Con solidaridad y respeto a Ricardo Ahued Bardahuil e Ing. Eric Patrocinio Cisneros Burgos
Me detengo a leer un gran libro que estudia las causas por las que hay naciones exitosas y otra que fracasan. El libro (Why Nations Fail, de Daron Acemoglu y James A. Robinson) e inicia con un ejemplo que nos evidencia y duele. El libro compara las condiciones de vida de Nogales, Arizona, con las de Nogales, Sonora, dos ciudades divididas por una frontera inventada por el ser humano. En una, los residentes tienen una renta per cápita de 30 mil dólares promedio y en la mexicana, solo de 7. El capítulo se centra en las condiciones de salud evidenciando que ambas ciudades vecinas tienen el mismo clima, la misma orografía, la misma gente, pero la esperanza de vida entre uno y otro es el sistema de salud al que tienen acceso.
Qué ha sido diferente entre ambas ciudades para que una tengo un nivel de bienestar tan evidentemente superior a otra? Ambas ciudades fueron colonia española, parte de la Alta California y compartieron Mi historia hasta que Nogales, Arizona, pasó a ser parte de Estados Unidos. Y es aquí donde empiezan a mostrarse las diferencias. Inglaterra que fue el país que colonizó y controló Estados Unidos, pero también los organizó en sus reglas.
A México nos colonizó y organizó España. Para el siglo XVIII, Inglaterra y España eran potencias europeas con monarquías como organización política, pero con una diferencia fundamental.
La monarquía de España era absolutista y la de Inglaterra ya tenía una constitución con 500 años y ya le habían cortado la cabeza a un rey, consolidando la representación popular en un parlamento. En España, las Cortes eran todos aristócratas, amigos del Rey. Para no ahondar más en el libro, resumo que Inglaterra basó su organización política en instituciones y, más importante, reglas claras del juego, algo que te llama Estado de derecho y orden.
Los fundadores de Estados Unidos, que fueron gente de una preparación e inteligencia poco valorada, tenía una base firme de donde construir un país. Mientras los estadounidenses han tenido una sola constitución, Nosotros hemos tenido al menos cinco. La razón es que no había un sistema de balances que nos estabilizara y nos diera un propósito. Cada presidente, que llegaba, destruía lo anterior en lugar de construir sobre lo ya hecho, y eso enojada a sus adversarios y el país permanecía en una división política permanente.
He ahí la diferencia de los primeros 100 años de historia independiente entre México y Estados Unidos.
En la Unión Americana no hubo un solo golpe de Estado y una guerra civil, mientras que aquí nos la pasábamos entre guerras civiles y cuartelazos. La razón no había Estado de derecho ni instituciones.
Los fundadores de Estados Unidos determinaron que la República requería de diversos balances para funcionar y complicar los cambios abruptos y la intromisión del gobierno en la vida de los particulares. Para ello, los estados miembros de la unión fueron dotados de autonomía para cobrar impuestos y generar su propio desarrollo. Compiten entre ellos. Piense usted lo que era Michigan en 1960 y lo
que es hoy Texas. Este fue el balance transversal, pero el vertical controlaría al gobierno federal y sería un concepto sin el cual, no hay ni instituciones ni Estado de derecho: la división de poderes.
La tiranía siempre ha sido enemiga de las instituciones y de la división de poderes. Es lo primero que atacan cuando llegan al poder. Para preservar y proteger a las instituciones está el Estado de derecho, que es un marco que regula lo que se puede y lo que no se puede hacer. Para ejercerlo, se requiere de voluntad, ética, es decir, las instituciones y el derecho dependen de la virtuosidad o ruindad de los individuos, y es ahí donde falla todo.
Nos ha costado mucho llegar al lugar dónde habíamos llegado hasta hace poco. Tenemos como vecinos al país más exitoso del mundo, pero es con quien nos queremos pelear y no emular. Las instituciones son mucho más, a decir de Tocqueville, ellas viven en la mente de los ciudadanos.
Si algo necesita México para enfrentar sus graves problemas es más respeto a la legalidad, no menos.
El futuro de México y Estados Unidos se definirá en la frontera. No estoy afirmando que el futuro de la relación bilateral se definirá con la estrategia que implementen los vecinos.
