Francisco Cabral Bravo
Con solidaridad y respeto a Ricardo Ahued Bardahuil y Rocío Nahle García
Todo gobierno debe aspirar a dar resultados medibles y comprobables a sus gobernados, sin olvidar los espacios para evaluar lo trabajado y ajustar estrategias. El 2024 no ha sido un año sencillo, la inestabilidad económica sigue vigente.
Sin duda son tiempos difíciles y quizá por eso lo que vemos en México tiene un valor que debemos reconocer. El actual proceso de transición en nuestro estado es algo que celebró y que deseo que pueda marcar la pauta para los próximos cambios de sexenio. La virtual gobernadora electa Norma Rocío Nahle García en su recorrido por todo el estado observó la situación real que guarda Veracruz.
Lo anterior se convierte en un ejercicio que abre la puerta para quienes conformarán el gobierno entrante, que pueda evaluar sus resultados y en su defecto determinar la continuidad, defensa y sobre todo las nuevas decisiones que se tendrían que tomar en torno a ello. Lo que sí podemos hacer los ciudadanos es exigir esta cordialidad política en pro del beneficio de todos los veracruzanos, ya que todos los proyectos que se impulsan por parte de un gobernante impactan en la vida de todos ya sea de manera directa o indirecta, y por ello no deben ser proyectos pensados solo por una idea, sino con la convicción de seguir construyendo el Veracruz del futuro, sin violentos golpes de timón casi siempre inspirados por ideologías políticas. El reto que seguirá para Rocío Nahle será el definir con qué continuar y qué corregir, una tarea compleja será la narrativa de cómo abordarlo, parcialmente si eso implica marcar la línea de su propio gobierno.
Volviendo un poco al discurso Rishi Sunak, en el que reconoció y ofreció disculpas por la incapacidad de lograr las metas establecidas, Rocío Nahle, tendrá la gran oportunidad de reconocer los errores cometidos del gobierno saliente y desde ahí trabajar, para corregir y mejorar durante su administración aquellas fallas detectadas. En la agenda pública hay algunos temas en el ojo del huracán. Ella podrá decidir cómo y a cuáles abordar en su mandato.
Quedemos atentos a ver como se va marcando esta nueva historia del futuro gobierno de Veracruz.
En otro orden de ideas para el diseño y producción de un automóvil, de una computadora, de un lápiz, el escritor de una novela, el emprendedor, el escultor, el maestro, ante un lienzo en blanco, se imagina antes de dar el primer tramo, cómo quedará su obra al final. Cuestionémoslo a un arquitecto qué pensaría si alguien le pide elaborar primero los planos estructurales, hidráulicos, sanitarios, eléctricos y la propuesta de diseño de interiores antes de tener listo el proyecto arquitectónico. Respondería, sin duda, que es una locura. Sería de hecho, un tremendo desatino. Tristemente, es lo que ha estado sucediendo en México desde hace al menos 50 años. En todos los sexenios han existido impulsos a reformas y enmiendas de todo tipo. La fiscal, la judicial la energética, la social la penal, etcétera.
Regresando a mi analogía. Hemos estado trabajando en los planos técnicos, pero sin tener un proyecto de nación para saber y comprender hacia dónde nos dirigimos. Aunque pudiera parecer innecesario decirlo, dada la obviedad del tema, no es que este país no necesite reformas. Son muy necesarias para construir al nuevo México.
No obstante, el mello del asunto, el cimiento de nuestra problemática actual es que el país no sabe a donde se dirige.
Ortega y Gasset menciona: “ Una nación se constituye no solamente por un pasado que pasivamente la determina, sino además por la validez de un proyecto histórico capaz de mover las voluntades dispersas y dar unidad y trascendencia al esfuerzo solitario”.
Ir tras nuestros sueños es un tema de actitud.
La perseverancia que debemos mostrar para lograr algo deseado, nos obliga a estar atentos para identificar las oportunidades que se presenten para hacerlo realidad.
Nadie conduce un carro por una ruta apoyándose exclusivamente en los espejos retrovisores.
Y entonces ¿por qué procedemos de esa manera con nosotros y con nuestras organizaciones, y con la nación? El gran arquitecto tiende a fundirse en la interpretación de la luz y los espacios.
El hombre de Estado, o pudiera decirse mejor; el estadista, tiende a fundirse con los ideales y objetivos de la patria en el largo plazo.
