En la iglesia católica, el ayuno se refiere a la práctica de limitar la cantidad de alimentos que se consumen durante un período específico, generalmente como un acto de penitencia o preparación espiritual. Tiene un significado simbólico de purificación, autocontrol y acercamiento a Dios y se observa en diversas épocas del año litúrgico, como la Cuaresma y ciertas vigilias importantes.
A lo largo de la historia, la anorexia nerviosa ha adoptado diferentes formas y significados, desde la "santa anorexia" en la Edad Media, asociada a motivaciones religiosas, es decir, con el ayuno. En una reflexión personal identifico que la "santa anorexia" emerge como una forma de rebelión contra las normas sociales imperantes y como una búsqueda ferviente de pureza espiritual.
Un ejemplo fue Santa Catalina de Siena, nacida en Catalina Benincasa el 25 de marzo de 1347 en Siena, Italia, qué desde temprana edad, mostró inclinaciones religiosas extremas, destacándose especialmente en el ayuno, una expresión considerada de castidad y pureza. Aunque la iglesia regulaba en cierta medida los ayunos, algunas mujeres, como Catalina, los llevaban al extremo, limitándose a comer hierbas durante varios días.
Existen aspectos en la vida de Santa Rosa de Lima, patrona de América y Filipinas, que podrían ser interpretados como comportamientos asociados a la anorexia. Al comparar algunos aspectos psicológicos de la vida de la Santa con el comportamiento de personas en la actualidad, se observa una similitud en los patrones de conducta.
Sin embargo, el abstenerse de comer no fue simplemente una cuestión de control corporal religioso.
Hay quienes manifiestan que las religiosas de la Edad Media podrían ser las iniciadoras de lo que hoy conocemos como anorexia, aunque no es exactamente lo mismo.
En otro contexto los integrantes de la clase política mexicana viven en un lugar donde no opera una ley básica de la física: la ley de la causa y el efecto. Así de simple y así de claro. En el mundo en el que ellos viven los actos no tienen consecuencias; todo se puede y todo se vale; todo es posible, pues de sus acciones y omisiones no se derivan efectos que los toquen.
El universo espacio-tiempo en el que deciden, actúan o no nuestros políticos es uno separado del que habitamos el resto de los mortales. Se trata de un pedazo de mundo en cuyo perímetro se alza, imponente, una muralla impenetrable.
No caben el asomo ni el lamento, mucho menos el pleito por determinar quién carga con el muerto. Es una vergüenza.
Si por décadas el Revolucionario Institucional, Acción Nacional y Morena han sido incapaces de garantizar la paz con justicia a los votantes, cómo iban a poder resguardar la vida de los votados. ¿A cuento de qué la furia y la congoja?
Desde el presidente de la República hasta el alcalde del más recóndito municipio, la clase gobernante sabía del amago de la violencia sobre el proceso electoral. Con tal conciencia y conocimiento resultan inaceptables los minutos de silencio qué a lo largo de los años, suman más de un sexenio. La guadaña del crimen suena como el tic tac de un reloj sin alarma ni despertador.
Sí, cierto, en el país hay quienes gobiernan sin mandar, pero también hay quienes mandan sin gobernar.
Se ha perdido la noción del mando y gobierno ante la criminalidad. El reino es de la impunidad.
No sorprende que a la clase política ya no la conmueva, perturbe, inquiete, altere, mueva fuertemente o con eficacia a alguien o algo, dice el diccionario.
Tratándose de urnas, a la clase política le interesan más las electorales que las fúnebres, pero si la segunda sirve para rellenar las primeras no ven por qué no echar mano de ellas.
Los políticos quieren borrar la violencia de un plumazo, los criminales fijarla de un plomazo. Blindar los funerales del candidato caído y dejar impune su homicidio exhibe un fracaso compartido, así un bando o el otro quiera hacer cuentas de cuál gobierno ha sido el más indolente.
Cuanto más insista la clase política en disputar a qué gobierno corresponde el trofeo de la derrota, más a sus anchas y agradecido actuará el crimen.
Antaño solía decirse que la ropa sucia se lavaba en casa. Actualmente por más que se pretenda resguardar en los anaqueles de la desmemoria, alguien puede hurgar de esos pasillos y encontrar esa "ropa" que se puede colgar en los tendederos de la opinión pública En los momentos que pueden hacer más daño. O al menos eso se pretende asestar un golpe definitivo al adversario político. Sin embargo, la realidad de nuestro país suele operar bajo una lógica muy peculiar.
