.
Jorge E. Lara de la Fraga.
Allá en mi “remota infancia”, por la década de los 50 del siglo XX, me deleitaba con las tiras cómicas y cuentos ilustrados de Flash Gordon o de Buck Rogers, personajes de la fantasía que efectuaban viajes espaciales y luchaban contra peligrosos adversarios de otras galaxias. No recuerdo detalles de esas historias que echaban a andar mi imaginación, pero sí puedo aseverar que desde ese entonces se inició en mi persona el interés por conocer algo más de ese misterioso universo que nos circunda. De manera afortunada, en mi camino encontré lecturas científicas que me orientaron y me permitieron desconfiar de esos farsantes que declaran sin fundamentos sólidos “el avistamiento” de naves interplanetarias o el secuestro (abducción) de seres terrestres por individuos de otros mundos. Estoy en contra de esos “engañabobos” que se embolsan buenos dividendos y todavía se atreven a calificar como escépticos a los que se apoyan en la ciencia.
Después, ya en la década de los 60 del siglo pasado, cuando salí de la BENV e inicié mi labor docente en la ciudad de Córdoba, leí el texto de Harlow Shapley, investigador del cosmos, denominado “De estrellas y hombres”, el cual me impactó de manera sorprendente porque desde esa fecha, hace ya seis decenios, asimilé que los terráqueos no podríamos estar solos en este insondable universo. Ahí, el preclaro astrónomo, decía lo siguiente: “No podemos decir hoy en donde están estos planetas en que existe vida; tal vez no podremos decirlo nunca, perdidos como se hallan ellos en el resplandor de sus estrellas, aislados como estamos nosotros en el espacio y provistos de aparatos de sondeo que, al menos lo esperamos, son todavía primitivos…” para después indicar: “Debe haber por lo menos 100,000 de ellos(planetas) en nuestra galaxia(la Vía Láctea)… tampoco podemos decir qué especies de organismos habitan esos mundos, pueden ser vegetales, animales o los más simples de los organismos”.
Retornando al principio, a la interrogante del presente comentario me atrevería a darle una respuesta afirmativa, en razón de que me baso en la estadística, existen muchos millones de sistemas solares en el universo, donde sólo en nuestra galaxia hay 200,000 millones de estrellas con sus respectivos planetas. También reflexiono que “el milagro viviente” no puede estar circunscrito al planeta Tierra, ello sobre la base de que toda vida requiere de elementos químicos existentes en otros cuerpos siderales, como el hidrógeno, oxígeno, carbono, nitrógeno, azufre y fósforo, y en el entendido de que el agua es vital para la existencia de los organismos (habrá que investigar la química, la presión y la temperatura de esos planetas cercanos de otros sistemas solares).
Resulta por ello interesante que astrónomos norteamericanos y estudiosos de otras naciones han descubierto en el inicio del año 2017 un sistema solar con 7 planetas de tamaño similar a la Tierra y tres de ellos se encuentran en la “zona habitable” y podrían albergar agua, con la relativa desventaja de que ese sistema Trappist-1 se localiza a 40 años-luz de nosotros, o sea a unos 378 billones de kilómetros, observable sólo a través de telescopios espaciales y de aparatos gigantes de nueva generación. Una cosa es cierta: estamos más cerca hoy que antes para demostrar que no estamos solos en
este descomunal universo. A partir de ahora los acuciosos observadores cósmicos tendrán que encauzar sus esfuerzos en sistemas solares de nuestra misma galaxia, donde pudiera haber indicios de existencia. Por lo pronto, tanto el sistema Alfa Centaury (ubicado a 4.37 años-luz de distancia, como el sistema Trappist-1 estarán en el centro del interés de los cosmólogos, sin tener que dilapidar esfuerzos en otras galaxias bastante alejadas de la nuestra.
A manera de aportación cultural y para dimensionar un tanto las distancias enormes en el espacio, enlisto las 5 galaxias más cercanas a la Vía Láctea y los años-luz de distancia de nosotros, señalados entre paréntesis, a las cuales se les ha podido localizar únicamente por su luz o brillo. Ellas son: Nubes de Magallanes (200,000), El Dragón (300,000), Osa Menor (300,000), El Escultor (300,000), El Fogón (400,000) y Leo (700,000), donde cada año-luz es un ultra-recorrido de 9.46 billones de kilómetros. También es bueno saber que en el universo hay centenares de miles de millones de galaxias y que cada una puede estar formada por centenares de miles de millones de estrellas y de otros astros. A fin de cuenta nuestro sistema solar planetario es una pequeñísima parte de nuestra nebulosa, misma que es la mitad de la galaxia más grande que se conoce y que se llama Andrómeda. En definitiva, hay bastantes probabilidades de que haya vida inteligente en otros lugares del espacio, pero algunos de ellos nunca los conoceremos y otros probablemente nunca podremos contactarlos, por esas inmensas distancias siderales existentes.
Se impone seguir investigando el macrocosmos, respaldarse en la investigación minuciosa, en las evidencias y en las observaciones persistentes; dejar de lado las elucubraciones, mitos y fantasías pseudocientíficas, tal como en su momento lo expresó el astrónomo y divulgador norteamericano Carl Sagan: “La ciencia es como una luz en la oscuridad, algo que es necesario fortalecer y avivar en estos tiempos aciagos de incertidumbres y de fuertes contradicciones humanas… En la ciencia no hay preguntas prohibidas, no hay verdades sagradas”. Así que adelante, con las nuevas herramientas y los dispositivos tecnológicos contemporáneos.
Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga. |
|