Francisco Cabral Bravo
Con solidaridad y respeto a Ricardo Ahued Bardahuil
Lo preocupante luego de las elecciones del 2 de junio, es que vienen tiempos aciagos para los mexicanos en virtud de que habrá conflicto poselectoral en torno a la definición sobre quién será la nueva presidenta de México y la composición del nuevo Congreso.
Pero vayamos por partes, en la arena política entramos a un supuesto remanso de paz al dar paso a la intercampaña y con ello, se prohíbe tajantemente a los aspirantes a la Presidencia hacer actos de proselitismo o tener spots en medios electrónicos, entre otras limitantes.
Las sanciones por violar este periodo de veda, van desde las económicas hasta la imposibilidad de competir por un cargo de representación popular, entonces los asesores de las candidatas Gálvez, Sheinbaum y el precandidato Álvarez trabajan a marchas forzadas para buscarle la "cuadratura" a la ley electoral y continuar haciendo actividades de proselitismo político, aún cuando el periodo denominado de intercampaña lo prohíbe expresamente.
Otro factor que no se interrumpirá será la guerra sucia que prevalece, tanto al interior de los partidos políticos, por el desplazamiento de aquellos suspirantes que no fueron favorecidos con nominaciones, como entre los dos bloques opositores, que seguirán dando hasta con la cubeta.
Recuerde, estimado lector, que estamos en "tiempo de guerra" en el cual la clase gobernante y los políticos tienen como prioridad ganar las elecciones.
Hay que considerar lo que viene para después del 2 de junio, pues seguramente el conflicto electoral, sobre todo para definir a la candidata presidencial ganadora, uno que otro gobernador, algunos distritos electorales que tienen que ver con la nueva composición del Congreso y la definición de las nuevas mayorías parlamentarias; convulsionará al país, a grado tal que puede atentar contra la paz social y la misma gobernabilidad.
Con el incremento de los energéticos vendrá la escalada inflacionaria en niveles de dos dígitos.
Nuestra legislación electoral es compleja, producto de nuestra historia de desconfianzas, pero es la norma y debe cumplirse a cabalidad para generar confianza en las elecciones y legitimidad en los resultados, necesaria para la estabilidad política.
Entre el 15 y el 22 de febrero se hará finalmente el registro oficial de las candidaturas de cargos federales, presidencia de la República, senadurías y diputaciones.
Como lo decía en líneas anteriores da inicio una pequeña veda electoral. Un respiro entre tanto parloteo y fuegos artificiales que no auguran un espectáculo tan diferente al que estamos ya habituados.
Ya comenzamos a armar un rompecabezas en el que se unen piezas que, en otros momentos, sería casi imposible que pudieran conformar una sola imagen, algunas de las cuales, por cierto, son una suerte de monstruos híbridos que solo
causan risa por el cinismo que simbolizan. ¿Cómo se le puede llamar al pacto que existe entre el Partido Encuentro Social, epítome de la ultraderecha más rancia y el partido oficial, que se presume de "izquierda"? Claro la hibridación obedece a la urgencia de asegurar el botín electoral que está en juego. De los principios, la moral y la ética, mejor ni preguntar, esas son cuestiones que solo atañen a los filósofos de la antigüedad.
Y, claro, solo he mencionado El ejemplo más sencillo y elemental dentro de esta posible zoología fantástica.
Así, bastó con escuchar los elementos sustanciales a partir de los que se han redactado los discursos de cada uno de los frentes políticos, que aparecerán en las boletas electorales, para darnos cuenta de cuáles serán los principales puntos de discusión. Y las expectativas que se generarán en torno a Claudia Sheinbaum, Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Màynez, protagonistas de esta pésima tragicomedia de enredos que es la política de nuestro país. En efecto, estamos por formar parte de un proceso electoral en el que se combinan muy diversos factores que definirán el rumbo de nuestro país. Por ejemplo, se articulan los "cuadros de costumbres" en los que lo más bizarro de las prácticas electorales afinan sus mecanismos más nocivos para la democracia; votos corporativos cortesía del "charrismo" sindical, el "mapacheo", condicionar los programas sociales. Por otra parte, no se puede mirar a otro lado cuando se intuye que el crimen organizado puede ser una fuerza que defina un proceso que se espera sea democrático y libre. Además, en este
complejo rompecabezas, siempre nos preguntaremos cuál será el verdadero papel de una sociedad que se encuentra sumida en sus propios claroscuros entre el compromiso y el abstencionismo, el fanatismo y la ecuanimidad, la ignorancia y el llamado voto informado, los límites son muy frágiles.
