Francisco Cabral Bravo
Con solidaridad y respeto a Rocío Nahle García y Ricardo Ahued Bardahuil
"Que nuestras diferencias no nos dividan, sino que sean la fuente de propuestas y de soluciones compartidas a los distintos retos que enfrentamos".
"Hoy, más que nunca, necesitamos tender puentes entre todas las fuerzas políticas, dialogar sobre nuestras divergencias y construir juntos y juntas un Veracruz más justo y solidario".
Muchos opinadores están aún desconcertados.
Por lo pronto, en acciones y discursos de Rocío Nahle nos permite ver hacia dónde podría construir un espacio propio, con su proyecto político y de trabajo. Lo ha venido manifestando claramente, no permitirá dar paso a la corrupción, a la ineptitud y a la impunidad. Permitiendo la unidad y la gobernabilidad. Construyendo un entramado sólido, pero eso implica unidad, un gran esfuerzo y una poderosa estrategia.
Espero que, poco a poco Rocío Nahle consolide el poder.
¿Puede gobernar mejor una mujer que un hombre?
Una jefa de Estado o de Gobierno puede ser mejor o peor gobernante que un hombre. Capacidades personales, perfiles y lealtades del equipo, correlación de fuerzas internas, cultura política, contexto financiero o geopolítico, condiciones climáticas, movimientos sociales, seguridad y situaciones sanitarias pueden convertirse en factores que pongan a prueba a un gobierno y determinen la eficacia del gobernante, sea hombre o mujer.
En cualquier caso, una mujer gobernará diferente que un hombre y las consecuencias de sus decisiones, de su agenda, de su capacidad ejecutiva y de su liderazgo pueden modificar la esfera de lo público en beneficio de la categoría social representada.
Con el movimiento de liberación de la mujer en los 60, surgió el concepto "lo personal es político", acuñado por Carol Hanisch como una respuesta al machismo e intolerancia de una izquierda que desestimaba los derechos de las mujeres.
Largo recorrido ha tenido el concepto para colectivizar su lucha. Las decisiones normativas sobre esas relaciones fueron configurando al Estado mexicano.
Gobernadora con A se incluye en el diccionario académico de la lengua desde 1803, pero no ha sido suficiente. El lenguaje incluyente contribuye a eliminar el borrado de las mujeres y de las identidades de género que son cada vez más importantes para las nuevas generaciones. Somos testigos de un incipiente cambio cultural y civilizatorio.
Ricardo Ahued prepara terreno político en el estado para desempeñar acuerdos, estrategias, unidad abriendo espacios de participación ciudadana, formado en la cultura del esfuerzo. Ha logrado también consolidar su posición como empresario con trabajo y disciplina, con una diferente óptica que permita la gobernabilidad.
En otro contexto ha iniciado un nuevo sexenio y las expectativas acerca del nuevo gobierno comienzan a aclararse. Mientras hay quienes celebran la continuidad sin repartos, para otros las dudas se comienzan a disipar. Aunque, eso sí, nadie puede escatimar ni cuestionar la importancia que implica una presidencial que, por primera vez en nuestra historia, es protagonizada por una mujer, sin embargo, la realidad y las exigencias que residen en la investidura presidencial comienzan a imponerse.
Por cierto, y para cerrar el tema de las expectativas, quienes aspiran a un nuevo estilo de gobierno, son el prístino reflejo de quienes prefieren olvidar que el priismo más acendrado florece pétalos color guinda. Y eso es más que una simple marca de agua.
Y, hablando de memoria ¿Alguien se acuerda de la oposición? Quizás sigan perdidos en la contemplación de sus propias sombras.
En los últimos días, el machismo y la misoginia han mostrado sus peores y más patéticos rostros en los comentarios que algunos personajes han dirigido contra las mujeres más destacadas en la vida pública mexicana. Los ejemplos abundan, pero tres casos recientes ilustran con claridad el arraigado sesgo de género que persiste en la sociedad de las declaraciones de Rafael Inclán, sobre Claudia Sheinbaum, las de Gibrán Ramírez sobre Iligenia Martínez, y las insinuaciones de Salvador García Soto en relación con Alta Gracia Gómez Sierra.
