Con solidaridad y respeto a Ricardo Ahued Bardahuil e Ing. Eric Patrocinio Cisneros Burgos
Dice el diccionario de la Real Academia Española, siempre tan escueto que forjador o forjadora "es la persona que tiene por oficio forjar". Y de forjar dice "que es dar la primera forma con el martillo a cualquier pieza de metal".
El diccionario Océano Uno coincide y agrega, como una aceptación de sentido figurado que forjar es crear algo con esfuerzo. Pero ya sabemos que los diccionarios tratan más de palabras que de vida (aunque las palabras sean vida desde luego).
Si las palabras no tuvieran alcance metafórico, ¿qué sería de ellas?, ¿y qué de nosotros, solo con palabras de significado estricto?
Porque forjador es el que forja, ya se sabe, pero lo que importa es lo que forja, a partir de qué lo forja, cómo lo hace y hasta dónde puede llegar con lo que forja. Por eso los forjadores son aquellos que se inventan su propia vida y contribuyen al desarrollo y bienestar de otros.
Los forjadores crean mucho con muy poco y transforman la existencia de miles de millones a partir de una idea y de una gran dosis de tesón. Y por supuesto, de imaginación, talento y liderazgo.
Los forjadores no son seres alados que están predestinados a la cumbre, y tampoco son entes mitológicos que tienen asegurado un lugar en las alturas. Suben por cuestas empinadas casi siempre, fracasan continuamente y se renuevan una y otra vez.
No es que no tropiecen, no, lo que ocurre es que saben levantarse, sacudirse el polvo y empeñarse en alcanzar el horizonte. Y si el horizonte se aleja a cada paso, no importa, porque la aspiración de llegar ya ha cumplido su propósito: el horizonte, al alejarse, enseña a caminar.
Los forjadores saben ver más allá del alcance de los ojos, intuyen, arriesgan, persisten, rectifican, avanzan, construyen.
Se equivocan, claro, pero aprenden, insisten, perseveran, innovan. Aspiramos a que mexicanos de todas las edades y condiciones socioeconómicas se inspiren con estas historias para que fortalezcan sus sueños, su voluntad y su capacidad de llevarlos a cabo.
México necesita más y más forjadores, mujeres y hombres con visión y capacidad de gestión, hombres y mujeres dispuestos a hacer que las cosas sucedan.
Como apunté en una columna previa cada vez más, los procesos políticos parecieran disociarse de los marcos legales.
Como si ambas esferas del poder público fueran independientes o solo encontraran interrelación objetiva en momentos de conveniencia, conforme a las percepciones de los distintos segmentos que componen a una sociedad democrática, y no dentro de un complejo sistema de contrapesos que genera orden y predictibilidad al conjunto social.
Por un lado, se encuentran las decisiones de gobierno que no encuentran las vías normativas para ser sustentadas de origen o continuadas con legalidad en la práctica o por lo que las autoridades proceden a la emisión de decretos, al cambio de su naturaleza administrativa o a dotarles de elementos fachada, a fin de facilitar su operación con la apuesta de que los tribunales podrían terminar valiéndose o postergando su resolución, en tanto avanza esa política pública u obra de gobierno hasta hacerla irreversible, a pesar de ir en contra del marco constitucional.
Donald Trump no procesó bien su derrota y, paradójicamente, es esa misma actitud, la del borrado de líneas entre la vida institucional y los intereses personales desbordados, la que pudiera terminar por descarrilar políticamente su aspiración de presentarse una tercera elección presidencial como abanderado del Partido Republicano Hoy, el ex presidente Trump se encuentra a dos fuegos judiciales.
Uno vinculado a su presunta responsabilidad por el asalto al Congreso de Estados Unidos. El segundo relacionado con acusaciones de manipular el valor de los activos corporativos del emporio Trump ante prestamistas y reguladores sectoriales, con el fin de acceder a préstamos preferentes y excepciones fiscales.
Como apunté en una columna previa Jean Jacques Rousseau, filósofo y pedagogo, un pensador que influenció en el espíritu de la revolución francesa, aseguraba que "el hombre es bueno por naturaleza". Ojalá tenga razón. Tan amarga es la paciencia que el propio origen de la palabra la remite al dolor, viene de latín pati, que significa sufrimiento, y de esa misma raíz deriva paciente, entendido en los hospitales y el mundo de la medicina como "el que sufre".
