Con solidaridad y respeto a Ricardo Ahued Bardahuil
Hace ya algún tiempo empezamos a hablar en esta columna que no es la primera ocasión en que la sociedad mundial se enfrenta al reto de la globalización. Los historiadores reconocen por lo menos tres grandes etapas en las cuales dicho fenómeno ha irrumpido en el proceso de evolución de la civilización occidental.
La primera globalización se dio a finales del siglo XIX y concluyó con el inicio de la Primera Guerra Mundial. La segunda, inició al finalizar la Segunda Guerra Mundial y coincidió con el florecimiento del llamado Estado Benefactor. Esta etapa se prolongó hasta la década de los 70s.
Actualmente nos encontramos en la tercera fase de la globalización, a la cual se le ha sumado el proceso de interdependencia entre los mercados y las naciones.
Eric Hobsbawn, famoso historiador inglés escribió "Nunca antes, la vida humana y las sociedades habían sido transformadas tan radicalmente en un periodo tan breve como en la actualidad"
Algunas pruebas en los últimos siete lustros del siglo XX se prolongó la esperanza de vida de la población, pasando de 46 a 62 años, la tasa de mortalidad y los menores de 5 años se redujo a menos de la mitad, y la tasa de alfabetización de los adultos pasó de 48% a 70% entre 1970 y 1995.
Todo esto contribuyó a que se diera un progreso sin precedente en las condiciones de vida de la humanidad.
Sin embargo, simultáneamente a este progreso se dio el mayor incremento en los índices de desigualdad de la historia.
El siglo XX será recordado como el ciclo de la profundización de las asimetrías y la agudización de las desigualdades.
Como consecuencia de esta desigualdad, la quinta parte de la población mundial, es decir, 1.6 billones de personas viven por debajo de la línea de pobreza, con menos de un dólar al día.
Este es el escenario con el cual iniciamos este siglo.
Pareciera que los gobiernos y la humanidad siguen sin tomar conciencia de estas graves desigualdades.
Bajo mi humilde opinión esta interdependencia, que para muchos temas ha traído grandes beneficios, ha causado también una gran fractura social, a la cual es posible hacerle frente construyendo una economía más humana.
La desigualdad no debe ser vista como algo imposible de mitigar. Es sin lugar a duda, una elección. Elección personal y por supuesto política.
Es frecuente encontrarnos con una cita atribuida al gran Marco Tulio Cicerón, tremendo orador, filósofo y político de la antigua Roma, en la que se concentra una de las disyuntivas más frecuentes a las que nos enfrentamos en todo momento.
La frase apunta que "como nada es más hermoso conocer la verdad, nada es más vergonzoso que aprobar la mentira y tomarla por verdad". Por lo general, nos concentramos en señalar la responsabilidad y la perversidad de quien no tiene reparo en inventar una mentira, propagarla a sabiendas de sus posibles consecuencias y, por supuesto, sin desviar la mirada de su cosecha. Sin embargo, Cicerón, con esos puyazos que suele clavarnos en el entendimiento con mucha facilidad, subraya uno de los aspectos medulares cuando se trata de propagar el engaño: señala a quienes aplauden y reivindican ese discurso sin decoro ni remordimiento alguno. Claro, ante ello, es buen momento para recordar que detrás de esos aplausos y lisonjas, el "Poderoso Caballero" del que nos habla Quevedo siempre es el principal invitado.
Sabemos que en el discurso de las y los políticos, la grandilocuencia es uno de los mejores recursos para endulzar los oídos de sus simpatizantes y crear realidades que, es muy probable, solo existan en la imaginación o en los intereses de quienes vitorean esas palabras sin recato. Así, con exageración y desmesura, van construyendo un discurso en el que se presenta como las figuras que necesitaba la sociedad, con urgencia, enunciados de viento en los que también se refieren a sus acciones como aquellas que cambiarán la historia y serán escritas en letras doradas en las paredes de la memoria. Pero en algo no hay error, este tipo de personajes y su palabrería son posibles porque la sociedad ha permitido su proliferación a lo largo de las décadas. Se les ha aplaudido y reverenciado, se le coloca en los pedestales más altos que se construyen con los huacales de la permisividad porque sus discursos gustan y resuenan en sus oídos y los beneficios de los programas sociales.
No importa la realidad y su crudeza, es más cómodo replicar y hacer eco de las ilusiones que vende el político en turno.
Así, nos encontramos una vez más en el cruce de varios caminos que llevan a un mismo destino.
