Tuve la oportunidad de asistir, en la década de los 90, en las postrimerías del siglo XX, al Congreso Nacional del PRD efectuado en el recinto turístico de Oaxtepec, Morelos, donde se analizaron, discutieron y se aprobaron los documentos básicos de ese instituto de avanzada que se presentaba gráficamente con el Sol Azteca y esgrimía consignas relevantes como “Cambiar para ser mejores” y “Democracia ya, Patria para todos”. Eran los momentos gloriosos de ese organismo político que emanaba de la conjunción de grupos disidentes, de asociaciones, partidos y sectores identificados con la directriz izquierdista, el cual anhelaba un México diferente y opuesto plenamente con el proceder antidemocrático y ostentoso del partido tricolor. En los diversos grupos de trabajo y en las sesiones plenarias, donde se planteaban los objetivos, principios, estrategias de lucha, líneas de acción, estatutos y metas del Partido de la Revolución Democrática, estuvieron presentes luchadores sociales, dirigentes de los grupos marginados, ex-guerrilleros, académicos, profesionistas, mujeres comprometidas y jóvenes propositivos. En tal ocasión estuve cerca de Heberto Castillo, Cuauhtémoc Cárdenas, Efigenia Martínez y Porfirio Muñoz Ledo; coincidí en una plenaria con Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa, Demetrio Vallejo, Ramón Danzós Palomino y con un joven dinámico llamado Andrés Manuel López Obrador.
Llegó el siglo XX y con ello nos sacudió sorpresivamente el triunfo de Vicente Fox, quien superó en sufragios a nuestro candidato Cárdenas; después arribaron otros acontecimientos que permitieron el éxito controvertido del panista Felipe Calderón y el bochornoso resultado “abultado” que facilitó el advenimiento del mediocre y rapaz Enrique Peña Nieto. La izquierda tuvo que esperar otros años más para alzarse con la victoria inobjetable en ese mágico 2018, en el tercer intento de AMLO para posicionarse de la silla presidencial, sólo que el partido de su logro histórico no fue el PRD sino el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), toda vez que para esas fechas “el sol refulgente de la esperanza” había naufragado y se había extraviado en el laberinto de los intereses turbios y en las componendas con los sectores aburguesados, dejando en el baúl de las remembranzas sus principios, valores y objetivos reivindicadores. Todo ese preámbulo farragoso que configuré obedece a que hoy vislumbro con lógica incertidumbre que el movimiento impulsado por El Peje ya empieza a presentar signos poco halagüeños, como el caso de predominio de intereses sectarios sobre los compromisos establecidos directamente con la comunidad mexicana.
Después del triunfo resonante de Morena y de AMLO el primero de julio del 2018, “había que ponernos las pilas y asimilar que la cuestión importante no era haber llegado sino empezar a componer y a transformar lo que había quedado después de la debacle neoliberal”. El analista y escritor Armando Bartra indicó en tales momentos: “La tarea inminente de los que integran el gobierno debutante es proceder a la regeneración del Estado mexicano que nos lo dejaron reumático y envilecido; la tarea inmediata de todos es actuar en pro de la reestructuración de la sociedad mexicana…” sin embargo a la fecha no se está reconstruyendo en gran medida porque los mandos partidarios de Morena y los representantes populares –en buena proporción– se han dedicado a
obtener éxitos electorales por sobre todas las cosas y se han olvidado de los principios fundacionales y de los requerimientos de sus militantes, permaneciendo ajenos o distantes al fortalecimiento estructural del partido de la izquierda.
Correligionarios de buena cepa y luchadores sociales de toda una vida intercambiaron impresiones sobre el álgido asunto y concluyeron al respecto: El partido Morena no está funcionando como “instrumento dinamizador” de la urgente transformación que exige la problemática del país. Al interior de tal instituto u organismo social, a fin de “promover la revolución de las conciencias y un pensamiento crítico”, deben existir o prevalecer aspectos torales como la democracia interna, la libertad de disentir, la formación partidista–ideológica de sus integrantes, la transparencia y la rendición de cuentas, la defensa de los principios y la correspondiente e independiente relación partido–gobierno. Aunado a lo anterior, no olvidar que el compromiso de todo militante de izquierda es organizar al partido, no únicamente para ganar una elección sino para edificar una institución vigorosa, para que el triunfo de las mayorías no sea efímero. Aludieron a AMLO, cuando externó: “No es llegar por llegar, no es encaramarnos en los cargos públicos sin un ideal, sin un principio… Lo que ha mantenido a Morena, lo que hizo triunfar a Morena fueron los ideales, los principios, la congruencia, y eso es lo que tenemos que mantener…”
Tales militantes congruentes, con visión de futuro se interrogan de manera alarmada, ante los desplantes de ciertos funcionarios federales y ante el comportamiento prepotente de determinados representantes populares: ¿En Morena ya hay “borreguismo” y clientelismo?, ¿Existe un divorcio entre lo que se pregona en discursos y arengas con lo que realiza en los ámbitos privados del poder?, ¿Los vicios y las prácticas turbias del pretérito priísta empiezan a reproducirse en el partido transformador?, ¿Quiere Morena seguir los pasos erróneos del PRD?, ¿Existen “morenistas” que se aferran a la política tradicional, a esa dinámica “donde todos los intereses cuentan menos el interés del pueblo”?
Apunto finalmente que los grandes riesgos del Movimiento de Regeneración Nacional son el anquilosamiento de las estructuras (la burocratización) y que tal instrumento socio-político se convierta en un apéndice del gobierno. Ante ello, se demanda con energía, desde las bases, que los directivos e instancias correspondientes efectúen a la brevedad posible una Convención Nacional Morenista, para que se haga un análisis objetivo, una evaluación de los logros y tropiezos del partido; una radiografía de lo acontecido en el escenario nacional y una valoración de los actores o protagonistas responsables de la renovación. Hay que reencauzar la nave; es ahora o nunca, no esperar nuevos sucesos o la culminación del mandato presidencial de AMLO. Nadie desea comportamientos cavernícolas, ausencia de crítica constructiva, protagonismos desgastantes o el choque fratricida infame en las filas de la izquierda.
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Atentamente
Prof. Jorge E. Lara de la Fraga |
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