Lo que quiero subrayar en la primera oración de esta estrategia es: Literalmente, el futuro político, económico y de seguridad de México y Estados Unidos se definirá en los 3,152 km de frontera que separan ambos países. Y pareciera que los mandatarios de ambos países han olvidado esta realidad. En este momento, la política exterior de los presidentes Joe Biden y López Obrador está exclusivamente enfocado a dos o tres temas, que tienen valor político, pero no están considerando el valor estratégico en asegurar la capacidad de que ambos países pueden resolver a corto y mediano plazo los temas que podrían desestabilizar las democracias en ambos países: desigualdad extrema, migración extrema y desorganizada, factores que impiden libre comercio, imposibilidad de controlar el tráfico de estupefacientes, crisis de agua y calidad del aire, dificultad de controlar organizaciones violentas y el uso de la frontera por actores que busquen llevar a cabo atentados terroristas en Estados Unidos.
La resolución o mitigación del impacto de estos problemas pasan por la frontera. Obviamente, el gobierno de México y el gobierno de los Estados Unidos tienen que defender sus intereses nacionales y estratégicos.
Y siempre habrá temas donde encontramos diferencias extremas. Lo fundamental es que los gobernantes comprendan la importancia y tengan el conocimiento de por qué pelearse con el vecino eventualmente tendrá un Impacto catastrófico.
En este momento, la crisis pública en la relación bilateral tiene que ver con la reforma al sector eléctrico y la muy diferente visión que tiene Estados Unidos sobre el monopolio que debe o no ejercer el estado, y si debe de ser prioridad energía renovable. Más allá de lo que suceda con la reforma constitucional, helechos que surgirán una serie de conflictos que tendrán un importante impacto en el T-MEC y en el interés de futuras inversiones en México.
Y los nacionalistas que leen esta columna dirán que el presidente está en todo su derecho de respaldar la visión que tiene Manuel Bartlett sobre el futuro del sector. Pero más importante sería qué la secretaria Tatiana Clouthier expusiera las implicaciones para la economía mexicana a largo plazo. Y desde de la Casa
Blanca, también deberían considerar si la estrategia de pelear tan públicamente sobre este tema fue un acierto, o simple y llanamente pusieron al presidente en una esquina donde su único argumento es la defensa de la soberanía. Hay que decirlo: De no aprobarse la reforma constitucional, políticamente se considerará una de las grandes derrotas de este sexenio y seguramente, el presidente culpará la injerencia imperialista. En este momento no es claro cómo impactará políticamente a López Obrador.
Otro tema que se está calentando y que seguramente será un factor que definirá las elecciones intermedias en Estados Unidos, es el dramático, extraordinario, posiblemente catastrófico incremento del flujo de migrantes que llegan a México para tratar de ingresar en Estados Unidos. México tiene relevancia debido a su situación geográfica, ya que es un país expulsor de tránsito destino y retorno.
En otro espacio, escribiré por qué creo que estamos hablando de millones y millones de personas que intentarán Ingresar a México y después a los Estados Unidos. De hecho, podría ya haber un millón esperando el momento para cruzar. El problema no solo es de Joe Biden y de los demócratas. El problema humanitario que está surgiendo afecta a todos los gobernantes de la frontera norte y sur de México y Estados Unidos. Hoy es una crisis humanitaria. En las siguientes semanas será una catástrofe humanitaria.
Y el impacto político se sentirá en ambos lados del cerco. El gobernador de Texas Gregg Abbott, enojado ante las medidas tomadas por la administración Biden en materia migratoria, decidió incrementar dramáticamente la inspección de todos los autos y camiones que crucen la frontera. México es el principal socio comercial de Texas y comparten 2,000 kms de frontera y 27 aduanas. Diario pasan por esa frontera hacia Estados Unidos 9,600 camiones; las pérdidas se calculan en 8 mdd cada 24 horas. Literalmente paralizando el movimiento de personas y productos entre ambos países. Esto es un abrebocas de la reacción de gobiernos estatales en ambos lados de la frontera. Algo que hemos aprendido los que seguimos de cerca la relación bilateral es que, rara vez es buena idea que los funcionarios de alto nivel se deschonguen públicamente.
Los gritos y sombrerazos deberán ser en privado y generalmente por funcionarios de segundo, tercer o quinto nivel. Así de simple. |
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