Cada uno de estos episodios evidencia cómo el machismo herido reacciona con desprecio y condescendencia cuando las mujeres alcanzan posiciones de poder y reconocimiento.
Estos tres ejemplos nos recuerdan que el machismo herido se resiste a aceptar que el poder ya no es un coto exclusivo de los hombres. En un México que avanza hacia la igualdad de género, aún hay quienes prefieren descalificar y minimizar los logros de las mujeres en lugar de aceptar que ellas también son capaces de liderar y destacar.
La apabullante votación por Claudia Sheinbaum, el legado de Iligenia Martínez en la economía y la política, y el liderazgo empresarial de Altagracia Gómez Sierra desafían narrativas largamente establecidas sobre el liderazgo y el éxito.
Lo ocurrido en el senado es algo que hubiera sido imposible durante el pasado régimen y sin anuencia de Claudia Sheinbaum el acuerdo de sostener un diálogo permanente entre el oficialismo y la SCJN, y su más ácido detractor, Gerardo Fernández Noroña, presidente de la Mesa Directiva del Senado, acordaron mantener la comunicación, aún en las condiciones más difíciles.
La ministra y el legislador se reunieron alrededor de 30 minutos en el marco de la conmemoración de los 200 años de la instauración del Senado. Al término del evento, Noroña hizo sorprendentes declaraciones sobre su encuentro con Piña.
"Me parece un mensaje muy poderoso que la ministra Piña nos haya acompañado en la celebración de los 200 años de la instauración de la cámara de Senadores".
"De aquí en adelante todo lo que podamos construir me parece que es muy positivo. Hay disposición nuestra y del Poder Judicial".
Y, en una actitud de humildad que no le conocíamos, Noroña reconoció que cometió un error al pedir a la ministra información de jueces y magistrados para elaborar la convocatoria a la elección por voto popular de los nuevos juzgadores.
A la reforma se le pueden hacer ajustes que la hagan más dirigible a sus detractores, pero lo que es irreversible es la elección de jueces, magistrados y ministros. "La reforma va" independientemente de lo que resuelva la Corte.
Claudia Sheinbaum nunca se ha considerado a sí misma una política. Por lo menos no de plena forma o de cuerpo entero, como aquellos que han ejercido y practicado el ancestral oficio político por décadas.
Son conocidas sus menciones y señalamientos durante la campaña a su equipo de colaboradores y asesores, en el sentido de señalar a ustedes los políticos como esa clase especial de personas que encuentran siempre otras lecturas, percepciones y análisis diversos.
Para ella, científica de formación, imaginamos que en la aplicación del método y el proceso de datos y resultados, los políticos son lo más volátil, poco confiable y tal vez sustentado débilmente a la hora de diseñar y ejecutar políticas públicas. Pero la señal indiscutible de apertura al diálogo entre el Senado y la Corte habla de un afinado sentido político, sensibilidad, tolerancia,
Comprensión de que la República, es así democrática que todos queremos preservar y fortalecer.
En otro contexto mi comentario no debe de considerarse una crítica, sino un reconocimiento de la realidad catastrófica e inesperada, que enfrenta la primera mandataria en materia de seguridad. El documento presentado es un esfuerzo inicial de buscar cómo aterrizar una estrategia a corto plazo ante el desorden institucional y operativa que continúa afectando las capacidades de los aparatos de seguridad nacional y seguridad pública. Con la llegada de un experimentado policía, Omar García Harfuch, a la Secretaría de Seguridad Pública y Protección, son de esperarse cambios de prioridades.
El problema no es la presidenta, sino el legado en materia de seguridad. Pero esto no debe de abrir la puerta a la politización de la violencia. La realidad es que la propuesta presentada no da señales de resolver o reducir a corto plazo la ola de violencia. Al contrario, podría aumentar más si no hay un cambio de rumbo en la "estrategia". Pero un primer paso sería reconocer la gravedad de la violencia legada, no minimizar la situación, reconocer el sufrimiento y buscar un acercamiento con las víctimas.
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