Lo que resulta más notorio es el tipo de mensajes que se pondrán en juego durante los próximos meses y nuestra habilidad por distinguir las mentiras que no dejarán de ocupar un lugar de privilegio en la retórica de cada promesa. Lo inquietante es darse cuenta que, cuando la mentira es parte sustancial de un planteamiento político, es porque, en cierto sentido, hay quienes la sostienen, la apoyan y le hacen eco. Con el simple hecho de mencionar al Partido de la Revolución Institucional, la sospecha se convierte en el principal lastre para quien encabeza la esperanza de la oposición. Y, sin embargo, son las piezas con las que debemos armar, sostener y defender un proceso democrático que se vea amenazado por el embuste que alcanzará su máximo volumen en las campañas.
Uno de nuestros principales retos será distinguir esa mentira, en cada palabra y en todo mensaje, sin embargo, este no será un ejercicio sencillo cuando nos percatamos que se debe remar a contracorriente de la propaganda y sus corifeos.
O de los propios antecedentes históricos. Por cierto, cuando se habla de la mentira en la política, se impone recordar a la gran Hanna Arendt, quién logró desentrañar los resortes más finos del engaño y su repercusión en la sociedad. Quizás sea oportuno mencionar algunas de sus
palabras más recordadas: la auto coacción del pensamiento ideológico arruina todas las relaciones con la realidad.
la preparación ha tenido éxito cuando los hombres pierden contacto con sus semejantes como con la realidad que existe en torno a ellos. El objeto ideal de la dominación totalitaria no es el nazi convencido o el comunista convencido, sino las personas para quienes ya no existe la distinción entre el hecho y la ficción (es decir, la realidad empírica) y la distinción entre lo verdadero y lo falso.
En otro orden de ideas entre los asuntos que debería reconocer y asumir el Estado mexicano en el próximo periodo seccional, el más trascendente es la abierta valoración de la población mexicana que reside en el extranjero como una de las grandes potencialidades y desafíos de la nación.
Si hoy existe alguna transformación de escala histórica, profunda para el presente y futuro de México, es y será el pleno reconocimiento de los mexicanos en el extranjero, como esencia de la nación en condiciones iguales a cualquier otro mexicano.
La ruta no es optativa. Ha sido contenida por ignorancia y resistencia al cambio, pero definitivamente es un horizonte en curso, apenas con pasos iniciales considerando la enorme escala de los cambios sociales y económicos que están en su trayectoria.
El "gran cambio" de México no está en alguna providencial lideresa, ni en algún partido político, ni en alguna otra organización relacionada con los poderes públicos.
El gran cambio capaz de marcar la historia, procede de la población mexicana en el extranjero y de su reconocimiento e inclusión en los aspectos nacionales de mayor relevancia. Cabe advertir que esa inclusión ha comenzado, derivada de la iniciativa de la población mexicana en el extranjero que se plasma en las gigantescas redes sociales, familiares y culturales que se extienden por todo el territorio del país.
Esa presencia existe y es cotidiana, material, firme y generosa como son las remesas familiares que han contribuido a que el piso social del país no se hunda.
Desde esta perspectiva la población mexicana en el extranjero no está "afuera" ni es distante.
Por el contrario, tiene una presencia directa e intensa por todos los puntos cardinales; mal haríamos en no comprenderlo.
La población mexicana en el extranjero se integra por dos grandes componentes. El primero corresponde a personas que nacieron en México y que emigraron, casi en su totalidad hacia Estados Unidos: hoy son alrededor de 11.7 millones. El segundo son las personas nacidas en el extranjero, la amplia mayoría en Estados Unidos, y que son aproximadamente 26 millones.
Ambas poblaciones tienen plenos derechos como cualquier otro mexicano, según lo establece la Constitución.
La amplia mayoría de la clase política apenas imagina las nuevas y gigantescas dimensiones de la nación: somos 169 millones de personas. No es posible construir un futuro nacional pensando que México es solamente lo que está y quienes estamos en el territorio.
¿Es posible concebir la democracia mexicana del siglo XXI excluyendo a los mexicanos en el extranjero de la representación política y determinación del Estado?
Recuerde la democracia tiene sentido cuando transforma la realidad de las personas. Más que democracia o dictadura, la cuestión a decidir es que modelo de la gobernanza mejora la calidad de vida de las sociedades. La democracia es una forma de organización de la legitimidad para decidir el curso de acción que una sociedad toma para enfrentar sus problemas. Una poliarquía electoral, no es sinónimo de vida digna, descendente y en libertad. En política lo que parece es. |
|