Francisco Cabral Bravo
Con solidaridad y respeto a Ricardo Ahued Bardahuil y José Francisco Yunes Zorrilla
Se presentó el libro Poder y deseo. La sucesión presidencial en México, que escribieron José Elías Romero Apis y Pascal Beltrán del Río. Fue en la UNAM con Raúl Contreras Bustamante como anfitrión en la Facultad de Derecho. Además de protagonista, Francisco Labastida brindó sus comentarios, al igual que Ruth Zavaleta.
Durante 70 años y hasta hace cuatro elecciones, los dos grandes adversarios fueron el PRI y el PAN. Todavía hace 3 años en la elección intermedia era impensable una alianza. Ahora lo son por la Presidencia y por todos los cargos federales, así como por muchos de los locales. Esta elección, es una contienda agresiva, violenta y cerrada. En la que no se enfrentan personas, sin oposiciones. Es la oferta de la continuidad de que ni el cambio hacia dónde.
Los dos bandos son muy fuertes. El de la continuidad tiene la fuerza de gobierno. El del cambio tiene el poder de la inconformidad. Ese es el signo característico de las contiendas de relevo en el mundo democrático a lo largo de lo que va del siglo XXI. En tres de las recientes cuatro elecciones mexicanas y estadounidenses han triunfado las alternancias. Más o menos por allí anda el panorama europeo. Pero en el siglo XX no fue tan distinto. Estados Unidos se caracteriza por ser un régimen de alternancia.
Menciono un dato que no me deja mentir. En los gabinetes mexicanos de los últimos 60 años, tan sólo seis ministros fueron ratificados en un paso de 10 sexenios. De 250 a 300 funcionarios, solo se ratificó a media docena y no más. Y, por cierto, en cuatro de esos seis casos tan solo fue una ratificación temporal y no sexenal. Eso nos da una idea de que a la brevedad sexenal hizo de los sexenios priistas un régimen de alternancias.
En las democracias, todos los gobernantes son transitorios. Más transitorios mientras mejor esté instalada la democracia. Solamente los ciudadanos somos permanentes. Solamente nosotros nos quedamos después de que ellos se van. Sólo nosotros les contaremos a los que siguen lo que sus antecesores hicieron con nosotros. Lo que nos cumplieron y lo que nos engañaron. Lo que nos quitaron y lo que nos quedaron a deber.
Es cierto que hay temores y rumores. He escuchado sobre los fantasmas del boicot electoral, del sabotaje mafioso de la remoción postulatoria, de la anulación de elecciones, de la suspensión constitucional, del interinato presidencial, del maximato, el minimato, del magnicidio y de muchos otros más. Pero hay factores que no deben dar confianza. El más importante es que se trata de un país altamente institucionalizado.
Es tiempo de incertidumbre y es tiempo de sorpresas. Y aún nos faltan muchas. Lo más normal es que unos ganen y que otros pierdan, como suele suceder. Lo mejor sería que todos ganáramos, como ya ha sucedido. Lo peor sería que todos perdiéramos, como también ya lo hemos sufrido.
No hagamos nada para que se nos deshaga ni permitamos que nadie nos la destruya.
Estoy muy seguro de que cada día y cada generación, México será más infalible y será menos inefable.
Durante los casi 65 días que le restan a las campañas electorales, habrá mucho que preguntarse acerca de nuestro papel como sociedad en este proceso y, principalmente, será necesario que dicho protagonismo no se diluya ante las contradicciones y el desgarriate que permea entre la cortesilla política que hoy por hoy, pelea por cada metro cuadrado del territorio y sus implicaciones en el presupuesto de los siguientes años.
En efecto, también nuestra paciencia, como sociedad que ejercerá su derecho al voto, se verá retada y confrontada, quizá llegue a su límite con más velocidad de lo que cualquiera podría imaginar. Basta
con escuchar las diversas manifestaciones públicas, los discursos de quienes pretenden ocupar puestos de elección popular, los innumerables spots con los que se aturde cualquier actividad y, por supuesto, las diversas apariciones en programas de análisis u opinión, para saber qué será necesario generar mucha resistencia para no perderlos en ese gran peligro que es el abstencionismo y, por supuesto, el conformismo grandes males para todo ejercicio democrático que, a pesar de todo, es la única posibilidad del futuro en el país.
Claro, hablamos de la paciencia, que no resignación, ante el espectáculo que nos regalan quienes son capaces de cualquier absurdo con tal de obtener la simpatía, y quizá los votos, de su electorado.
Así, quizá el reto para conservar la paciencia y no dejarse atrapar por la apatía o la desazón, sea que logremos distinguir lo más sustancial e importante entre aquello que resulta absurdo y ridículo, como parte del humor involuntario que existe en la clase política. Sí, en ocasiones, reírnos es una buena alternativa ante semejantes despropósitos: nos provocan risa los bailes, las cancioncillas, las ocurrencias.
