Francisco Cabral Bravo
Con solidaridad y respeto a Ricardo Ahued Bardahuil e Ing. Eric Patrocinio Cisneros Burgos
Apenas la semana pasada comenté ese pragmatismo, sobre todo en Occidente, se resume a una visión de corto plazo mercada, principalmente, por el egoísmo y la ignorancia.
Nos focalizamos en un promocionado bienestar material y excluimos, por lo regular, la búsqueda del bienestar espiritual.
Decidimos dejarnos envolver por la gran trampa del lúgubre materialismo. Destructor de vidas y de naciones.
El mundo moderno se encuentra en una gran crisis por la falta de comprensión de nuestra efímera existencia.
Pocos seremos los que vivamos más de 100 años y ante nosotros se extiende la inmensa e indiferente eternidad. Infinidad de personas piensan que la búsqueda de la iluminación y de la espiritualidad significa dejar todo e irse a vivir a una cueva común asceta. O emigrar a las montañas del Himalaya y aprender a vivir de las hierbas y del aire. O creen que el ser un fiel discípulo de doctrinas religiosas y cumpliendo a cabalidad las reglas ortodoxas, los llevara a comprender la trascendencia de nuestro ser y el significado real de nuestra vida y de nuestra muerte.
Tomar la vida de manera madura y seria empieza por tener conciencia de nuestra transitoria, frágil e impermanente existencia.
En el mundo contemporáneo es incuestionable que debemos trabajar y ganarnos la vid. Las necesidades de alimentación, vivienda, educación, etc., no se nos va a aparecer por medio de una meditación.
Pero no por eso debemos encadenarnos a una rutina sin sentido, desgraciada y sin perspectiva de un sentido profundo.
El tema esencial, primordial de nuestra existencia, es encontrar un equilibrio. Un justo medio. El Buda lo explica maravillosamente a través de la Parábola del laúd.
Te quiero preguntar una cosa, Sona, dijo el Buda. ¿Suenan bien las cuerdas de tu laúd cuando las tensas demasiado?
-En absoluto, señor, repuso Sona, en tal caso los tonos son demasiados altos.
-Y si dejas las cuerdas demasiado flojas, ¿suenan bien?
-Tampoco señor, porque, en tal caso, los tonos son muy bajos.
-Entonces, Sona, te pregunto, cuándo las cuerdas de tu laúd no están demasiado tensas ni demasiado sueltas, ¿suenan bien? Es decir, cuando están en justa y precisa tensión, ¿los sonidos son adecuados?
-Por supuesto, señor, afirmó sin ninguna duda Sona.
-Pues así, explicó el Buda, un exceso de atención, Sona, extenúa la mente e irrita más los pensamientos; como un defecto de atención conduce a la indolencia y la pereza. O sea, ambas actitudes son equivocadas. Debes aplicarte con atención serena y esfuerzo ecuánime, controlando tus sentidos.
En otro orden de ideas, coloquialmente, se dice que el ornitorrinco tiene un pico parecido al del pato y una cola similar a la del castor. Además de esto, tiene veneno en las patas traseras y es mamífero y ovíparo al mismo tiempo. Armemos una imagen parecida que represente alegóricamente la realidad por la que transitamos.
Las alianzas impulsadas desde y contra el poder privilegian posiciones sobre posturas, medios sobre fines y ven al electorado como su instrumento.
Entre el extravío y el cinismo de las dirigencias partidistas reales y formales, la democracia sufre un retroceso. Son los partidos, como dice un amigo, el hoyo negro de la democracia mexicana. Por mero instinto de sobrevivencia o simple codicia del poder, las causas, el decoro y, desde luego, las convicciones han vuelto al desván o la gaveta. Van de regreso al altar donde los políticos de medio pelo, estadistas bonsái o revolucionarios a escala veneran los medios y se olvidan de los fines, entonando salmos al pueblo o la ciudadanía, rogándole dejarse usar como instrumento.
