Con solidaridad y respeto a Cuitláhuac García Jiménez, Eric Cisneros, Ricardo Ahued Bardahuil y Rafael Hernández Villalpando.
Pues bien el lenguaje popular tiene muchos refranes y dichos que relacionan nuestra propensión casi compulsiva a negar la realidad, con la inevitabilidad de ésta, un buen ejemplo sería: Te lo dije, Ya te llegará tu hora.
Por encima de lo que para muchos es algo inevitable (Tarde o temprano, la realidad siempre tocara a nuestra puerta), para no pocos políticos, sean gobernantes, legisladores, funcionarios o dirigentes políticos partidarios, eso jamás sucede.
Viven en un mundo que ellos mismos, como consecuencia de su soberbia y/o necedad, han inventado; crean reglas que jamás pueden ser aplicadas porque, de entrada, no parten de la realidad y su inevitabilidad, sino de sus ilusiones y ocurrencias.
Hoy, nuestra clase política está más aferrada que en otros años, sin embargo, es tal la necedad exhibida por quienes dicen hoy gobernar, que el agravamiento de los ya de por sí graves problemas y el volver a padecer otros que poco a poco habían empezado a dejar de serlo, no ha sumido en una crisis creación completamente nuestra.
Ante esto, la pregunta del título es más que relevante: ¿Qué harán cuando se presente la realidad? ¿Qué excusas ofrecerán por el estallido de los problemas que ellos mismos, con sus desatinos y ocurrencias y su renuencia a rectificar en la debida oportunidad crearon? ¿A quién, culparán? ¿A los ya conocidos causantes de todos nuestros males el neoliberalismo, los corruptos conservadores?.
En esta escenario, la realidad no es tan tonta como piensan; inevitablemente llegará y así, de la misma manera que desnudará a quienes hoy ya pretenden eludir toda responsabilidad, exhibirá las sin razones de tanta ocurrencia y desatino padecido ahora bien, pienso que convendría preguntarnos acerca de las razones de una gobernación como la que subyace a lo plateado en los párrafos anteriores. ¿A qué se debe que tanto gobernante se aferre a continuar con lo que a todas luces es un fracaso? ¿Hacer lo mismo dará resultados diferentes?.
A otro perro con ese hueso.
Cambio de tema, no podemos negar que vivimos tiempos de grandes movilizaciones, de inconformidad ciudadana y de gran inestabilidad política, económica y social. Vemos distintos grados de abandono de la confianza en la democracia y los partidos políticos como mecanismos de representación política, de degradación de la instituciones democráticas y de frustración de los ciudadanos con los resultados de la globalización y el capitalismo.
Incluso, el economista serbio Branko Milanovic ha planteado que 2019-20 serán años comparables a un 1968 global y que las movilizaciones originadas por la inconformidad social marcarán estos años.
El caso de Chile es una lección para otros países que en grados distintos también hemos fracasado en convertir la prosperidad económica en sociedades más justas, y que hemos visto cómo la política y la democracia se deslizan hacia un mercado corrompido que no tiene
relación con los intereses y preocupaciones de las personas. El embrujo del retorno infinito de la fechas brinda perspectiva y debe provocar reflexión. Si, AMLO, como afirmó hace una año mientras lo ungían chaman es y ordenamientos jurídicos, de verdad quiere ser un buen presidente, éste es el momento de corregir. Una gran oportunidad.
Un daño severo ya está hecho, pero podría ser mucho peor.
Los pronósticos son malos. Y ahora ¿de dónde cortar?. Algo, mucho, han hecho mal. Deben reconocerlo.
Presidente, muchos queremos que sea usted un buen presidente. Deje de perseguir fantasmas y persiga criminales. Entierren las amenazas como forma de gobierno.
