Francisco Cabral Bravo
Hoy vivimos situaciones excepcionales. La combinación de narcotráfico con aumento de muertos, la violencia familiar por confinamiento, el efecto real del coronavirus que llegará en breve, la caída del precio del petróleo, la recesión de la economía mexicana y la baja de las calificadoras a PEMEX y a México, son un explosivo coctel que se completó con el mensaje de AMLO, donde pone como sus prioridades personales por encima del país, con otra devaluación del peso.
Aquí en México el gasto público no alcanza para reactivar la economía, vaya ni siquiera para atender la pandemia. Ha caído la recaudación y seguirá esa tendencia.
Su uso en proyectos inviables, sin estudios y sin utilidad para el país, solo generarán empleos temporales para crear elefantes blancos.
El gasto debería orientarse a proteger a la micro, pequeña y mediana industrias para mantener empleo e inversión.
Se requiere de una política fiscal y monetaria para apoyar la planta productiva y solo se aperturarán créditos a largo plazo con tasa preferente, que no resuelve el problema de liquidez de la economía.
Por eso los empresarios están molestos. Los dejaron solos y así van a responder sin alianzas con el gobierno, según el CCE, porque el diálogo no es útil, ni atiende las necesidades del país.
AMLO presume sus programas sociales como una medida para reactivar el mercado interno. Esto no ocurre porque muchos lo gastan en mercados informales, no pueden contabilizarse como empleos porque no lo son.
No hay padrones, ni transparencia, por lo cual no todos los recursos llegan a su destino. Las obras públicas no se licitan, se adjudican, y aún así se mantiene el discurso anticorrupción sin rendición de cuentas, ni información confiable.
No se tolera la crítica, no se dota a los médicos de insumos para protegerse en una labor riesgosa. Quien alza la voz es marginado.
Un día sí y otro también carga en contra de periódicos y columnistas.
Amenaza con auditorías e investigaciones, con el paredón mediático, sin a la fecha haber procesado algún caso importante.
Se busca una explicación y como un dicho lo que no suena lógico, suena metálico.
Es un falso humanismo.
Los grandes empresarios anuncian medidas para rescatar lo posible.
AMLO recorrió en varias ocasiones todo el país, vio pobreza y miseria, se apoyó en sectores marginados, generó confianza entre clases urbanas, fue un excelente candidato, crítico y mordaz. Su visión es personalista.
¿Dónde quedó el humanismo que AMLO encabezó como discurso de campaña?
No puede aceptar que se equivocó. La crisis no se resolverá con malas inversiones del gasto público.
Así se explica el anillo al dedo, como una visión patrimonialista del poder. Una centralización que no se usa en favor del pueblo, que elude su responsabilidad histórica.
No hay humanismo, la anticorrupción es solo discurso.
El gasto público solo representaba el 30 por ciento del PIB, con las pérdidas de PEMEX, seguramente disminuyó. Son las empresas las que crean el otro 70 por ciento del PIB y emplean mayor número de trabajadores.
¿Cómo se pretende usar el gasto público como palanca del crecimiento?
Sin empresas México caerá, ya no será G-20, ni tendrá peso internacional.
Nos esperan difíciles momentos si no rectifica AMLO, que no es el gobierno, ni es el país.
Por más que lo parezca, el gobierno mexicano no es unipersonal. El gobierno lo conforman, constitucionalmente, muchas más personas. En primera línea, existe un grupo de individuos que trabaja alrededor del ejecutivo federal en sus funciones de gobierno y que son sus responsables directos. Los secretarios de Estado.
Todos ellos son los responsables de las acciones de gobierno y deben rendir cuentas al Congreso de la Unión. Así lo establece nuestra Constitución. Así de claro. Por eso es que el presidente los nombra y destituye libremente, salvo aquellos que específicamente deben ser ratificados por el Senado.
Lo bueno o lo malo de esta administración no es sólo del presidente, sino también de su gabinete.
El mundo ya no será el mismo y la vida diaria tampoco. Hoy, permítame hablar del entorno. Habrá una fuerza creciente en contra de la globalización. Se afianzarán aún más los populismos y los nacionalismos. Esta tendencia adquirirá aún una mayor fuerza.
China aumentará su peso en el mundo.
En el ámbito político puede perder respaldo la democracia.
Hay el riesgo de crisis sociales en el mundo en desarrollo. Para México las interrogantes son más que las respuestas.
La presencia de la recesión ya está fuera de discusión. Lo único que está por definirse es su profundidad y su duración. Sin embargo lo que observamos es probablemente un cambio completo en las ecuaciones políticas y en la autoridad.
Así amable lector, olvídese del mundo que teníamos antes de la pandemia. Ese seguro, ya no volverá.
Mientras ustedes leen este texto, en estos días, quienes puedan hacerlo porque los confinamientos son muy diversos se escribirá y se leerá mucho.
En lo personal estoy intentando de seleccionar textos que me permitan mirar la coyuntura desde una perspectiva amplia.
Intento una gesta que se vislumbra difícil: entender los efectos potenciales de un evento como el que nos embiste. Efectos que inevitablemente se desdoblarán en múltiples dimensiones y que desde ya están cambiando nuestras vidas. ¿Cómo quedarán las instituciones después de la pandemia?
Se ha verificado una ruptura entre pasado y futuro y es irremediable. Por eso la pandemia “es un portal, una puerta de enlace entre un mundo y el siguiente”.
La gran pregunta es cómo será ese mundo que sigue. Si queremos que sea mejor al que teníamos, aunque resulte paradójico debemos pensar que podría ser mucho peor y recordar que el horror ha existido entre nosotros.
Solo desde ese reconocimiento podremos vacunarnos contra una pandemia autoritaria.
Moralejas y conclusiones corresponden por ahora a cada quién.
La base de la estructura piramidal de las clases sociales es la media, esa que ahora padece los durísimos embates de la pandemia en el tema de la economía. |
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