Tenemos que construir nuestra historia con un nuevo sueño y con emociones que nos hagan vibrar. Tenemos la obligación de crear nuestro futuro, antes que padecerlo. Tenemos y debemos dejar a un lado las ideologías, los apegos a pensamientos radicales y extremistas. Tenemos que prescindir de los pensamientos “partidos quebrados” que emanan de las instituciones partidistas.
México es grande y grande puede ser su destino.
Debemos tomar conciencia y poner manos a la obra para construir una gran identidad nacional.
Y sin duda alguna, podremos aportar mucho en el inmerso y complejo mundo de nuestra “tierra-patria”.
Octavio paz apunta y expresa magistralmente en El Laberinto de la Soledad, que el mayor problema de México es su falta de identidad. Encontrar acuerdos alrededor de nuestra profunda, diversa, magnífica y compleja identidad mexicana, se revela como un objetivo primordial, ineluctable.
Tenemos que construir acuerdos que vayan más allá de los propios y personales. Debemos centrarnos en establecer la empatía y la alteridad como cimientos de ese sueño. Entendamos la alteridad como el principio filosófico de “altemar” o cambiar la propia perspectiva por la del “otro”, considerando y teniendo en cuenta el punto de vista, la concepción del mundo, los intereses, la ideología del otro. Y no dando por viable, que la “de uno” es lo única posible. Jesús Reyes Herodes proclamó siempre “Primero el proyecto y luego el hombre”.
El mayor desafío de nuestra apesadumbrada realidad es construir el futuro actuando desde el presente. Asumiendo nuestros derechos, y por supuesto, también nuestras obligaciones.
La nación nos llama. Es vital, fundamental, impredecible que los mexicanos tomemos el destino de nuestro país en nuestras propias manos. No podemos, no debemos seguir flotando en el mar de nuestra desgraciada autocomplacencia.
Para finalizar en pastos territorios de México la violencia, la inseguridad y la impunidad han marcado la vida de millones de personas, generando un clima de temor en diversas comunidades. Ante esta realidad, es fundamental promover una cultura de la paz que fomente valores como la tolerancia, el respeto, la solidaridad y la no violencia, y que impulse la construcción de relaciones pacíficas y armoniosas en nuestra sociedad.
Para construir una cultura de la paz en México es necesario abordar diversos aspectos de la sociedad y trabajar de manera coordinada en diferentes frentes. Promover la educación en valores, impulsar la participación ciudadana, fortalecer y reformar de manera armoniosa las instituciones de justicia y seguridad, promover y garantizar la igualdad de género y la inclusión social, fomentar el diálogo y la reconciliación, y difundir masivamente la cultura de la no violencia, son acciones clave para avanzar hacia una sociedad más pacífica. La cultura de la de la legalidad está estrechamente vinculada entre la norma y la ciudadanía.
La implementación de la cultura de la paz como política de Estado de México implicaría el compromiso y la acción coordinada de los diferentes poderes públicos y actores de la sociedad para promover valores, actitudes y comportamientos que fomenten la convivencia pacífica, el respeto a los derechos humanos y la resolución no violenta de conflictos. Como el ejercicio de la justicia tradicional, todavía de acción inmediata en México. Para ello se podría considerar la siguiente medida: La elaboración de un Plan Nacional para la Cultura de la Paz como eje rector: la integración de esta en las políticas públicas, el fortalecimiento del marco jurídico de las instituciones de justicia y seguridad, así como la convocatoria, reclutamiento, selección, idoneidad, capacitación profesional, permanencia y separación con altos estándares éticos, técnicos y patriotas.
La promoción de la educación en valores y habilidades para la paz, el fomento de la participación ciudadana y la creación de programas eficientes de prevención del delito y promoción de la convivencia pacífica.
Fomentó de la democracia participativa ciudadana en la construcción de la paz: impulsar la participación activa de la sociedad en la toma de decisiones y en la resolución de conflictos, promoviendo espacios de diálogo y reconciliación entre comunidades y grupos en conflicto, resolviendo de manera definitiva desavenencias históricas. La construcción de una cultura de la paz en México para recuperar la seguridad requiere de un esfuerzo colectivo y coordinado de todos los sectores de la sociedad, sin excepción, así como de la implementación de políticas públicas que vayan desde la Constitución a promover como obligación y derecho nacional la convivencia pacífica, la justicia social y el respeto a los derechos humanos.
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