, recriminaciones ante presuntas defecciones, intervenciones encendidas para seguir adelante, elementos infiltrados para propiciar confusión y también medidas estratégicas para preparar la proyectada manifestación. Al fin se decidió bajar por la rúa de Lucio, hacer un recorrido en silencio y regresar a nuestro plantel educativo. Nos dejaron llegar hasta la altura de la Zapatería Canadá, casi al nivel del acceso lateral del Pasaje Tanos, pues las “fuerzas del orden” estatal cerraron el paso con el apoyo de policías antimotines del Distrito Federal (hoy Ciudad de México). A un disparo al aire, a una “salva”, se desencadenó la trifulca; surgió en toda su intensidad el golpeteo físico contra los indefensos manifestantes; llovieron macanazos a diestra y siniestra y los gases lacrimógenos se difundieron en proporciones mayúsculas, provocando desasosiego hasta en los mismos cuadros represores. Hubo múltiples lesionados, se efectuaron detenciones y desde ese momento se inició una cacería de brujas enderezada contra ciudadanos disidentes y contra luchadores sociales íntegros. Ese día 26 fue un pálido antecedente -con todo lo traumatizante para los lastimados, torturados y apresados- de la aciaga tarde-noche del 2 de octubre, unos días después, donde perecieron muchas personas bajo las balas asesinas de las fuerzas de seguridad y del ejército. México no sería el actual, sin el sacrificio y la sangre noble derramada de connacionales en esa gesta significativa, donde únicamente se pedía libertad, justicia y democracia.
Antes de desembocar en los lamentables sucesos del 23 de diciembre de 2015 tengo que precisar que la Copipev, la agrupación de los jubilados y pensionados del IPE, surgió en las calles y en los sitios públicos de Xalapa. Ahí nos encontramos circunstancialmente derechohabientes de la tercera edad que laboramos en la SEV, en la UV y en instituciones oficiales, para demandar el pago puntual de nuestras pensiones y el uso apropiado del patrimonio colectivo del organismo solidario creado durante la administración del gobernador Marco Antonio Muñoz. Es menester dejar en claro que durante los 3 sexenios priístas encabezados por Miguel Alemán Velasco, Fidel Herrera Beltrán y Javier Duarte de Ochoa se cometió un gran saqueo de los bienes materiales y económicos del IPE, transformando a la dependencia en la “caja chica” del gobierno del Estado.
Alemán y Herrera Beltrán procedieron como rufianes, pero el que los superó y se “voló la barda” fue Duarte de Ochoa, quien verdaderamente desarticuló las finanzas públicas en Veracruz. En medio de tales condiciones críticas la Copipev inicia y desarrolla su confrontación directa, ferviente y pública contra los malos “manejos duartistas” a lo largo de su perverso sexenio (2010 -2016). Fluyen protestas legítimas, mítines, plantones, tomas de instalaciones, bloqueos a la circulación vehicular, además de la configuración de carteles, periódicos murales, pancartas, parodias musicales, frases de lucha, declaraciones, pronunciamientos y cartas abiertas.
La aludida Coalición de pensionados declaró en un documento: “Convocamos a construir una nueva historia de nuestro Instituto: transparente, democrático, sometido al escrutinio de los derechohabientes, con una dirección profesional, técnica, racional, ética… que no sea el pago de facturas políticas ni el resultado de complicidades
calculadas desde el poder… Que el IPE prosiga en el marco de un régimen solidario y no se transforme en un organismo de cuentas individuales”. Ni más ni menos: transparencia, auditoría al Instituto, democratización en su funcionamiento y rendición de cuentas. Los pensionados y jubilados no somos culpables del desbarajuste financiero que padece el organismo solidario. Ante todo ello el gobernador Duarte de Ochoa permanecía “con los ojos cerrados y con los oídos sordos”; cada año que pasaba de su gestión la situación se complicaba más y cada vez le era más difícil a la administración estatal solventar el pago de las pensiones.
El 21 de julio de 2014, el Congreso del Estado aprueba el decreto de la nueva Ley número 287 de pensiones del Estado de Veracruz e ignora a plenitud las propuestas e inquietudes de la Copipev, misma que a tiempo expuso ante el Poder Legislativo local un documento alternativo. Después arribamos al año 2015 y los ánimos subieron de tono ente el comportamiento inapropiado e hipócrita de las autoridades, quienes aseguraron que las cosas iban mejorando y se pagarían puntualmente las pensiones, el retroactivo y el aguinaldo. Pero llegó diciembre y el panorama era sombrío e incierto, ante ello la Copipev el 10 de diciembre cerró los accesos a la Secretaría de Finanzas para demandar enérgicamente los pagos a los jubilados a partir del 18 de ese mes. Después de una espera de 8 horas y de una acalorada discusión se firmó una minuta con resolutivos satisfactorios para los demandantes. Pero llegó el 18 y ni llegaron los depósitos a las cuentas ni tampoco los cheques tenían respaldo. Durante el período comprendido del 18 al 23 arreciaron las críticas y las protestas, con paros, marchas, pancartas y carteles “encendidos” y bloqueos a la circulación. Duarte y Flavino ordenaron una escalada de violencia (con toletes, instrumentos eléctricos, macanas y hasta con dispositivos punzocortantes). Los medios de comunicación nacionales y locales reseñaron y condenaron las barbaridades perpetradas contra personas indefensas de la tercera edad, algunas auxiliadas con muletas, andaderas, sillas de ruedas y bastones, que recibieron vejaciones, heridas y golpes únicamente por solicitar los emolumentos de su legítima jubilación. Hoy el Instituto opera mejor, hay pagos a tiempo, se realizan préstamos y la Copipev prosigue pidiendo castigo para esas autoridades arbitrarias “que se lucieron” cobardemente contra los inermes ancianos hace 7 años. También cuestiona y pregunta: ¿Cuándo pagará el gobierno del Estado la abultada deuda pendiente que tiene con el IPE?
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Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga. |
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