Desde que vi o leí el título en una programación de Netflix me llamó la atención, pues el término gambito es utilizado en el entretenimiento o juego de ajedrez y aun siendo un lego en la materia conozco un poco de esa disciplina mental que se desenvuelve en derredor de un tablero de 64 cuadros y con 32 piezas disponibles (16 de color blanco y 16 de color negro), donde los dos jugadores o adversarios tratan de alcanzar el triunfo haciendo los pertinentes movimientos y respetando las reglas establecidas. Tal juego-ciencia es muy popular en algunas partes del mundo, especialmente en Europa, Estados Unidos, en buena parte de Asia y en proporción menor en América Latina y África. Así con entusiasmo y con cierta curiosidad me fui conectando con esa trama que tiene como personaje medular a una infante huérfana pelirroja de 8 años que reside en un orfanatorio a la muerte de su progenitora, como consecuencia de una accidente automovilístico. Esa niña un tanto huraña e introvertida, se aviene o adapta a las normas de la institución pero en cierta ocasión tiene la oportunidad de observar a un trabajador manual diligente que, en solitario, se entretiene con un tablero y con unas piezas extrañas para ella. Decidida le pregunta a ese señor cómo se llama ese juego y él evade la respuesta. Pasan los días y al tercer intento le ofrece información general sobre el ajedrez y llega el momento en que la invita a sentarse para iniciarla en esa actividad mental que será trascendente para ella, para Beth Harmon en su vida futura.
La miniserie (7 capítulos) “Gambito de dama”, que es una adaptación de la novela de Walter Travis y que se desarrolla en la década de los 50 del siglo XX, refleja la vida de esa niña pelirroja huérfana, después adolescente y joven que se destaca como un ser con extraordinario talento para el ajedrez, evolucionando de manera sorprendente y ubicándose en una posición de excelencia como producto de sus éxitos en varios concursos o certámenes nacionales e internacionales, teniendo el mérito de ser mujer y contender en la cima contra puros varones. Pero no todo es miel sobre hojuelas, pues tal protagonista carga con un trauma relacionado con el fallecimiento violento de su mamá y en momentos de desasosiego y soledad acude a estimulantes y se alcoholiza. Para ella la actividad frente al tablero, las vivencias con personas identificadas con el juego-ciencia y la información sobre los grandes maestros, así como las reseñas de duelos o encuentros supremos, son alicientes o recursos importantes para superar sus adicciones y vencer en parte “a sus demonios internos”.
El trabajo fílmico de la serie en cuestión estuvo bajo la responsabilidad de Scott Frank con el respaldo fotográfico excelente de Steven Meitzler y con la actuación de los actores Bill Camp, Marielle Heller y de la estrella central Anya Taylor – Joy, norteamericana, con residencia transitoria en Argentina durante su niñez y adolescencia y actualmente ubicada en Londres, Inglaterra. Los productores y el director de la obra contaron con la valiosa asesoría del Maestro Garry Karparov, ex – campeón del mundo y uno de los diez más connotados ajedrecistas de la historia, además intervino el analista – especialista Bruce
Pandolfini para aportarle mayor realismo y objetividad a las escenas relacionadas con los ambientes donde se realizan esos cotejos o matchs y donde contienden los mejores masters del orbe. En realidad los creadores de la obra y probablemente Walter Travis el autor de la novela se inspiraron en la singular proeza de Bobby Fisher, el genio estadounidense que se proclamó (en 1972) en el monarca del ajedrez internacional, destronando a Boris Spassky en esa era singular de la llamada “Guerra Fría”, aunque en la miniserie “Gambito de dama” no sea mencionado en los diálogos donde se alude a varios portentos del juego-ciencia como Alekhine, Capablanca, Lasker. Morphy, Karpov y otros que se escabullen a mi retentiva.
Invito a los amigos, colegas, familiares y conocidos a que disfruten de esa realización audiovisual, aun cuando desconozcan todo lo referente a ese entretenimiento que apasiona a los fanáticos de las torres, alfiles, caballos, reina, rey y peones, donde las mujeres han demostrado en la realidad que poseen las capacidades para competir dignamente en los grandes eventos. Al respecto el noruego Magnus Carlsen, vigente Campeón Mundial de Ajedrez, con un reinado ininterrumpido de 8 años, además de elogiar la labor escénica, actuación y desarrollo de la serie multicitada, así como el desempeño significativo de la protagonista Anya Taylor – Joy (Beth Harmon), manifiesta su crítica a los organismos internacionales sobre la discriminación de género: “Las sociedades de ajedrez no han sido muy amables con las mujeres y con las niñas a lo largo de los años. Ciertamente es necesario que haya un buen e importante cambio en la cultura prevaleciente…” Agregaría que en ese mágico tablero hay una pieza muy determinante que es la reina (la dama), la cual puede moverse en diversas direcciones y es el baluarte o defensora básica del rey. Los árabes que fueron los difusores de ese entretenimiento asiático (originario de India o China) en Europa y África – se aseveraba en los círculos sociales – políticos – proyectaron en esa figura o pieza a la Reina Isabel de Castilla.
Retornando a ese “Gambito de Dama”, es conveniente puntualizar que en el último capítulo (el séptimo) la protagonista descifra el origen de sus sueños – pesadillas angustiantes, valora el reconocimiento y afecto de su preceptor inicial y deja a un lado sus acciones autodestructivas, para contender a plenitud en Moscú contra adversarios poderosos que anhelan acabar con su prestigio refulgente.
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Atentamente.
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga. |
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