Jorge E. Lara de la Fraga.
A mis 77 años me ubico en la era “otoñal” de mi existencia, todavía almaceno energía para cumplir con mis necesidades básicas y para poder aportar mis experiencias o mis particulares puntos de vista a esos niños y jóvenes que inician su recorrido existencial. Cuando era un chamaco inquieto les comentaba a mis padres y mayores mis dudas e incertidumbres, por ello hoy me siento en la obligación de auxiliar a esas nuevas generaciones –entre las cuales se encuentran mis nietos- para evitarles situaciones incómodas o “caídas innecesarias”. Iniciaría por mencionarles que cada uno de ellos es único, por lo que deben esmerarse para lograr sus propósitos y metas. En tal entendido, cada persona se va afirmando con sus labores cotidianas; esas realizaciones son sus frutos, son las evidencias de su paso por la vida. Habrá algunos que se fortalezcan paulatinamente con sus realizaciones y otros que cumplan a medias, dándose la posibilidad de que otros lamentablemente casi no se notan, proporcionando endebles signos de su tránsito por la vida. El compromiso de todos los seres es otorgar lo óptimo de sus potencialidades para proyectarse como personalidades significativas.
En otro orden de ideas, resulta lógico que los niños y jóvenes de manera apresurada anhelan lograr éxito en todo lo que emprendan pero se percatan que algunas cosas no se pueden superar al primer intento, sino que se hacen presentes obstáculos de diversa índole. En tales circunstancias esos inquietos seres ameritan asimilar que no todo es fácil, que para arribar a ciertas metas es menester la perseverancia y los esfuerzos complementarios. Por ello dice la conseja popular: “el que porfía mata venado” o, de manera más elegante se profiere que, “la constancia encadena a la suerte”; nada se obtiene gratuitamente y el que ansía superarse, obtener triunfos, tiene que esmerarse y “sudar a plenitud”.
En mis épocas de muchacho locuaz y atrevido me llovían las advertencias: tienes que ser ponderado, debes proceder con ecuanimidad ante las circunstancias complicadas y para nada comportarte de manera impulsiva, porque más temprano que tarde obtendrás descalabros, recibirás reprimendas o serás señalado, marginado. Todo lo anterior puede padecer el sujeto atrabancado que se lanza a la aventura sin medir las consecuencias. Probable es que todos cometamos errores “a las primeras de cambio”, pero no se justifica seguir por el sendero equivocado. Bien se dice que errar es de humanos y por ello resulta importante operar en el futuro con serenidad, con aplomo, analizando mejor la problemática, en aras de cosechar mejores dividendos para cada interesado.
Referiré brevemente que la formación primaria la obtuve en la escuela primaria estatal “Adolfo Ruiz Cortines”, durante el período comprendido de 1950 a 1955, asimilando de mis profesores algo valioso: toda persona debe superarse acorde a sus aptitudes; entender que todos somos distintos y que el afán de mejoramiento personal así como la constancia son elementos vertebrales para alcanzar los logros que cada
individuo se proponga. Dicha institución oficial de Huatusco me ofrendó las herramientas para después luchar por una beca en un internado federal para hijos de trabajadores que operaba en Orizaba.
No quisiera omitir otras cuestiones importantes que debería lucir o proyectar la persona en su contacto con la sociedad, toda vez que la nobleza, la reciprocidad, la gratitud y el reconocimiento al mérito ajeno son virtudes imprescindibles de la gente educada y con valores; sin embargo en el terreno de los hechos afloran los procederes más deleznables de la naturaleza humana. Así, en lugar de brillar las virtudes enunciadas arriban la conducta ruin, la ingratitud, la envidia, el egoísmo y la soberbia. Cuán difícil resulta entender que si enfermizamente denigramos a los demás, ello nos devalúa y nos empequeñece. Anhelo que la manera de “crecer” sea valorar cada quien sus fortalezas y debilidades, para asumir después una razonada posición de mejoramiento individual paulatino. Espero que las reflexiones vertidas atropelladamente sean de algún beneficio para los lectores.
Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga. |
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