En las alianzas impulsadas desde o contra el poder, el más vulgar pragmatismo sepulta a los principios, las posiciones a las posturas, y el abuso a la mesura. Son alianzas desalmadas, matrimonios de interés que incentivan la subcultura política, el subdesarrollo de la democracia y desvanecen, de nuevo, el horizonte nacional. La mediocridad elevada a rango de estrategia, el ansia disfrazada de anhelo.
Enfrente no cantan mal las rancheras. La confirmación de la alianza de Acción Nacional y el Revolucionario Institucional, llevando por llavero o rémora al perredismo es un agravio a las militancias partidistas y la resistencia ciudadana.
Si militantes y ciudadanos opositores reclamaban a las dirigencias albiazul, tricolor y negriamarilla una alianza transparente, abierta e incluyente y con propuesta, con toda firmeza Marko Cortés, Alejandro Moreno y a regañadientes Jesús Zambrano hicieron exactamente lo
contrario: un pegoste opaco, cerrado y excluyente, volcado sobre las posiciones no en las posturas. Tan fue así que, ni por un mínimo de cortesía, los organismos de la sociedad civil fueron invitados como espectadores al graderío y mucho menos como activistas en el templete. Un supuesto dirigente, un presunto delincuente y un famélico sobreviviente llegaron a un arreglo cupular con tal de salvar las prerrogativas, el pellejo o el registro haciendo lo de siempre, aun cuando ahora se empeñan en aclarar que no acordaron lo pactado, un convenio fincado en la transacción del proporcional reparto de las prebendas y la defensa de los intereses. Esa es la opción que ofrece la oposición. Como diría Claudio X. González, bajo la sombra del árbol donde se cobijaron los organismos de la sociedad no germina ni la mala hierba.
Si la militancia partidista opositora y la resistencia civil al gobierno no rescata la dirección de esos partidos y, con ello, la alianza opositora habrá rendido la plaza al movimiento que quieren desplazar, sin que éste tengo mucho esfuerzo que hacer, a excepción de conjurar la división interna que lo amenaza. Y, desde luego, falta todavía por ver de quién es el turno de la próxima traición de Alejandro Moreno.
En vez de andar empujando o arrendando vehículo político sin motor, la militancia opositora y los activistas de la resistencia ya deberían ir pensando en formar un nuevo partido, en vez de instar a Movimiento Ciudadano a sumarse a su fracaso. Cuesta mucho más trabajo desde luego, pero así es más probable llegar adonde se quiere ir.
Con esas alianzas desalmadas queda en vilo la democracia y el horizonte nacional.
Ojalá el Instituto Nacional Electoral no termine otorgando el registro provisional a los cárteles criminales por estar más organizados que los partidos políticos. No es un optimismo imprudente. La experiencia me ha enseñado que el futuro no existe; se convierte en realidad con la acción política, con el esfuerzo común de la sociedad, y la dirección política de un programa que a todos incluya.
México, en su historia, tiene lecciones muy claras de lo que sucede cuando el país se divide.
Hemos perdido territorio, población, recursos. No es el momento de llamarse a ofensa.
Aunque puede haber las condiciones y la razón, lo cierto es que en este destino común solo podemos avanzar unidos. Todos lo sabemos. Los números son claros, las encuestas también.
¿Qué hacer? Mantener la unidad. Partidos y sociedad se necesitan. Los primeros para poder ganar, la sociedad para tener la opción. No
se trata de cualquier opción, se trata de cambiar el sistema político, con mayor pluralidad. Gabinete de coalición, mayorías legislativas de coalición. No implica de manera alguna unanimidad, por el contrario, implica un nuevo ejercicio de gobernanza, de nuevos equilibrios en la conformación de políticas públicas qué respondan a la causa de la sociedad, qué con su voto, otorga a cada quien un lugar, pero que será el debate, la confrontación de ideas, lo que aporta la mayor solución. |
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