Con solidaridad y respeto a Cuitláhuac García Jiménez, Eric Patrocinio Cisneros Burgos, Ricardo Ahued Bardahuil y Rafael Hernández Villalpando
Muy difícil resulta comentar sobre la procuración de justicia en México que ha sido la historia de la gestión de la impunidad dirigida desde el gobierno en turno.
No es la primera vez que el gobierno quiere demostrar que existe voluntad política para cambiar las cosas en materia de corrupción, atrapando a "peces gordos". Ya desde el primer gobierno de alternancia, el entonces secretario de la Contraloría, Francisco Barrio, afirmó: "En breve se van a freír pescaditos de buen tamaño".
Buena parte de los casos que se investigan, lejos de responder a la lógica del imperio de la ley, parecen servir para afianzar el dominio político del grupo en el poder.
El debate nacional de las últimas dos décadas sobre procuración de justicia se ha vuelto ineludible a la luz de los fenómenos de violencia asociados al crimen organizado y el narcotráfico, los cuales han escalado a niveles increíbles, al igual que han crecido los desfalcos al erario.
Desafortunadamente en México el objetivo de la procuración de justicia ha sido organizar, administrar, dirigir y distribuir la impunidad, no la aplicación sistemática y por igual de la ley, no la priorización de aquellos delitos que más lesionan el interés público, no la prevención del delito, no la desarticulación de redes criminales asociadas al poder político.
Este uso discrecional y faccioso de las instituciones encargadas de la procuración de justicia dañan nuestra capacidad como sociedad de crear instituciones que funcionen y cumplan con su mandato legal.
Para avanzar en la procuración de Justicia es necesario fortalecer las capacidades institucionales de los organismos encargados de transparentar, investigar, perseguir, sancionar y prevenir los actos de corrupción, y ello es doblemente necesario respecto de las instituciones que deben velar porque la procuración de justicia se haga con estricto apego a derecho, garantizando la presunción de inocencia y el debido proceso para evitar la arbitrariedad.
También habrá de reforzarse la vigilancia y la prevención para que la oportunidad de cometer actos de corrupción se reduzca significativamente y que el poder político deje de usarse para simular que se administra la justicia.
En otro tema, y como lo hemos mencionado en otras columnas, Octavio Paz afirmó en una entrevista que el cambio más importante que ha ocurrido en la humanidad en el último siglo ha sido la progresiva pero lenta y aún incompleta emancipación de las mujeres, y la consolidación de cambios que han permitido una mayor igualdad entre géneros.
Sobra decir que esa transformación rumbo a la igualdad de género enfrenta todavía un largo camino, y que uno de los aspectos inacabados más indignantes y de más urgente atención es el de la violencia que ejercemos los hombres en contra de las mujeres.
La violencia en contra de las mujeres es consecuencia directa de ese camino hacia la igualdad de género no ha terminado, y que persiste una situación de aguda desventaja de las mujeres frente a los hombres en los ámbitos político, religioso, económico, social, cultural, de acceso a la justicia y otros muchos.
El acoso y la violencia contra las mujeres tienen una existencia prácticamente universal.
También ha sido abrumador conocer más sobre las mujeres que son víctimas de crímenes de violencia sexual, o las que son asesinadas por hombres, que al acumularse alcanzan la categoría de masacre.
Una forma para tratar de entender mejor lo que pasa en la mente de los hombres que ejercen la violencia de género, es tratar de descubrir cuáles son los mecanismos internos que motivan esos comportamientos.
El malestar se ha convertido en ira y hay razones para ello.
Se trata, en efecto, de un asunto de primer orden si es que aspiramos a relaciones igualitarias y de respeto, a un ambiente medianamente armónico.
El "no a la violencia contra las mujeres" es sencillo de enunciar pero hacerlo realidad no será fácil.
Una larga y nefasta tradición gravita entre nosotros y tiene raíces profundas.
Es necesario descalificar en el imaginario social cualquier tipo de dicterio contra la dignidad de las mujeres.
Ni policías, ni ministerios públicos, ni jueces están adiestrados suficientemente para resolver y sancionar las conductas violentas contra las mujeres. Es una asignatura pendiente mayúscula.