La paciencia es una característica de la personalidad prudente. La tienen aquellos que son capaces de tolerar las dificultades y adversidades con fortaleza. Esperan con calma mientras suceden las cosas que escapan a su control. No es mi fuerte, soy impaciente y ansioso, me cuesta esperar, dejar madurar una idea o un proyecto, entró con facilidad en el desánimo cuando las cosas no fluyen al ritmo que pretendo y esa condición me ha causado más de una decepción y más dolor que el sufrimiento que se le atribuye a la paciencia. No soy el único. El estilo de vida actual, las nuevas plataformas de comercialización, que una de sus cualidades es la entrega inmediata, o la tecnología e incluso la manera en que educamos a nuestros hijos, nos lleva a la falta de visión para saber postergar las recompensas y pretender que todo sea inmediato. Ya no sabemos saborear una serie a un capítulo por semana, eso queda sustituido por los maratones en Netflix y otras cadenas de streaming, donde podemos ver todos los episodios de una temporada en una sentada. Hasta cocinar a fuego lento cede el paso al Thermomix o al microondas.
Toda esta explicación sobre la paciencia era sólo una introducción para contarles lo eterna que se me está haciendo la espera para ver que las cosas mejoren en nuestro país.
Ya no creo que sea una cuestión de tiempo, llevamos 4 años, y los avances se dan sólo en la imaginación de nuestros políticos y los mexicanos estamos a dos rayitas de pasar de ser pacientes a ser resignados. No sirve sentarse a esperar, a mí juicio, tenemos que empezar a exigir. Poner nuestra gota de agua, despertar de este letargo, hacer propuestas y participar, cada cual desde su trinchera y, perdonarán ustedes la bélica alusión, justo en esos días se dirime si tendremos una política militar y renunciaremos al mandato constitucional que define que está debe ser civil.
La oposición tiene que hacerse notar con algo más que crítica destructiva, no basta con denotar el trabajo del actual gobierno, ese ejercicio es por demás infructuoso, el gobierno no oye y el pueblo no sabe qué tienen para ofrecer. Es impredecible que nos planteen soluciones, propuestas de cambio para salir de esta crisis. México es un polvorín, la inseguridad amenaza la paz, la economía empeora haciendo crecer el número de pobres, la salud sigue siendo una promesa fallida. Podría extenderme y sería caer en lo que estoy criticando si ya sabemos que todo está mal, lo que urge ahora es que nos muestren qué harán para mejorar.
Urge una asociación inteligente, seleccionar un equipo de profesionales entre todos los partidos y crear una alianza que pueda competir abiertamente contra Morena con alguna posibilidad de triunfo.
Con un plan así, aun perdiendo estarán abriendo la posibilidad de que los que continúen en el poder sepan que no son la mayoría que fueron y que es preciso negociar y cambiar el rumbo y la estrategia.
Don Jesús Reyes Heroles, ideólogo, jurista, historiador, destacado político, decía que " cuando no se toleran, se incita a no ser tolerado y se abona al campo fratricida de todos contra todos. La intolerancia sería el camino seguro para volver al México bronco".
Recuerde es indiscutible que, en México el presidencialismo es origen y destino del oficialismo republicano. El presidencialismo no es la consecuencia de la forma de gobierno presidencial, es la energía envolvente que inunda el clima de la vida nacional.
Juárez es el arquetipo ideal del Presidente si acudimos a la historia oficial que distingue de héroes y villanos y, naturalmente, Juárez ha sido sublimado y su virtud republicana es fruto de un panegírico que se sigue celebrando. El juarismo es un credo conveniente que se reza en los actos cívicos y que adereza los discursos políticos, aunque no haya manera de certificar que la humildad que el pastor de Guelatao tuvo que asumir para destacar sea practicada y menos aún que la "austeridad republicana" que tuvo que imponer su gobierno sea factible en un esquema distinto, dado que en términos proporcionales, ningún mandatario contemporáneo ha encontrado un país más estancado y empobrecido por las guerras intestinas y el expolio de las invasiones extranjeras. Juárez murió antes de perder la grandeza.
La vitalidad del presidencialismo reclama constante reflexión para desmitificar y reconocer la humanidad los presidentes héroes hilar redimension de los villanos. Ni Benito Juárez fue perfecto ni Santa Ana o Porfirio Díaz fueron abominables si se reconocen las circunstancias que los movieron en tal dirección. El presidencialismo sigue en auge y es una dinámica que sigue dictando el ritmo nacional. |
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