Protagonizado por el mundillo de la clase política. Incluso se llega a suponer ¡vaya prejuicio tan inhumano! que detrás de cada imagen sonriente y retocada de quienes forman parte de esa pequeña corte, podría existir una historia que se envuelve en las cortinas de la opacidad. Pero nuestra imaginación empalidece cuando se revelan situaciones que solo los humoristas más perversos y los trágicos podían trazar en una noche de desvelo etílico. Sin embargo, se han refinado las estrategias con las cuales se apuesta por vivir bajo la sombra del Gran árbol de la impunidad.
Nos hemos acostumbrado al cinismo y a los arrebatos retóricos que, a dichos personajes, pertenecientes a todos los colores y siglos, les convierte en víctimas de conspiraciones, infortunios y circunstancias que han sido "descontextualizadas" por sus terribles detractores que esgrimen las nefastas intenciones en contra de una o un adalid del futuro, probo y ético desde su primer llanto. Así tampoco es sorpresa que, durante las campañas electorales, se hagan cada vez más presentes estos escándalos, se entrampe la discusión y, por supuesto, se haga patente el gracioso fenómeno de los "baños de pureza".
Quizá esto último no sea tan relevante, ya que ha sido una estrategia común a lo largo de nuestra historia. Lo esperpéntico es saber que existe una suerte de purificación en la que basta con un puñado de palabras del máximo líder de la Cuarta Transformación, o con el simple hecho de vestir un chaleco guinda, para que se presente una conversación digna de un cuento surrealista o de Jorge Ibargüengoitia. A esto, claro, también nos hemos acostumbrado al pasar, en cuestión de minutos, de la perplejidad e indignación a esbozar una sonrisa socarrona, pues sabemos que esos personajes ya han sido ungidos con el perdón que se obtiene al alabar la transparente vestimenta del rey, según lo indica aquella vieja narración popular. Así nace una nueva estrella en el firmamento de las víctimas de toda conspiración.
Vaya pobreza de campañas y la endeble percepción de la confianza en toda retórica triunfalista cuando, lo más relevante en los últimos días, es la puntual y calculada aparición de este tipo de estrategias. Se sabe que quienes suelen articular este tipo de mensajes son capaces de convertir "la viga del ojo ajeno" en el mayor de los pecados y delito digno de escándalo, pero la viga que atraviesa su propio ojo, la declaran inexistente por obra y gracia de su oportuna ceguera.
Para concluir y en otro contexto, la mayoría de la información relevante sobre la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, recopilada por el Ejército antes, durante y después de los sucesos violentos del 26 y 27 de septiembre de 2014, fue "ocultada" por la Sedena, de acuerdo con el expediente sobre ese caso que fue integrado por la Fiscalía General de la República.
Diferentes elementos probatorios en poder de la FGR indican que, en mayo de 2022, a raíz de las reiteradas solicitudes de la Comisión para la Verdad y Acceso a la Justicia del Caso Ayotzinapa, la Subjefatura de Inteligencia del Estado Mayor Conjunto de la Defensa Nacional ordenó a todas las unidades de la Sedena enviarle la "información física" que tuvieran sobre la desaparición de los 43 normalistas.
Esa información, que el Ejército ha negado a la CoVAJ en los últimos meses, ya con el aval de AMLO, fue "concentrada" y "resguardada" en las instalaciones del Centro Militar de Comunicaciones del Estado Mayor Conjunto de la Defensa Nacional, ubicado en el Campo Militar 37-C, en San Miguel de los Jagüeyes, Estado de México, dijeron a la FGR testigos de esos hechos. Los testimonios y pruebas documentales en poder de la Fiscalía indican además, que, la Sedena decidió cambiar todas las terminales y equipos de cómputo de los analistas de inteligencia que han procesado información del caso Ayotzinapa, para evitar que integrantes de la CoVAJ encontrarán esos datos digitales en caso de que AMLO ordenara darles acceso a ellos.
Esa información digital se almacenó en los servidores que se encuentran en las instalaciones del Centro Militar de Inteligencia, expusieron testigos a un fiscal de la FGR, quienes probablemente ahora se encuentran refugiados en otro país.
También denunciaron que el Centro Militar de Comunicaciones ocultó información del caso Ayotzinapa obtenida de manera directa por ese organismo, que cuenta con equipos para la intercepción de llamadas de los teléfonos satelitales, los cuales usaba el grupo criminal Guerreros Unidos, implicado en la desaparición de los normalistas, en los lugares de la sierra guerrerense donde no llegaba la señal de la telefonía celular.
Es decir, la instrucción interna a las diferentes unidades de la Sedena que han dado seguimiento a las actividades en la Normal de Ayotzinapa, a la Noche de Iguala y a la investigación del caso no fue responder con la verdad, sino con un guión preestablecido que niega que tenga más información sobre el caso y que los militares realicen espionaje telefónico.
|
|