Vemos que en la vida siempre existen muchas maneras de seguir adelante, pero lo que tengo claro es que no basta con tener las ganas de hacerlo, ni mucho menos con tener una razón para ello, sino que además es necesario buscar la manera para triunfar.
Atisbar lo que puede traer el futuro es siempre complicado. Pero hacerlo cuando nos enfrentamos quizás al momento de mayor incertidumbre en las últimas décadas, lo convierte en poco menos que una adivinanza.
La seguridad tiende a empeorar, la contención del Covid-19 no existe y la economía de las empresas y de los mexicanos a diario se erosiona a una velocidad preocupante.
El Presidente está consciente de que tiene que dar un golpe de timón.
Desde las próximas semanas, México vivirá una efervescencia política, pues deberán definirse miles de candidaturas para las próximas elecciones y la competencia por ocuparlas va a marcar buena parte de la dinámica política de los siguientes meses. Ya que se definan, tendremos un 2021 que en su primera mitad va a estar sacudido por la competencia electoral y en la segunda mitad por las consecuencias del balance político que resulte.
En lo más recóndito, escondido e íntimo de Palacio Nacional ya empezó a tomar forma una ruta de salida para anticiparse a la despresurización de lo que en el arranque de 2021 será una bomba de tiempo: el manejo financiero del país.
La salida del actual secretario de Hacienda y Crédito Público, Arturo Herrera es eminente, se tiene y se va a ir. No dio ni da para más.
Decían y repetían: Jesús Silva Herzog. José Ángel Gurría y Francisco Gill Díaz, “Para ser secretario de Hacienda no basta serlo, hay que parecerlo”, un principio que intentó fallidamente Carlos Urzúa y mejor se fue.
Un nombre empieza a sonar: Rogelio Ramírez de la O.
Pero sabe que no puede dar un salto al vacío. Debe tener control sobre dos carteras claves: Energía y economía, hoy en manos de Rocío Nahle y Graciela Márquez. Sí Ramírez de la O no las controla no tomará el riesgo.
Cambiando de tema, unos 650 intelectuales y académicos, más las personas que se han sumado desde entonces por medios electrónicos, firmaron una carta abierta al presidente titulada “En defensa de la libertad de expresión “aunque es verdad que la carta también denuncia otras políticas del gobierno, como su desinterés por los
reclamos de grupos de mujeres, de ambientalistas, de víctimas de la violencia y el debilitamiento de los órganos autónomos, entre otras.
Se trata entonces de una carta de quienes han sido críticos de las políticas de gobierno, y no solamente un reclamo sobre la libertad de expresión. Es inevitable, ante este conflicto entre intelectuales y el gobierno, retomar parte de un viejo debate que tiene que ver con el rol de los intelectuales en la sociedad y de su relación con el poder político.
“Intelectual, escribió Gabriel Zaid, es el escritor, artista o científico que opina en cosas de interés público con autoridad moral entre las élites.
Los intelectuales construyen espejos de interés para la sociedad: para distanciarse de sí misma, desdoblarse, contemplarse, comprenderse, criticarse, fantasear. En el espejo de la página, crean experiencias especulativas, prácticas, teorías, ejercicios espirituales donde la sociedad se reconoce como pensante, crítica imaginativa, creadora, en movimiento” No hay duda de la importancia central que tienen los intelectuales para animar y darle contenido a la discusión nacional.
Los intelectuales que opinan sobre lo público en medios de comunicación encabezan el debate crítico y aportan elementos que son retomados por los ciudadanos en un intercambio que es fundamental para la vida democrática. Sin embargo, también es cierto que el Estado en distintos momentos de la historia reciente, ha tratado de utilizar su poder económico y regulatorio para cooptar o controlar a intelectuales y medios.
En su crítica a los intelectuales que firmaron la carta y a pesar de sus hipérboles y comentarios insidiosos, el presidente tiene algo de razón, aunque también es cierto que no ha hecho nada para sanear esa mutua dependencia y que esta administración, a pesar de las constantes denuncias al pasado, en lo que se refiere a la relación con los medios de comunicación sólo se repiten viejos vicios con nuevos actores.
Hannah Arendt, en un artículo para la revista The New Yorker, escribía sobre la relación del poder político con la verdad, la opinión y la importancia del debate.
Hay algunas claves que, en mi relectura de este artículo, nos pueden ayudar a entender mejor la naturaleza de la disputa actual entre intelectuales y el poder. La política, escribe Arendt, siempre ha estado en malos términos con la verdad. La verdad, es coercitiva, definitiva; escapa de acuerdo, a la disputa, a la opinión, a la persuasión, a la disuasión. La verdad, en tanto que es inamovible limita el poder, cancela opciones, tiene una fuerza que no puede ser monopolizada. Las opiniones en cambio pueden ser debatidas, rechazadas o aceptadas. En ese sentido, la verdad es contraria a la actividad política.
Lo que vemos hoy en México es un intento del gobierno por politizar los hechos y una renuencia a participar en el libre debate de opiniones. Si un hecho limita las
opciones del gobierno, se cuestiona. Si alguien tiene una opinión que cuestiona al gobierno, con razón o no, se le desacredita.
Para finalizar, estoy convencido que una de las premisas para lograr inversión, crecimiento y empleo es la certidumbre. Esta se refiere a las “reglas del juego” que determinado país establece para el trato a inversionistas privados en distintos sectores, es decir, se refiere a la legalidad de los actos de gobierno. En el respeto al Estado de Derecho, que permite generar la confianza para garantizar cuantiosas inversiones y generar empleos mejor remunerados.
La caída del PIB está registrando cerca de un 9% lo que aumentará el empleo informal, la delincuencia y el narcotráfico.
Lograr la confianza requiere de transparencia, medida en términos de legalidad, es decir, conocer los detalles y costos de los proyectos gubernamentales.
La última noticia, la renuncia de Jaime Cárdenas, abogado y actor político de izquierda por años, catedráticos y hombre de acción. Las razones que describe exhiben el desprecio a la legalidad en el funcionamiento de las instituciones. Explica su dimisión con denuncias penales que presentó ante la FGR por robo de joyas, manipulación de subastas, malas valuaciones, la falta de entrega de
Mil millones de pesos de la rifa del avión, ha salido carísima a AMLO en dinero y prestigio. Es mejor irse que quedarse a correr riesgos de ser culpado por malos manejos y cárcel.
Porque para el presidente es fácil dar órdenes, pro el que firma debe apegarse a derecho o meterse en líos al afectar bienes de la nación. Más vale aquí corrió que aquí quedó, bien por Jaime Cárdenas. |
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