Como si en la realidad del país, no hubiera lo suficiente problemas para que en las campañas, se ofrezcan alternativas, posibles soluciones y estrategias que permitan imaginar un futuro que no admite banales especulaciones. Esta sería una de las principales exigencias que se deben orientar a quienes creen que en una campaña política solo es una carrera de popularidad para llegar a la alberca del erario y el poder.
Lo más interesante es percatarnos que, justo en este aspecto, se asoma el capital político y social con el que cuenta cada candidata o candidato. Y las implicaciones de sus actos, sus discursos.
Y, por otro lado, se presenta algo que es cada vez más evidente exigir ideas nuevas o alternativas. Respiremos y seamos pacientes, pues aún falta mucho por ver. Y lograrlo no será fácil.
Pero vayamos por partes. La moneda está en el aire y el resultado electoral es incierto.
En otro contexto el otro día me decía un amigo al que admiro mucho que aferrarse al poder de forma tan obsesiva es sintomático de una personalidad tóxica.
¿Qué habrá pensado Nerón antes de ordenar incendiar la ciudad entera? ¿Qué grados de terror debió Calígula de infringir para que prácticamente todos desearan su muerte? ¿Qué habrá cruzado por la mente de Juan I de Inglaterra antes de declarar tantas guerras que sabía tenía perdidas de antemano? La hubris, esa enemiga mortal de todos los tiranos. Ese delirio de grandeza tan destructivo y aún autodestructivo.
En días recientes, el mundo ha sido sacudido por dos grandes amenazas provenientes de líderes que, en teoría, deberían velar por la paz y la seguridad globales. Pero ya sabemos que ninguno de los dos lo hace. Primero fue el autoritario Vladimir Putin agitando nuevamente su arsenal nuclear sobre occidente. Luego el demagogo Donald Trump advirtiendo de un "baño de sangre" si no resulta electo en 2024.
En ambos casos, estos sujetos ponen en riesgo la estabilidad del orden mundial por el mero hecho de que sus principios y prioridades orbitan exclusivamente en torno a la perpetuación y engrandecimiento de su ego y estatus personales. El auténtico liderazgo político responsable va más allá.
Tolerar o avalar tales conductas desde posiciones de poder constituye en sí mismo un acto de transición a los más altos valores e ideales que deben inspirar y moldear el ejercicio del buen gobierno.
Su narcisismo es el reflejo de su indignidad para aportar las riendas del mando a cualquier nivel. Esa es una verdad que las sociedades libres no deben olvidar jamás
Incertidumbre: el desconocimiento de algo que crea un sentimiento de inquietud, desasosiego, duda, recelo, sospecha, indecisión. Buena
definición para lo que sentimos muchos mexicanos al pensar en el proceso electoral, las elecciones y los resultados.
Los electores son bombardeados de publicidad basada en un derroche de recursos (pagados por los mexicanos) destinados a publicidad en los medios tradicionales (Tv, radio, prensa, bardas, volantes, espectaculares, pósters) y medios digitales (Facebook, Instagram, Tik Tok, WhatsApp). Los teléfonos de las casas y celulares resuenan con grabaciones de candidatos que buscan el voto, y compañías encuestadoras. Para el día de la elección, muchos ciudadanos habrán llegado al hartazgo creado por los mensajes de los candidatos. Sobre todo, por la credibilidad de que gozan los políticos; de acuerdo al índice de Confiabilidad 2023, hecho por la consultora Ipsos, las actividades que menos confianza generan en los mexicanos son políticos (18%) servidores públicos (18%), policía (20%), titulares de dependencias públicas (21%), publicistas (27%), presentador de noticias de tv (27%) y abogados (29%). ¿Le sorprende? Y todas estas profesiones son cruciales en cualquier elección.
Ante la incertidumbre, las personas recurren a un sin número de formas para conocer el resultado de algo que les inquieta. De ahí que existan los horóscopos, la lectura de tarot, del café, la palma de la mano y demás formas de "visualizar" el futuro. En el mundo de las ciencias, la probabilidad y la estadística suplen lo que los oráculos y chamanes trataban de predecir desde el inicio de la humanidad. Las leyes de la naturaleza conocidas a través del reconocimiento de patrones predecibles, dan claridad en los procesos y resultados esperados.
¿Son confiables las encuestas? Científicamente sí, políticamente, depende a quién le pregunte. Al final del día, lo que cuenta es el voto ciudadano y no lo que digan los porcentajes del oráculo. No permita que su voto sea influenciado por las encuestas, analice las propuestas, trayectorias y resultados de los candidatos.
Recuerde Juárez y su generación, dice Octavio Paz, fundaron un Estado cuyos ideales serían los de una República moderna alumbrada por la ilustración de Rousseau, Montesquieu, Marat y tantos.
Juárez soñó con una convivencia de criollos, indios, mestizos, con matices y opiniones, con separación de poderes y garantías individuales, es decir límites de "soberanía popular" al poder político establecido por la razón y los argumentos deliberados cuyo testimonio culminó en la Constitución liberal de 1857. |
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