Ciertamente esperamos paso a paso un frágil crecimiento económico. Tampoco estamos seguros que Pemex y Dos Bocas logren sus metas. El Tren Maya y el daño ecológico que causará no se compensa por su viabilidad económica.
Pero lo cierto es que a pesar de todo nuestra situación es mejor que la de otros países latinoamericanos. Las tensiones con Estados Unidos han bajado y firmamos el T-MEC, que aún con sus riesgos, es mejor no tener el bloque norteamericano vigente.
La inflación sigue bajas y el tipo de cambio se mantiene, el gobierno federal está siendo fiscalmente disciplinado, la proporción deuda/PIB se mantiene, funciona el Banco de México, que estimo bajaron las primas de riesgo de crédito tras paquete económico 2020.
Las deudas de NAIM se pagan aunque no tendremos un aeropuerto de clase mundial, y salió más cara la cancelación. El proyecto aún de definición de Santa Lucía, además del daño que ocasionó al riesgo país en honrar contratos internacionales y minimizó confianza.
Críticas al manejo del sector energético, la cancelación de licitaciones petroleras multimillonarias que requiere para revertir su declinante producción de crudo. La falta de crecimiento no sólo afecta alías, sino directamente al gobierno al bajar su capacidad recaudatoria, su gasto público y mantener el superávit fiscal.
Cómo en todo inicio de año hay buenas y malas noticias. Pero prefiero ser optimista pese a los riesgos.
No he cambiado mi percepción sobre AMLO y su gobierno, pero creo y así lo siento que la curva de aprendizaje, que aún no concluye, y la terca realidad harán su trabajo para tomar decisiones más acertadas en la conducción del país. El voluntarismo en un mundo globalizado no tiene cabida y son altos e inmediatos sus costos.
Pareciera y esperemos que el proyecto de infraestructura que concesiona a privados servicios público por financiamiento ayuden a recuperar empleo e inversión.
Que se cumplan con todos los reglamentos, la parte técnica, la legal y la medioambiental para su funcionamiento adecuado, a través de procesos de licitación transparentes.
México es un gran país y merece un gran destino.
La brecha de la desigualdad social es sin duda un lastre que debe acabarse para construir una mejor sociedad, pero sólo se puede lograr mediante educación, seguridad, salud, inversión y empleo digno, ingredientes que en otros países han aplicado exitosamente, ejemplos; China y la India.
La ciencia no es local como la directora de CONACYT pretende, se requiere de ampliar el universo de nuestros científicos. Las becas son básicas para lograrlo, son preferencia más que por el talento.
La desigualdad también afecta a hombres y mujeres. Hoy la sociedad nos necesita a todos.
El nuevo mundo de las tecnologías de la información, de las ingenierías, no distingue sexo. Las mujeres lograron el año pasado que la a paridad se ampliara como principios constitucional.
Falta reglamentar dicho principio en varias leyes, labor que el Congreso de la Unión debe realizar.
Este cambio implica un gran avance, pero también cierta violencia, por razones culturales y por discriminación a las mujeres.
Estamos ante lo que será una nueva cultura de igualdad que se tendrá que imponer poco a poco, pese a resistencias.
Así que soy optimista. Hay riesgos de retrocesos en lo político, en lo económico, en lo medioambiental, en lo científico, en lo educativo, y en otras áreas, pero estamos dando la batalla por avanzar juntos a nuevos estadios de desarrollo, con inclusión, sin discriminación, con oportunidades, con experiencias, en todas las áreas del diario quehacer público, privado y social.
Lo vamos a lograr y será un cambio que a los hombres también los liberará de estereotipos, de responsabilidades absurdas de su masculinidad, de la proveedora única, de la comprensión de diferencias que nos unen y nos igualan.
Deseo que esta década, sirva para fortalecer los fundamentos legales, políticos, éticos y económicos a nivel global para lograr altas tasas de crecimiento económico, sin sacrificar libertades individuales, con una mejor distribución del ingreso e inclusión social y mayor felicidad.
Que busquemos la felicidad para nosotros, y, para los demás con todo el tesón del que seamos capaces de poner, y que esta búsqueda no nos cause daño, tampoco a terceros, al contrario, nos acerque más a Dios.
Lo que realmente hace distinto a este tiempo es que ya no podemos seguir instalados en la sorpresa. Ya no hay cisnes blancos, la mayoría son cisnes negros.
Estamos instalados en un tiempo en el que la sorpresa es nuestro pan de cada día y en el que los únicos que aparecen como boxeadores noqueados, son la masas de los pueblos que van de disgusto en disgusto y sin poder ser capaces de producir cambios de regímenes.
Pero la letanía no se ha acabado. Se acabaron los lamentos y las sorpresas que nos acompañan en nuestra vida cotidiana.
O nos levantamos y entendemos que este es un momento que se rige por magnitudes nuevas, o realmente lo único que nos espera es seguir en esta espiral de la protesta contra la protesta y dónde los gobiernos pasan y las situaciones siguen sin cambiarse.
Frente a lo anterior sólo se me ocurre saber que estamos frente al año del salto.
Ha llegado el momento de salir de esta situación en la que simplemente estamos con la boca abierta filtrando a través de nuestro Twitter o de nuestro teléfono celular todos los odios que llevamos dentro y toda la insatisfacción que nos produce un mundo en el que cada día tenemos menos respuestas que dar a los jóvenes y menos dinero para dar a los viejos.
Empieza 2020. Échese mano a la cartera, pero sobretodo échese mano al ánimo.
No es que todo arda, es que todo está cambiando a tal velocidad que lo que se echa de menos es contar con posibles hojas de ruta. |
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