Nadie es dueño del futuro y menos del futuro de los cambios sociales. Las grandes transformaciones no se hacen por decreto, ni por voluntad, ni por diseño, no por una ambición personal de querer arrancarle a la historia nacional un par de párrafos. A las transformaciones simplemente les llega el momento.
Son producto de procesos económicos, históricos y políticos que aún no logramos descifrar; sólo somos capaces de identificarlos y analizar esos procesos una vez que se presentaron. Si bien las transformaciones no pueden ser creadas de forma artificial, sí pueden encauzarse. Con todo y que fueron el blanco directo de las manifestaciones de 2019. El 26 de octubre, los chilenos votaron en un referéndum nacional a favor de iniciar u proceso participativo y ciudadano encaminado a redactar una nueva constitución que sustituya a la que había estado vigente desde 1980, cuando gobernaba la dictadura de Augusto Pinochet.
La opción aprobatoria ganó el domingo 26 de octubre de 2020 por casi seis millones de votos, el 78.27 por ciento del total.
Los chilenos no solamente aprobaron elaborar una nueva constitución, también decidieron hacer una convención constituyente integrada por 155 ciudadanos electos por voto popular, rechazando que se hiciera con la participación de legisladores miembros del Congreso.
Un dato adicional pero muy importante, es que esta convención estará integrada con paridad de género y contará con representación de los pueblos indígenas chilenos, que generalmente han sido ignorados en las grandes transformaciones históricas de ese país.
Esta gran transformación sin duda está sustentada en razones económicas, sociales, políticas e históricas que la hicieron inevitable. Chile había llegado al punto de agotamiento de un sistema y requería una transformación profunda. La democracia chilena logró articular las aspiraciones de cambio de la sociedad y consiguió perfilar una ruta de transformación política radical, en la que se ha escuchado y respetado a todas las tendencias, opiniones y voces.
Es notable que la magnitud y el alcance de las manifestaciones de 2019 en Chile resultaron imposibles de predecir. Nadie vio que la tormenta se aproximaba. Apenas dos años antes había ganado la elección a la presidencia Sebastián Piñera, el candidato a la derecha. Hoy, a toro pasado, es fácil encontrar explicaciones a lo que ya ocurrió, pero lo cierto es que por más obvias que eran las señales de cambio, nadie pudo identificarlas. Las grandes transformaciones sociales por regla general surgen por razones que están envueltas en un velo de misterio.
En otro contexto, todos mentimos por protegernos de las consecuencias de la verdad, aunque no todas las mentiras son igualmente dañinas. Con el pretexto de cuidar la investidura presidencial AMLO se reúsa a hablar con los gobernadores. Anteriormente el ejecutivo incluía a los gobiernos locales, a las Universidades y a grupos sociales, mujeres, indígenas, enfermos y niños con cáncer, y otros más, en el diseño del Presupuesto Federal y se atendían obras de infraestructura, programas sociales, temas de desarrollo regional para impulsar la economía, cobertura de salud, de educación y una serie de inversiones que generan empleo e inversión en las comunidades. Era un presupuesto nacional, adicional a participaciones federales, regidas por ley.
Hoy el presupuesto se centra en Pemex a punto de fracaso, en CFE, con costos más altos cada día. En sus proyectos emblemáticos, y desde luego, sus ayudas sociales, opacas y sin supervisión, con las que piensa ganar las elecciones y paliar efectos negativos de la pobreza que ha incrementado.
No hubo apoyo a entidades o instituciones, para cubrir costos de lucha contra COVID-19, ni contra cáncer, diabetes, enfermedades cardiacas.
Los únicos Fideicomisos que subsisten son los de seguridad pública y fuerzas armadas. Se esgrime la corrupción, pero sabemos que no es cierto, una golondrina no hace verano. Los Fideicomisos tenían la ventaja de centrarse en un fin único, reglas de operación y para conceder recursos, eran auditados por la ASF, supervisaban la operación, podían recibir recursos de organizaciones internacionales, sector privado y gobiernos locales, además de invertir recursos para generar intereses y operaban en forma multianual.
