Hace tres años se nos adelantó Guillermo Zúñiga. Dejó una huella imborrable en el desempeño público. Nada fácil resulta emprender tareas contra muchas adversidades; a cada momento –en tales casos – surgen los contratiempos, los decires y rumores malignos, los malquerientes, los golpes bajos y los obstáculos diversos. A todo ello se enfrentó y le dio la cara a los desafíos hallados a lo largo de su existencia. Particularmente me atrevo a destacar los retos que se echó el entrañable amigo a la espalda como funcionario del ramo educativo. Tuve la oportunidad de colaborar con él y ser testigo de su posición firme y enérgica en contra de las disposiciones inquisitoriales de ciertos representantes académicos y jurídicos de la SEP. Guardo fielmente en mi memoria la defensa a la autonomía de Veracruz para poder configurar planes y programas destinados a las instituciones formadoras de docentes; en su momento fue el valladar infranqueable para que ese “monopolio de la educación” del altiplano (la SEP) no se saliera con la suya. Merced a su empecinado trabajo institucional y con el apoyo del insigne gobernador Rafael Hernández Ochoa, pudieron ponerse a funcionar los CESER, las Normales semi-escolarizadas, el Instituto de Regularización Pedagógica y la Universidad Pedagógica Veracruzana. Años después prosiguió en la misma línea de combate y ofrendó a la comunidad jarocha nuevos frutos pedagógicos.
Al colega Guillermo lo conocí en el ámbito de la labor didáctica, allá por los años iniciales de la década de los 60, pues él me vino a relevar como profesor en el grupo bajo mi responsabilidad en la escuela primaria Práctica Anexa a la Normal Veracruzana. Tal circunstancia me obligó a que le expresara las características de esos infantes del cuarto grado y la manera cómo desarrollaba mis sesiones de clases. Fue interesante ese proceso de cambio, toda vez que la dinámica de grupos, que en lo particular yo utilizaba, era diferente al proceder de ese docente que se caracterizaba por su voz enérgica y firme. Al final, se estableció una singular relación y sintonía del joven profesor con ese conjunto de escolares inquietos que sólo anhelaban libertad de acción para lograr los respectivos objetivos programáticos.
El amigo Guillermo siempre respetó mis puntos de vista, cada quien en su rol y cada cual en su pradera de acción política. Mientras nos movíamos en el área pedagógica y en el quehacer formativo nos identificamos con el ideal de ver un mundo más justo y menos dividido por barreras torpes. Más aún, en lo concerniente a la formación integral del ser humano confluíamos que de nada vale un elemento con muchos conocimientos, si éstos no son plasmados en proyectos prácticos; que el mejor humano es aquel que, además de sus conocimientos básicos, desarrolle habilidades, adquiera hábitos y proyecte actitudes positivas hacia sus semejantes. Que cada persona es diferente a las otras, pero a pesar de
ello, en un marco de tolerancia y dignidad, tiene que compartir sus alegrías y pesadumbres con sus semejantes inmediatos.
Por sobre sus errores, omisiones y decisiones temperamentales, Guillermo fue un ser generoso, más allá de las diferencias personales, ideológicas o partidistas que tuvo con varias personas. En mi caso puedo decir que siempre me proyectó ese gran corazón y el asentimiento a mis ideas. Así como lo digo anteriormente, como colegas de profesión emprendimos varios proyectos de manera solidaria; como ciudadanos libres caminamos por senderos diferentes, aun cuando coincidíamos en la imperiosa necesidad de transformar para bien nuestra triste realidad nacional. Varios individuos se le acercaban para pedirle apoyos, recomendaciones, determinados satisfactores o auxilios para superar emergencias; otros seres innobles únicamente querían de ese hombre más y más beneficios, pero sin ofrecerle nada a cambio. Muchos de ellos, ahora después de su lamentable partida, no han tenido la delicadeza o el mínimo gesto de testimoniar un poco su gratitud al ente que se nos adelantó. Ni duda cabe que las flaquezas humanas son el pan nuestro de cada día.
Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga |
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