Me trasladé a la tierra de mis ancestros para convivir con mis familiares, saludar a los amigos, realizar unas compras, arreglar una capilla en el cementerio, caminar por esas calles de ensoñación y para deleitarme con esa riqueza ecológica que circunda al antiguo Señorío de Cuautochco. Al transitar por esas rúas del terruño escuché en mi interior las coplas precisas: “Entre las calles amigas, distancia del viejo y querido pueblo, donde se abrieron mis ojos, distancia donde jugué de pequeño…” y vislumbré en mi imaginación a mis compañeros y amigos de tiempos idos, con los cuales conviví en ese Huatusco de los años 40 y 50, sea en los cotejos de básquetbol o futbol, en los entretenimientos adolescenciales, en las primeras serenatas y en esas noches bohemias a la luz de la luna, teniendo como testigos mudos a los cerros de Acatepec y de Guadalupe.
Huatusco fue fundado por miembros de la cultura nahuatlaca, allá por el año de 1325, alcanzó el titulo de Villa en 1830 y en 1880 fue erigido como Ciudad, de eso ya hace 139 años. De ese recinto de ensueño se puede uno deleitar desde su clima templado húmedo hasta sus lugares típicos como la Alameda, el Parque Zaragoza, lo que queda de la Poza de Citlacuatla, la cascada de Tenexamaxa y esa hacienda de La Cuchilla. Cuando recorro con ímpetu y espíritu juvenil algunos de esos espacios llego hambriento a una de las casas de los familiares para gozar con una buena comida, donde no pueden faltar el clásico tlaltonile, el mole de la región, la salsa de chicatanas, los bizcochos y los tamales de frijol o de “cosamalo”. Cuando pasé por el Teatro “Solleiro” vino a mi mente una función que se desarrolló allá por el año de 1947, para beneficio de las obras del templo parroquial. En esa ocasión fue puesta en escena una farsa cómica de corte político en tres actos, que se denominó “Los Caciques”, contando con la intervención artística de varios huatusqueños entusiastas que ofrendaron los mejor de sí mismos en el desarrollo de la trama. Entre los paisanos que intervinieron acuden a mi retentiva Clementina Lacayo, Marina Molina, Luz María Gómez, Carmen Reyes, María Esperanza Quezada, Leopoldo Rebolledo, Humberto Vásquez, Joaquín Torres Reyes, Marcelino Barragán, Mario Castellanos y Eugenio Luna.
Hablando de todo un poco, entre los entrañables maestros que me encauzaron en mi formación primaria destaco a Paz Ruiz, Jesús Húber, Bruno Nagel, Baldomero R. Mota, Manuel Sedas, Nemesio Cano y Fernando Domínguez, cada uno de ellos imprimió en mi persona rasgos de seguridad para solventar con decoro los problemas de la vida. De esa escuela primaria “Adolfo Ruiz Cortines”, antes “Miguel Sánchez Oropeza” guardo un profundo recuerdo, hasta de esos momentos de recreo, cuando, entre una que otra correteada y una enconada “lucha libre”, saboreábamos todos los infantes las apetitosas memelas y las refrescantes limonadas.
No quiero perder la oportunidad de indicarle a los lectores que la tierra del Chango García Cabral cuenta con singulares monumentos históricos y con atractivos naturales; entre los primeros anoto la torre de Santa Cecilia, la Parroquia de San Antonio, el Templo del Tepeyac y la Capilla de Guadalupe; por lo que se refiere a sus alrededores ecológicos señalo la barranca de Chichiquila, el Boquerón, la cascada de los
3 chorros, las Cañadas, la laguna de Santo Domingo y el ya mencionado Cerro de Acatepec. No está por demás agregar que aunque el terruño huatusqueño goza de muchos atributos naturales, el monocultivo del café es, en buena proporción, el signo de su bonanza y la cruz de su martirio, dependiendo de la producción y del precio internacional de dicho producto, por ello desde hace un buen tiempo los paisanos han pensado en diversificar sus posibilidades comerciales y dirigir sus esfuerzos hacia otros rubros y renglones económicos. Para nada están errados cuando pretenden aprovechar turísticamente los escenarios circundantes, industrializar los elementos agropecuarios de la región y establecer fuentes de trabajo alternas. Anhelan que las autoridades federales y estatales pongan más atención y sean una realidad los servicios comunitarios, la labor académica y cultural, la diversificación artesanal y la existencia de un mercado gastronómico.
Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga. |
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