Por razones de salud mental hoy no abordaré un tema político. Volví a disfrutar una película de acción porque no es una cinta más de misterio y de crimen. Es el efecto dramático de un personaje sagaz, inteligente y diabólico que “pone de cabeza” a todo el sistema de justicia y todavía se torna despectivo ante las penalidades ajenas. Aludo a ese celuloide que protagonizaron Anthony Hopkins y Ryan Gosling, apoyados por las actuaciones de David Strathairn, William Burkey, Embeth Davidtz y Rosamund Pike, dirigidos todos por el talentoso Gregory Hoblit. Ese trabajo audiovisual se culminó en el año 2007, tiene una duración de 98 minutos, obtuvo ganancias cercanas a los 100 millones de dólares y alcanzó reconocimientos internacionales de la crítica especializada. Espero sea del agrado de los lectores y amigos, que en la anterior entrega se preocuparon por mis enojos y por la buena dosis de bilis derramada. Quedará para otro momento el abordaje de cuestiones críticas de la realidad nacional y estatal.
La película en cuestión tiene por título El crimen perfecto, aunque en la Unión Americana también se le conoce como Fracture. Versa sobre un ingeniero aeronáutico, rico e inteligente, que responde al nombre de Theodore Crawford (Anthony Hopkins), el cual descubre que su agraciada esposa Jennifer (Embeth Davidtz) está engañándola con el apuesto detective Rob Nunally (Billy Burke), lo cual provoca en el esposo ofendido una rabia incontenible que lo impulsa a dispararle a su mujer, hiriéndola gravemente. Al mismo detective Nunally, en los minutos posteriores al suceso, le confiesa el crimen y se entrega voluntariamente a la autoridades. En el curso del proceso penal, en la sala de juicios y durante la comparecencia previa, el tenebroso Crawford se declara inocente y se retracta de su confesión. Ante el juez y el jurado, el hábil Theodore se exhibe como una víctima del sistema penal y se enfrasca en una lucha de ingenio y de argucias lógicas con el abogado acusador William Beachum (Ryan Gosling).
Por cierto que el joven y talentoso fiscal Beachum suponía que esa querella se resolvería fácilmente a su favor, máxime que el acusado no contaba con un defensor y que él se había declarado inicialmente como el autor del intento de homicidio de su consorte. Durante las deliberaciones y la presentación de pruebas y testigos inherentes al caso, el acusado se escuda en que fue presionado para declararse culpable, que uno de los testigos (el detective) fue el amante de su esposa y que su pistola nunca fue accionada. El abogado acusador carece de nuevas evidencias y se halla perdido durante el empantanado proceso; el inteligente psicópata parece ser el ganador de la contienda. A fin de que no me reclamen posteriormente mis lectores y amigos no manifiesto todos los detalles de esta cinta, sólo adelanto que el acusado es absuelto y aprovecha su éxito para burlarse de su adversario jurídico.
Nunally, el detective, se suicida al saber el veredicto y el zarandeado fiscal Beachum prosigue en la búsqueda de nuevas pruebas, visitando a la víctima que se encuentra en estado de coma en un hospital del condado; Theodore promueve y logra que a su esposa “la desconecten clínicamente”, a pesar de los intentos del fiscal para que ello no ocurra. El epílogo se acerca inexorablemente, pero lo dejo en el tintero para que los interesados disfruten o sufran con esta interesante película.
Para finalizar apunto que el joven fiscal se enfrentó a un adversario marrullero y poderoso, lleno de trucos y que el novicio aprendió de él en el campo de la lucha mental y legal. Cada uno de los contrincantes movió lo mejor posible sus piezas, como en una partida de ajedrez, para asestar el correspondiente jaque mate. Esa confrontación “no termina hasta que termina” como se dice en argot beisbolero del Clásico de Otoño. No dejen de verla, es una proyección singular desde las imágenes primeras hasta el último brochazo fílmico.
Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de Fraga |
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