Francisco Cabral Bravo
Parece que de ahora en adelante, todo se centrará en la economía. No se trata de un tema trivial, precisamente de ello depende el éxito o fracaso de nuestro país. Estar preparados nos permite adaptarnos mejor ante un entorno cada vez más cambiante.
Recordemos la Ley de Darwin: no son los más fuertes, los más grandes, ni siquiera los más inteligentes los que sobreviven; sobreviven los que mejor se adaptan.
El presente dura un instante. Es tan breve que es difícil de captar. En cambio el pasado es un archivo enorme de hechos y memorias. Pero cada decisión que tomemos en ese presente efímero va forjando futuro que es inevitable. No escuchar los tiempos también es una decisión que no detiene el futuro pero que nos hará más difícil enfrentarlo.
Actualmente estamos siendo testigos del final de un modelo del cual no existe claridad, conceptos ni propuestas que aseguren su sustitución de manera solvente.
Es necesario recordar que Sodoma y Gomorra fueron dos ciudades destruidas con una lluvia de fuego desatada por Dios como castigo divino por la vida de pecado y vicio que llevaban. Dos ciudades en las que la injusticia, el orgullo, la vanidad y su falta de solidaridad frente a los más desfavorecidos, acabaron significando su fin.
Dicho esto, este modelo supone que ante la crisis total del modelo actual es mejor destruirlo todo y que Dios, quien al final es quien se encarga de ordenarlo todo, ya luego dirá qué es lo que nos deparará en el futuro.
Sin embargo, en medio de todo este reajuste hay millones de personas que se mueren de hambre y que ante la pérdida completa de referencia de lo que significa tener la capacidad de diseñar y pensar en el futuro su vida con cierta lógica, se encuentran perdidos o desubicados.
Lo fácil es subirse al debate o a la grilla política. Lo difícil es plantear de manera serena las preguntas clave que permitan establecer una ruta sobre cómo, adónde y qué es lo que haremos a partir de esta crisis. Estamos en una situación en la que todo el mundo, teniendo en consideración que hay una parte de éste que ha resultado más afectada, está en punto muerto. La combinación de la crisis de salud con la consecuencia de la crisis económica, supone la pérdida de los referentes más importantes.
En la actualidad existe quien es enemigo del concepto del neoliberalismo y, sin embargo, apuesta todo al máximo principio liberal, es decir, dejar que el mercado se encargue de arreglar todo. Y a pesar de esta mentalidad el mercado sigue siendo el enemigo, sin saber bien de quién ni de qué.
En este momento, entrar a un debate ideológico, filosófico o lingüístico sobre conceptos económicos y sociales es un error.
Un régimen de izquierda puede ser todo.
Puede ser audaz en mayor o menor medida, así como también puede ser más o menos responsable. Los regímenes de izquierda pueden ser todo, pero lo único a lo que no tiene derecho es a ser antisociales. No promover un mecanismo de solidaridad y ser indiferentes ante cada retortijón de hambre que sufren sus ciudadanos significa traicionar el principal mandato popular.
La lucha contra la corrupción y la impunidad era, es y seguirá siendo clave.
Pero esta lucha no puede ser usada para la destrucción sistémica del entramado económico y social del país. No se puede luchar contra la corrupción sencillamente al arruinarlo, destruirlo o encerrarlo todo. Ser contra cíclico, en el sentido de apostarle a que nadie pueda consumir nada, es apostarle a la destrucción del país.
Creo que estamos en un momento clave de la discusión pública, la sociedad mexicana está tratando de abandonar las viejas formas de hablar, de escribir, de comunicar, de publicitar y de reír para transitar a un nuevo lenguaje que reconozca sus injusticias estructurales, y que en lugar de profundizarlas, sea un factor que ayude a construir una sociedad más justa e igualitaria.
El hecho es que los cambios y transiciones son dolorosas y que van a tomar tiempo y más debates públicos empezar a adoptar nuevas formas de comunicación, más incluyentes, más tolerantes, más sensibles a la injusticia y la desigualdad.
