Jorge E. Lara de la Fraga.
Fui testigo, estuve ahí. El sábado 24 de octubre en el Zócalo capitalino los de Frenaaa “se espantaron” ante la espontánea y pacífica marcha de más de 6,000 ciudadanos.
Se nos adelantó el estimado septuagenario que residía en Xalapa por el barrio del Dique, mismo que se desempeñaba como elaborador de trabajos gráficos y como agricultor en su lugar de origen. El virus maligno ha sido causante de muchas tragedias; a diario constatamos los estragos propiciados por el Covid 19 en todo el orbe, sin que hasta el momento se encuentre una cura o la vacuna para remediar tal afección, que como jinete del Apocalipsis cabalga por todos los confines y amenaza con repetir (“rebrotes” anunciados) su siniestro itinerario para sumar más víctimas. En medio de ese macabro panorama fallece el pasado 18 de octubre Felipe Hernández Alarcón, casi en la soledad y provoca en varios de los que lo conocimos una incómoda pena y cierto remordimiento por permanecer a la distancia en esos lapsos claves de su deceso, ante las precauciones sanitarias correspondientes por la pandemia.
En mi caso – y en el de mi esposa- que ya no pudimos despedirlo ni ofrecerle a su familia las condolencias de rigor, juzgo necesario destacar las características y cualidades del compañero probo que las proyectó a lo largo de su existencia. Lo conocí porque me lo presentó Gonzalo González en una marcha a favor de la paz y en contra del uso de artefactos nucleares y después fortalecí mis lazos con él y otros colegas en la realización de mítines, elaborando carteles, periódicos murales, tendederos políticos, maquetas, ilustraciones y pancartas. Bien sabía el ahora ausente que todo ese esfuerzo era para la causa y que no habría recompensa económica o material, sino la satisfacción moral y anímica de luchar en pro de un país diferente.
Su tiempo libre lo ofrecía sin concesión, sin exigencias de ninguna índole, daba lo que podía: su trabajo enjundioso, su creatividad y su amistad sin cortapisas. Todavía guardo en mi domicilio bocetos, logotipos, borradores y diseños de su autoría. Durante un buen período, cuando yo militaba en el PRD de Heberto, Campa, Vallejo y demás dirigentes de prosapia, exhibía en la azotea de mi casa un imponente sol azteca que el amable colega me hizo, con el propósito de que ese demagogo gobernador de Nopaltepec, que realizaba viajes aéreos en helicóptero y solía aterrizar en un campo deportivo de la Escuela Normal “lo disfrutara a plenitud” y comprobara que no todos los veracruzanos nos identificábamos con el muy difundido color rojo de su preferencia enfermiza.
Felipe era oriundo de Chicuasen, congregación del municipio de Actopan y singularmente estableció una buena relación con el maestro - antropólogo Roberto Williams García. Es bastante probable que él, en cierto momento, haya invitado al sensible investigador social para que conociera su lugar de nacencia y recabara datos relevantes de
ese ámbito rural que fue fundado en 1534, donde todavía persisten “usos y costumbres” de tiempos idos y que su nombre de origen nahuatlaca significa “entre seis cerros” o “sexto cerro”. Tal centro poblacional celebra sus festividades religiosas, culturales y recreativas los días 25 y 26 de julio para honrar a su patrono, el Señor Santiago, ofreciendo a sus visitantes viandas, artesanías y un carnaval de orígenes ancestrales, con vestimentas, ritmos y alegorías típicas. El colega fiel nunca se cortó el cordón umbilical, estuvo siempre ligado a su terruño; si bien no pedía para él, a pesar de sus estrecheces económicas, aceptaba con agrado todo apoyo o auxilio para sus paisanos, para esos niños y mujeres de ese sitio geográfico que está a 360 metros sobre el nivel del mar y que cuenta con más de 1400 habitantes. Periódicamente Felipe transportaba desde Xalapa lo recabado con los vecinos y compañeros: enseres domésticos, utensilios del hogar, pelotas, juguetes varios, cuadernos, lápices, materiales didácticos y comestibles, para su distribución durante el 10 de mayo, el 30 de abril, las fiestas navideñas y el día de los Santos Reyes.
Tengo que expresarlo sin ambages y de manera abierta, Felipe al igual que Gonzalo, Francisco Pérez y muchos ciudadanos “de a pie”, que sobreviven abajo de la dorada medianía, son fieles a la “cruzada” del impostergable cambio o transformación que amerita nuestra República; para nada se parecen a los clásicos oportunistas, a los busca chambas ni a los izquierdistas ocasionales o a esos trúhanes que se disfrazan de paladines justicieros para lucrar en medio del lodazal. Ellos son personas honestas que viven de su trabajo y emplean o distraen parte de su tiempo para auxiliar a otros más necesitados, para informar a las personas que desconocen lo que acontece en el territorio patrio, así como para atender situaciones emergentes de los sectores marginados.
Algunos de los idealistas y soñadores vienen desde los años 60 y 70, cuando acontecieron movimientos, manifestaciones campesinas, obreras, magisteriales, estudiantiles y cuando se desarrolló la aciaga “guerra sucia” por parte del gobierno. Sufrieron en carne propia el fraude electoral del 88 cometido contra Cuauhtémoc Cárdenas y no fueron ajenos a los sucesos turbios del 2006 y 2012, cuando los poderosos impidieron malévolamente el ascenso de Andrés Manuel López Obrador; ellos bien saben que la verdadera lucha social y política no es fácil ni de corta duración. Se sorprenden asimismo porque en este 2020 –en las “estructuras morenistas” - se encuentren incorporados seres aviesos, saltamontes y sanguijuelas que eran de otras embarcaciones, pretendiendo seguir gozando de privilegios, a pesar de sus carencias profesionales, de sus mezquinos intereses y de sus nulos compromisos con la comunidad mexicana. Ya no estará más con nosotros Felipe, pero su ejemplo se ha multiplicado, muchos como él seguirán en la brega permanente, oponiéndose a los infiltrados y a los enemigos de la innovación, a esos tendenciosos “golpistas” y desestabilizadores emboscados.
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Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga |
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