Francisco Cabral Bravo
Con solidaridad y respeto a Ricardo Ahued Bardahuil
Como apunté en una columna previa las virtuales candidatas presidenciales de la Cuarta Transformación, Claudia Sheinbaum, y del Frente Amplio por México, Xóchitl Gálvez, se reunieron por separado con la cúpula de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) para compartir su visión de país.
Los encuentros fueron privados y se dieron como parte de la XII Reunión Ordinaria del Consejo Permanente de la CEM, con el propósito de "propiciar un diálogo constructivo sobre temas de relevancia social y de paz para la nación". En un breve comunicado, la Conferencia informó que en la reunión con ambas aspirantes presidenciales "se plantearon temas cruciales para la sociedad mexicana, tales como la libertad religiosa, la defensa de la vida, la justicia social, la paz y otros asuntos de índole ética que impactan directamente en el bienestar de la sociedad".
La autoridad católica agregó que la reunión se realizó "en un ambiente de respeto mutuo y apertura al diálogo, donde cada una, en momentos difíciles y distintos, tuvieron la oportunidad de compartir sus visiones y experiencias para el país en respuesta a las inquietudes planteadas por los representantes de la CEM".
En su cuenta de la red social X, Sheinbaum Pardo reportó el encuentro: "Ésta mañana tuve una amable reunión de intercambio de opiniones con el Consejo Permanente de la CEM, como lo he venido haciendo con sectores de la sociedad e Iglesias".
Por su parte Xóchitl Gálvez Ruiz dio cuenta del hecho en su cuenta de la misma red social: Reconozco y valoro el gran trabajo que hace la iglesia católica para la construcción de paz en México. Me dio mucho gusto reunirme con los obispos de la CEM.
En otro contexto, la herramienta básica para la manipulación de la realidad es la manipulación de las palabras. Si tú controlas el significado de las palabras puedes controlar a la gente que utiliza esas palabras. Así definió el escritor Philip K. Dick la desinformación.
El neoliberalismo se empezó a estudiar y criticar en México, precisamente en la Facultad de Economía de la UNAM. Prueba de ello es el libro, ya un clásico de la economía política mexicana. La disputa por la nación (siglo XXI), escrito en 1981 por dos actuales maestros eméritos de la facultad, Rolando Cordera y Carlos Tello Macías. Advertían desde entonces sobre la tensión entre un proyecto neoliberal y otro nacionalista, hacían una crítica de las insuficiencias del modelo de sustitución de importaciones y pugnaban por una política económica que expresamente enfrentará la profunda desigualdad social.
En materia de doctrinas económicas, la Facultad es muy plural, como corresponde a una comunidad académica. Claro que se imparte teoría económica neoclásica, Pues se trata de la corriente que impera en la disciplina del orbe y solo por ello es indispensable que los alumnos la conozcan y manejen, pero no se enseña como dogma o religión como pasa en otras instituciones. Entre los mejores maestros de teoría económica de las últimas décadas ha habido Keynesianos, kaleckianos y estructuralistas, quienes son su docencia e investigación han sido críticos con la visión ortodoxa de la economía.
Jaime Ros escribió quizá el más serio y demoledor análisis sobre el pensamiento y la política neoliberales en nuestro país: Algunas tesis equivocada sobre el estancamiento económico de México (Colmex-UNAM, 2013).
Académicos de la UNAM han dedicado su vida a los problemas del agro mexicano, de los jornaleros agrícolas, el desarrollo regional, política monetaria y críticos del sector financiero.
Especialistas en temas medioambientalistas o industriales, siempre desde una mirada de desarrollo e inclusión social.
Puede revisarse la obra de expertos en macroeconomía, que lejos están de sostener que el mercado es la solución de las deficiencias estructurales de la economía mexicana.
Se estudia también la historia económica, con abierta crítica al neoliberalismo.
La UNAM, qué duda cabe, tiene mucho que mejorar y está abierta al escrutinio. La UNAM ha de dar la bienvenida a la crítica, más no a la injuria.
En otro orden de ideas la renuncia es una forma de terminación de un cargo público. A diferencia de la muerte, de una enfermedad o de cualquier otra imposibilidad irresistible, la renuncia es voluntad individual de cejar en la condición de servidor público. Pareciera que toda persona tiene derecho a separarse de un empleo público cuando así lo decida. Nadie, podría alegarse, está obligado a realizar un trabajo en contra de sus intereses, por más que ese trabajo sea de naturaleza oficial. No le falta razón a esta afirmación. El problema es que para ciertos cargos públicos, la Constitución limita las posibilidades de su abandono. Sujeta la voluntad individual a ciertos requisitos y procedimientos, precisamente para cuidar otros valores fundamentales.
La Constitución regula tres tratamientos distintos a la relación entre cargos públicos y la potestad de renuncia. En primer lugar, los cargos se consideran irrenunciables. A este primer grupo corresponden los "de elección Popular de la Federación y de las entidades federativas". El Constituyente estableció, por un lado que su desempeño es una obligación (art. 36, f IV) y, por otro limitó la separación del cargo a un catálogo limitado de supuestos: falta absoluta (muerte). Licencias temporales, opción de cargo y, en el caso de los legisladores, a un régimen de sanciones por no asumir o por dejar de concurrir a ejercer la función. Como las obligaciones no se renuncian, la Constitución no permítela renuncia.
Porque, en efecto, ya todo apunta a que la ley no es la "ley".
Y para finalizar con tantos enredos, jaloneos y conflictos al interior de las respectivas coaliciones, ojalá algún asesor oriente a las precandidatas presidenciales y tenga la caridad de regalarles uno o dos ideas. No es mucho pedir. Eso, y además recomendarles integrar un verdadero equipo de apoyo así como voltear a ver y escuchar de vez en vez al electorado de carne y hueso. Pese a la importancia concedida a la disputa por la Presidencia de la república, el espectáculo ofrecido en la ante precampaña por quienes finalmente hicieron suya la postulación fue deplorable.
Por su experiencia, osadía, malicia e instinto, quien más destacó en esta etapa fue quien ya no puede repetir en el cargo, pero sigue en campaña y mete la cuchara en el caldo, dejando ver dificultad para reconocer el límite de su actuación.
Tras la rutina desarrollada durante este tramo que dejó sin silbato a los árbitros y sin mazo a los jueces electorales, sería agradecible que en la precampaña las concursantes tengan un poquito de imaginación y un más interesante desempeño.
Si de suyo es absurda una precampaña cuando ya están definidas las dos principales candidatura y, en tal virtud está agotada la competencia al interior de los partidos o las coaliciones, más disparatado resulta que las abanderadas salgan a hablar y hablar y hablar sin decir nada. Dislate al cual se agregará otro: la advertencia de los spots propagandísticos, formulada al final de su transmisión, señalando estar exclusivamente dirigidos a militantes y simpatizantes del partido emisor, como si el resto de las víctimas del pertinaz martilleo de lemas, promesas, o frases huecas pudiera adivinar en qué momento taparse los oídos.
De hecho, en la ante precampaña no quedó claro si la ausencia de propuestas e ideas era muestra de profundo respeto a la ley electoral que violaron de consumo y con la venda disimulada de las autoridades o sí, en verdad, los aburridos rollos o gracejadas
repetidas hasta el cansancio fueron escudo de la carencia de postulados.
Lo ratifico en política son útiles las premisas de Sun Tsú, autor de "El arte de la Guerra" pues utilizadas sagazmente desmoralizan al enemigo y debilitan su voluntad de luchar mucho antes de la batalla, sugirió el politólogo boliviano Agustín Saavedra Wise. |
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