Creo que esta discusión nos llevará eventualmente a aceptar que el humor, por más irreverente y transgresor que sea, no es franquicia para hablar de todos los temas y de todas las personas sin ningún límite.
El humor es algo serio, importante y necesario para la sociedad. Nos ayuda a sobrellevar los castigos que nos impone la vida, a mejorar la calidad de la convivencia social y a aliviar el dolor emocional.
El humor también tiene una función política, pues nos coloca a todos en un plano de igualdad y nos ayuda a ver al poder a los ojos, algo necesario en democracia. Y es precisamente ahí donde debemos hacer un giro radical en nuestra forma de usar el humor y ponerlo al lado de las mejores causas. El humor debe hablarle al poder y no humillar a los débiles. Gracias al humor podemos exhibir la mentira, la hipocresía, la vanidad, la estupidez y frivolidad de los poderosos.
Por ahí creo que está la frontera que separa lo políticamente correcto de lo inaceptable y se comprueba la necesidad de que hablemos de esos límites. El humor no puede ser cómplice de los poderosos, no debe excavar aún más en las brechas de desigualdad. El humor no debe humillar, debe ser liberador.
En otro contexto, la entrevista de Carlos Loret de Mola a Ricardo Monreal en su programa Latinus resultó interesante. Monreal, quien ha tenido diferencias con AMLO, hoy trabaja por lograr decisiones de consenso en el Senado. Su capacidad negociadora ha sido reconocida por diferentes grupos, desde legisladores, empresarios y organizaciones de la sociedad civil.
Cierto que no contar con mayoría calificada implica mayor capacidad de acuerdos. Pero no se agota en temas constitucionales, se amplía a legislación secundaria. En dicha entrevista, Monreal señaló que lamenta que AMLO no esté en la boleta en 2021, pese a la caída de su popularidad. Sin embargo, afirmó, mantendrán mayoría en la Cámara y quizá ganarán 12 de 15 gubernaturas. Lamentó los pleitos internos de Morena. Explicó que AMLO aún mantiene popularidad, a pesar de críticas y errores.
Interesante resultó su reflexión sobre la separación Estado – Mercado, de la separación entre el poder político y el económico, que está generando una confrontación, la cual no agrada.
Aseguró que la tarea de AMLO se enfocará a promover inversión y recuperar la relación con empresarios e inversionistas. Que no existe otro camino para la recuperación económica y que se requiere de reconciliar. Asegura que la polarización no puede ser permanente. Sin embargo, aseguró que AMLO está inmerso en una política social que le dará el reconocimiento de una amplia base.
Pero insistió en que habrá una reconciliación con cuatro sectores, el económico, las iglesias, los medios de comunicación y grupos sociales y políticos.
Así fue con el tema de paridad constitucional, con la Guardia Nacional, pese al decreto presidencial posterior, con el paquete del T-MEC, sobre normalización y estandarización.
La entrevista de Monreal abre una ventana sobre un posible giro en la estrategia de polarización de AMLO que añade costos sociales y económicos a la actual crisis. Hay otros actores como Marcelo Ebrard que también aportan a negociaciones y acuerdos. Ebrard ha mantenido la operación política con éxito.
La cada vez más complicada gobernanza aunada a las crisis económicas, requiere del optimismo de Monreal, es indispensable lograr Acuerdos Nacionales con todos los actores, donde todos cumplan su parte y se aporte a la recuperación, para no prolongar la agonía del país.
La confianza se construye poco a poco, con hechos, con inclusión, con la comprensión del papel y las posibilidades de cada actor, de aportar, no de acatar.
Es un proceso basado en la buena fe, en la comunicación asertiva y permanente, del cumplimiento de compromisos y del valor de la palabra. Por eso será difícil para AMLO reconstruir la confianza entre los mexicanos.
En resumen se requiere un viraje para restablecer inversión y empleo, una caída del PIB tan pronunciada dejará mucho desempleo y pobreza. Apenas estamos a tiempo. Destruir adquiere un ritmo veloz, construir requiere de gran esfuerzo y más tiempo. AMLO ¿Podrá vencerlo? |
|