Pero un informe reciente de Data Cívica y del CIDE, Claves para entender y prevenir los asesinatos de mujeres en México, sugiere que las herramientas que nos dan el feminismo y la perspectiva de género para educar a policías, ministerios públicos y jueces y llevar paz a la familia no bastan para prevenir y disminuir los femicidios y los asesinatos de mujeres.
El informe distingue entre ambos fenómenos porque al estudiar las estadísticas del Inegi encuentra un "contagio" entre el aumento de la violencia criminal y la muerte de mujeres jóvenes, no necesariamente por ser mujeres sino como parte de la violencia entre grupos del crimen organizado.
En cuanto a los llamados excesos de las manifestaciones, me robó un tweet: "Si la protesta no incómoda, no es protesta".
Lo que pasó en la Ciudad de México no es nada para el tamaño de la importancia y rabia acumulada.
Pero esa furia, esa ira son un alarido frente a una sociedad que pareciera sorda.
¿Qué sociedad hemos creado?
Sabemos del tradicional machismo mexicano, pero eso pareciera una espiral de violencia sin fin.
Armando Ríos Piter recordaba que cada 4 minutos ocurre una violación.
Patricia Olamendi, una voz autorizada, recordaba también en Excélsior la necesidad de contar con una comisaría de la mujer en cada municipio. Deben ser mujeres las que atienden a mujeres, para ir poco a poco rompiéndose cerco de silencio que termina por ser un peor cómplice de la impunidad.
Encaremos a la sacralizada familia mexicana, que es en realidad la madriguera de muchos de nuestros males más profundos.
La condición de mujer ha sido estigmatizada por siglos. En la antigüedad, muchas de las prohibiciones más atroces de origen religioso hacían de la mujer su víctima.
El Deuteronomio condenada a ser lapidada hasta la muerte, a la joven que una vez tomada por esposa, fuera hallada no virgen, y en el siglo II de nuestra era, Tertuliano decía: "Mujer eres la puerta del infierno".
Mucho camino hemos andado desde entonces, pero no lo suficiente.
¿Cuántas veces en México se repite la frase machista de que las mujeres, como las escopetas, deben estar "cargadas y arrinconadas"
Por siglos la sociedad frenó la participación de las mujeres en la política, el arte y la economía. La igualdad jurídica que establece el Artículo cuarto de la Constitución. "El varón y la mujer son iguales ante la ley", resulta una caricatura en nuestra realidad.
Quienes son capaces de robarle la alegría a las mujeres, de ultrajarla y asesinarlas, son unos monstruos; si existiera el Infierno, tendría un lugar especial para ellos.
Exigimos a nuestros gobernantes que dejen de simular. Como dijo Alejandro Martí: Si no pueden que renuncien.
Voy a ser políticamente incorrecto. Es incomprensible gastar una enorme cantidad de recursos monetarios y atención de altos funcionarios del gobierno en volver a analizar qué pasó con los 43 estudiantes de Ayotzinapa, cuando criminales impunes siguen matando mujeres. Sólo en julio van cerca de 80 mujeres asesinadas.
Si el gobierno pudiera atender ambos delitos, sería fantástico. Si tiene que escoger entre el pasado, cómo lo está haciendo, y el presente, debería optar por los problemas de hoy.
Tiene que ofrecerles un futuro seguro a las mujeres de México.
Hay que poner toda la atención del gobierno y de la sociedad en la tragedia que viven tantas mujeres en nuestro país.
Hasta ahora, AMLO ha dicho poco al respecto.
Los femicidios vienen del pasado.
Pero el gobierno de AMLO es responsable del presente. De invertir o no su incansable energía en cambiar esta horrenda tendencia criminal. Un gobierno determinado a enfrentar estos delitos mandaría una señal poderosa a los asesinos de mujeres.
Sin duda se necesita qué gobernadores y alcaldes se involucren mucho más en el poder. Son parte del problema.
Sin embargo, AMLO tiene todo el poder.
Está en él encabezar esa batalla.
Todo el poder es toda la responsabilidad.
Si el gobierno de AMLO no actúa con determinación en ese tema, corre el riesgo de quedar manchado irremediablemente por el río de sangre de las mujeres asesinadas. |
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