Muchos mexicanos le tienen miedo y el miedo corroe a una nación. Aproveche la fecha, un año, y convoque a un Pacto de Unidad Nacional con gobernadores, alcaldes, legisladores, militares, empresarios expertos en aeronáutica e industria petrolera, científicos, OSC, especialistas en seguridad, escuche, corrija, gobierne. No es tan difícil.
Acepte los límites de la terca realidad en lo económico y técnico, atienda al mundo, aunque le sea incómodo. Servir al país supone esos y otros sacrificios menores.
Genere certidumbre económica y política. Si lo hiciera el buque cambiaría de rumbo y podría llegar a buen puerto, usted pasaría la historia como una persona de principios, pero realista, que jamás quiso dañar a sus conciudadanos. Lo está haciendo.
En otro contexto: La provocación está medida, no sólo por recurrente, sino también porque responde a un plan. Que el Presidente viole el Estado laico y la Constitución puede ser escandaloso, pero no tiene consecuencias y lleva la conversación por donde él quiere.
El más importante campo de batalla para el actual gobierno es la percepción ciudadana y ahí busca revertir el costo por el operativo fallido en Culiacán, acudiendo a la ayuda celestial.
Que un ferviente jurista recurra a la religión para justificar las políticas de su gobierno es una gran incongruencia. Sin embargo, eso no le afecta en lo que más le interesa que es su popularidad. Al contrario, se aprovecha de la devoción del pueblo para afianzarla, lo mismo que el perfil mesiánico que ha cultivado desde que estaba en la oposición, sabiendo que no pocos progresistas que están en su proyecto fingirán demencia y voltearán hacia otro lado.
Los conservadores del siglo XIX pelearon en nombre de la religión. Nadie comunica mejor que el Presidente y ha logrado darle vueltas a situaciones desfavorables. Estamos padeciendo el año de mayor violencia en lo que va del siglo y la prédica del amor cristiano desde Palacio Nacional no le va a salvar la vida a nadie. Llenarse la boca de paz y acusar a los adversarios de querer la guerra no exime de responsabilidad a las autoridades por la creciente inseguridad.
Es grave el daño impune al Estado laico, el cual no se limita a las lamentables expresiones religiosas del Ejecutivo para acusar a la oposición de ser anticristiana.
Llama la atención que en el cristianismo del Presidente todos pueden se redimidos, menos los disidentes.
El momento histórico de México es total, pleno y único. El sociólogo polaco-británico, Zygmunt Bauman, propuso todo fluye cíclicamente (pero nada cambia) el concepto “modernidad liquida” y para las repercusiones “ceguera moral”.
México, particularmente en el siglo XXI y ante la llamada 4T no escapa a esta conceptualización.
Desde la dimensión teológica adiáfora parecería trasladarse a la política nacional a través de una ética que denota acciones de Dios, ni manda ni prohíbe y cuya realización u omisión es un asunto indiferente.
Y para finalizar, el gran poeta alemán Rainer Maria Rilke subraya las ventajas que tiene apropiarse de la muerte, a familiarizarse con ella, lo cual no quiere decir obsesionarse por ella. En realidad, la muerte anónima, que cultiva la sociedad de consumo, solamente conduce a la vida anónima, despersonalizada, deshumanizada.
Según Rilke, sí le tenemos miedo a la muerte es porque no hemos sabido cultivar la muerte que cada uno de nosotros lleva adentro. Humanizar la muerte es comprender y vivir su sentido.
Todo ser humano tiene que asumir una gran tarea, encargarse de su vida, aprender a vivir. La muerte nos impulsa a vivir una existencia más auténtica; aceptar nuestra finitud, apreciar nuestra condición intinerante, a no desperdiciar el tiempo, sino disfrutar la seriedad del momento y la tarea presente. Pero ¿qué es la muerte? ¿es algo puntual, o más bien un ingrediente de la vida?.
Su rostro es enigmático, pero también polifacético: la muerte es algo lejano y cercano, amiga y enemiga, natural y antinatural. |
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