Los recursos pasarán a Tesorería y de ahí a Secretarías para atender a los beneficiarios afectados. Todos sabemos eso no ocurrirá. El dinero se utilizará para mantener metas macroeconómicas y evitar el derrumbe de la economía por una probable caída en la calificación del país. No hay dinero, el SAT crea nuevas estrategias para cobrar, legal o extrajudicialmente, la caída del empleo y del consumo no permitirá una mayor recaudación.
En lugar de posponer sus proyectos absurdos, AMLO los fondea con recursos públicos, rechaza asociaciones con capital privado, dice que como servidor público solo debe atender a proyectos públicos, cuando el 70% o más de empleo y producción están en el sector privado. Ni un estímulo a la inversión o empleo. Malgasta y derrocha sin medir consecuencias, vaya ni las imagina. Hartos los Gobernadores de ser creativos, y ya sin recursos, se han organizado en una Alianza Federalista. Diez estados Aguascalientes, Chihuahua, Coahuila, Colima, Durango, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Nuevo León, y Tamaulipas exigen un presupuesto equilibrado, dicen que se ha roto el diálogo con el Presidente, que van a impugnar la desaparición de Fideicomisos.
Que se ha afectado su soberanía y dignidad, están dispuestos a la batalla legal y política, pues la Federación impone, confronta y descalifica.
AMLO se burla y pide consulta pública, le responden la harán, lo toma como acto electoral y dice que no podrá romperse el Pacto porque requiere Reforma Constitucional. Reitera que no hablará con Gobernadores por su investidura. Olvida que hay instancias internacionales que pueden atender este tipo de conflictos.
Sí, la unidad nacional es responsabilidad del ejecutivo.
Podemos pensar que todo va a salir bien, que se controlará la pandemia y la economía comenzará a crecer, que la inseguridad disminuirá por fin, que Pemex dejará de perder dinero y que los medios reconocerán las virtudes del gobierno.
También podemos prever el peor de los casos imaginables. La pandemia de COVID se agrava con la influenza, lo que hará necesario un nuevo y más riguroso encierro; la economía sostenida por alfileres se desfondará ante la mirada indiferente del gobierno, la inseguridad se disparará, a la violencia d ellos carteles se le sumarán asaltos y secuestros de desempleados. Pemex perderá por fin su grado de inversión y se desplomará la deuda soberana del país.
Comenzará la censura en la prensa y el cierre de medios.
El Presidente interpretará el sentir del pueblo y decidirá, por encima de la Constitución que necesita otros seis años para recoger “el cochinero que dejaron los neoliberales”.
La mayoría del país apoya al Presidente dos años después de haberlo elegido. La seguridad pública es un desastre, pero ya se fue Alfonso Durazo y quien lo sustituya difícilmente podrá ser peor. En cuanto a Pemex le van a invertir tal cantidad de dinero en detrimento de muchas áreas importantes para la sociedad, que quizá logre sobrevivir otros años y con ello México conserve su grado de inversión.
Lo que no va a suceder: la transformación histórica que anunció AMLO no se va a cumplir este sexenio.
La pobreza seguirá aumentando sin remedio. Este año se agregarán por lo menos diez millones de nuevos pobres. La pobreza se agravará y no habrá dinero para ampliar el manto protector de los apoyos directos a la gente.
De la 4T quedará sólo el gesto y la fuerza. El uso descarado de la historia y los símbolos. Las fiestas patrioteras, las estampas nacionalistas, los desfiles que se puedan, el águila y la serpiente a todo lo que da. El viaje desesperado por Europa para que nos presten reliquias mayas y aztecas. AMLO cree que la polarización es positiva, él le llama politización.
Economía sin signos sólidos de recuperación, un ambiente político crispado, una nueva administración estadounidense, una pandemia agravada, la reelección de
gobernadores y diputados y la tensión que esto provocará en los aspirantes, son sin duda elementos de preocupación. La historia no tiene guión. El azar juega un papel no menos importante que los factores que he nombrado. La rueda de la fortuna seguirá su curso y lo que está arriba bien puede comenzar su descenso. |
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