Viviremos una época, en lo que lo más pedestre será la moneda de cambio. Para eso sirve la grandilocuencia, para llenar de fuegos artificiales y ensordecedores engaños a una sociedad que, gracias a que ha sido dividida y polarizada, se convierte en buena tierra para sembrar conflictos y llenar los campos de imaginarios enemigos ideológicos. Y quienes lo aplauden, se convierten en los corresponsables de aquello que enunciaba Cicerón.
¿La oposición podrá revertir ese estilo de comunicación sin considerar ese gusto por el estilo engolado y pretencioso que tan buenos resultados le ha dado a la actual administración?
Últimamente ha resurgido en redes sociales un pasaje del libro El mundo y sus demonios: la ciencia como una luz en la oscuridad (Carl Sagan 1955).
"El embrutecimiento, es más evidente en la lenta decadencia de los contenidos sustanciales de los medios de comunicación enormemente influyente, con segmentos de sonido de 30 segundos, en la programación del mínimo común denominador, las presentaciones crédulas sobre pseudociencia y superstición, pero sobre todo, en una especie de celebración de la ignorancia"
Una vuelta por las redes sociales confirma que Sagan tenía razón. Políticos, científicos, activistas, filósofos, catedráticos, artistas, profesionistas y demás son víctimas de esta celebración. Quienes ganan son los que fomentan la mediocridad, el conformismo, las ganancias sobre la calidad, la estupidez sobre la inteligencia, la falta de civismo, el beneficio personal a toda costa, sin ética sobre el beneficio colectivo.
He platicado con los jóvenes, aquellos destinados a dirigir a México dentro de 10 a 20 años. No conocen quién fue Mijail Gorbachoo, Ronald Reagan, los desatinos de López Portillo o Luis Echeverría, los asesinatos políticos en el gobierno de Carlos Salinas. Desconocen palabras como "ambiguo" o vicisitud y seguramente algunas utilizadas en este artículo. La prueba PISA evidenció el retraso de 20 años en el nivel educativo de los jóvenes mexicanos en lo que va del sexenio.
En los debates en prensa, medios y redes sociales hay argumentos serios y sensatos, lo mismo que alegatos panfletarios.
Unos construyen conocimiento, otros refuerzan creencias o defienden posiciones políticas. El estudio de Israel Moreno Salto da más sustancia y formulaciones precisas sobre el alcance de PISA y otras EGE. Su libro Harmony and Cacophony" in Large-scale Assessments in Education: A Mexican Accoúnt (Armonía) y cacofania en las evaluaciones a gran escala en la educación: un recuento mexicano que acaba de publicar Brill-Sense, despliega razonamientos profundos con base en evidencia empírica y un aparato de análisis sólido. Ese libro es una adaptación de su tesis de doctorados en la universidad de Cambridge.
Moreno Salto conjetura que un aspecto central de las evaluaciones a gran escala es el supuesto de que las pruebas serán útiles para todas las aspiraciones y agentes implicados en la educación.
Por la calidad de su argumentación, el libro de Israel Moreno Salto marca un hito en la investigación de educación comparada. Su enfoque se inspira en escritos de Susan Robertson, quien fue su mentora, Roger Dale y otros analistas, entre ellos Michelle Foucault.
En otro contexto el Papa Francisco usó su saludo navideño anual a la jerarquía de la Santa Sede para animar a los cardenales, obispos y laicos que administran al Vaticano a que se escuchen entre sí, y escuchen a otros, a fin de que evolucionen y presten un servicio verdadero a la Iglesia Católica.
En la Sala de Bendiciones, Francisco les dijo que es importante avanzar y crecer en su comprensión de la verdad. Aferrarse temerosamente a las normas podría dar el sentimiento de estar evadiendo problemas, pero solo termina vulnerando el servicio que la Curia Vaticana está llamada a darle a la Iglesia.
"Sigamos alertas en contra de las posiciones ideológicas rígidas que con frecuencia, bajo la ilusión de buenas intenciones, nos separan de la realidad y nos impiden avanzar".
El Vaticano sostiene que los homosexuales deben ser tratados con dignidad y respeto pero que las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo son "intrínsecamente antinaturales"
"En lugar de ello somos llamados a emprender el viaje, como los Magos, siguiendo a la luz que siempre desea guiarnos, en ocasiones por senderos inexplorados y nuevos".
Siempre digo que la Navidad es una fiesta religiosa que me gusta. Es un cumpleaños. La fiesta invita a la reunión, a compartir y a excederse un poquito espacialmente de amor. ¡Feliz 2024!
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