Pues bien vivimos en una época de valores trastocados. Una época triste, sin duda, y que no se corresponde en absoluto con las expectativas que podrían tenerse sobre el desempeño de una administración que no solo llegó al poder con la mayor legitimidad electoral en la historia, sino que ha tenido el camino despejado, con la mayoría en el Congreso y ante una oposición desarticulada, para lograr la transformación de un país cuyo gobierno asumió si haber tenido que enfrentarse con crisis políticas, o financieras, de índole alguna.
Todo para ganar.
Todo para ganar, pero no.
Todo se trata de política, todo lo demás sale sobrando.
Valores trastocados. Un secuestrador jamás podrá ser justiciado por la causa que alimenta, dado que el fin no justicia los medios; un criminal jamás debería de ser enaltecido, desde el aparato oficial, puesto que los valientes no asesinan.
Un delito no puede reinterpretarse, bajo ninguna circunstancia, cuando hacer apología de los criminales es, al mismo tiempo afrenta y amenaza; en ningún caso el asesinato del empresario puede ser calificado, por gobierno alguno, como un acto de valentía, cuando dicho calificativo podría ser considerado como un aliciente para la comisión de delitos en perjuicio de un grupo determinado.
Los valientes no asesinan, los gobiernos sensatos no lo cuestionan; es una cuestión de sentido común.
Vivimos a final de cuentas, en una época de valores trastocados.
Primero fue el verbo, dice la Biblia y luego, hágase la luz, aunque muchas veces las palabras son el mejor ambiente para proyectar oscuridad.
Estamos en un tiempo político nuevo, quién no sea capaz de aceptarlo y quien nos ve desde fuera diría que estamos siendo un país digno de Noam Chomsky.
En otro comentario la educación es opuesta al futuro, tanto de quien la recibe como del país que se beneficia con el trabajo de personas instruidas.
Lo mismo podemos decir de la ciencia, la tecnología en la generación del conocimiento y la cultura.
Son llaves tanto para el crecimiento como para el desarrollo; contribuyen a aumentar la riqueza, distribuirla de manera más equitativa y mejorar nuestra vida comunitaria.
El mejor instrumento de equidad es la educación pública, con ella pueden reducirse las distancias entre las clases sociales, permitiendo a estratos marginados tener acceso a oportunidades que les permitan ascender económicamente.
Lo que no se evalúa no se puede mejorar y la discrecionalidad en la asignación de plagas y promociones incentivará la corrupción.
La preferencia automática por los normalistas cerrará la llegada de personas con otra formación profesional y no habrá ningún procedimiento que garantice que quienes se ponen frente al grupo son aptos para dar clase.
Es un error pensar que basta con darle un lugar en el sistema educativo a niños y jóvenes para tenerlos ocupados.
La educación debe servirles para la vid, para poder estar a la altura de los retos y dificultades de estos tiempos y de los que viene.
El mundo está interrelacionado como nunca, su dinamismo es meteórico y sería un despropósito aislarnos.
La ignorancia no sólo avanza en la educación básica camina transversalmente por todo el sector.
¿Quién lo diría? La ‘’4T pretende sepultar la lucha de tantos años de la izquierda defendiendo la autonomía Universitaria y las libertades de cátedra e investigación”.
Muy difícil resulta comentar que es muy peligroso para una democracia cuando un gobernante o legisladores recurren al concepto de seguridad nacional para afianzar el poder.
Muchos analistas dudan de la capacidad de las democracias liberales de enfrentar con éxito el embate anti-institucional que se vive en el mundo.
Es claro que es mucho lo que hay que reformar y que hay abusos significativos de grupos de interés que justifican el hartazgo ciudadano.
Sin embargo, no es por medio de la concentración del poder, ni la subversión de procedimientos que tienen por objeto la transparencia, rendición de cuentas, protección del medio ambiente e importación de justicia que se van a conseguir estos objetos.
En Estado Unidos y el Reino Unido se empieza por fin a observar que los contrapesos de la Cámara de diputados en el primero y del Parlamento y la Suprema Corte en el segundo están dispuestos a dar pelea a favor de la democracia y sus instituciones. Estos contrapesos son indispensables para todo país que aspire un progreso sostenible e incluyente.
México tiene todavía una oportunidad irrepetible para lograrlo, pero la ventana de oportunidad se cierra aceleradamente.
Mientras que unos piden la disolución de poderes en varias entidades del país que gobierna Morena, aunque lo cierto es que la inseguridad campea por casi todo territorio nacional, debido principalmente a que las tres órdenes de gobierno han eludido su responsabilidad y no han podido con el paquete y además las gubernaturas no son monedas de cambio.
Lo cierto es que no hay para cuando se vean siquiera usos de contención a este grave problema, ya que ninguna estrategia del gobierno federal podrá contra “el monstruo de las mil cabezas”.
Desaparecer poderes es una tontería, uno de los mayores sinsentidos democráticos, hasta como argumento de provocación suena pueril y estéril.
Lo curioso es que la “nueva” clase política respire tanta nostalgia del pasado.
Como enseña Maquiavelo; el poder político se construye, se agranda y se conserva, pero lo más importante es saber heredarlo.
Escribió: “La virtud de Epaminondas habría podido, mientras él vivió, conservar allí la forma de república e imperio; pero luego que él hubo muerto volvió Tebas a sus antiguas desórdenes”. Supo el general y político griego derrotar a Esparta, pero no pudo legar el poder que hizo de Tebas una potencia.
Independientemente del signo ideológico, del momento histórico o del sistema político, la clave de la política es el diseño de la sucesión.
Gracias su buen sistema prevalecieron el Impero Británico, la dinastía zarista, los Castro y la Revolución Mexicana.
En México, el éxito de la 4T estará en lograr que la propuesta de AMLO trascienda su gestión.
Para finalizar esta entrega, ¿Quién manda?
La política se trata, al fin de cuentas, de “a quién le toca qué”.
Como cualquier otra esfera de lo público, la educación está sujeta a la colonización por parte de intereses privados.
En el terreno dela educación, México sigue copado por el poder de grupos que sin ninguna investidura, representación o delegación democrática imponen o modifican decisiones que afectan el interés público.
No sólo eso, gracias al poder de jure, el que otorga la Constitución a las instituciones políticas, el Presidente y su partido han decidido transformar esos privilegios en ley. Eso es lo que han permitido o incluso impulsado con las nueva leyes educativas.
Entre los grandes mensajes que ha querido dar la nueva administración es que se diferencia radicalmente de las anteriores.
Que no hay quien pueda afirmar que se gobierne como antes, que los vicios del pasado se acabaron, que hoy las iniciativas no salen de la oficina de la Presidencia sino del Congreso, que hoy manda el pueblo porque por fin la representación es legítima o porque así lo deciden las consultas populares.
Los procesos de transformación aspiran a reducir la influencia de los poderes fáticos. |
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