Lo reitero: cada persona amerita efectuar un pertinente “corte de caja” en el inicio de un período cronológico; en este mes de enero urge una valoración de lo realizado y determinar cada quien lo que “se quedó en el tintero”, en el baúl de las buenas intenciones. Así que cada elemento honesto procederá en dicho sentido y ay de aquel o aquella que pretenda evadir su responsabilidad, pues más temprano que tarde la misma realidad cobrará las facturas. Si bien algunos veteranos tenemos o cargamos sobre nuestros hombros varios ayeres y antieres, que hemos constatado el paso del agua por el puente durante varios decenios, todavía almacenamos en nuestras alforjas algunas cuentas pendientes.
Hace poco en mi tierra nativa (Huatusco, Ver.) saludé a un buen amigo, al Doctor y paisano Guillemo Demuner Colorado y afloraron en mi mente esas épocas gloriosas cuando en la Alameda Chicuéllar jugamos al futbol-soccer, recorriendo en mi retentiva a varios adolescentes y jóvenes que tratábamos de emular a los héroes del balompié nacional e internacional. En ese camino de remembranzas de los años sesenta no dejé de lado las vivencias basquetbolísticas de los cotejos tórridos efectuados en el espacio deportivo de la Escuela Juana de Asbaje y “las retadoras” en esa polvorosa cancha de antología adjunta a la Torre de Santa Cecilia. Tales reminiscencias me permitieron elaborar un análisis parcial de mi existencia para arribar a la conclusión de que como renuevos vivimos a plenitud, a pesar de las estrecheces materiales y económicas. Cubrí esa etapa de fortalecimiento corporal-anímico, para proyectarme después con decisión hacia otras acciones y empresas de mayor calibre e importancia.
Podría seguir eslabonando recuerdos que perviven en mi interior sobre varios períodos de mi vida, pero sería el cuento de nunca acabar, por ello quisiera apuntar un elemento importante para lo que nos resta de fortaleza integral en este mundo. Al respecto sugeriría a mis conocidos y amigos que encaminen sus labores a ser más plenos en lo interno y olvidarse un tanto de esas riquezas materiales y económicas que en cierta forma nos encadenan y nos inmovilizan. Acostumbrarse a una rutina digna, no a zambullirse en los lujos ni en las vanidades del poder o del dinero; ser más Quijotes que Sanchos, más radiantes en lo interior que refulgentes en un exterior de oropel.
En medio de las añoranzas y sucesos que están ocurriendo le comentaba a colegas y amigos que ahora, con mis achaques, problemas, los fallecimientos de conocidos y las zozobras que se experimentan ante el clima de inseguridad existente, dimensiono o “calibro” de diferente manera la culminación de un año. Antes veía el correr del calendario como algo de poco interés o de manera natural; en el presente el paso del 2017 al 2018 me provocó cierta consternación por cuestiones críticas experimentadas, por la ausencia física de seres cercanos o probablemente porque
entiendo que voy recorriendo esa senda inexorable del no retorno y el tramo restante se acorta.
Dejando de lado el pesimismo o las ideas perturbadoras asimilo que aún tengo tareas que asumir como esposo, padre y abuelo; que en lo subsecuente, con salud y entusiasmo, emprenderé lo necesario para seguir siendo útil y resolver mis necesidades básicas. Por lo pronto y con motivo de los próximos comicios históricos a celebrarse en este 2018, aportaré lo que sea menester para llevar a efecto un resultado electoral que represente en el futuro inmediato una transformación trascendente para nuestro alicaído país.
Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga |
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