Francisco Cabral Bravo
Con solidaridad y respeto a Norma Rocío Nahle García y Ricardo Ahued Bardahuil
En todo mensaje las palabras cuentan y son importantes en todo acto de nuestra comunicación.
Hay quienes plantean que la riqueza verbal es una puerta que nos permite observar e interpretar al mundo y la realidad de una manera distinta, más compleja con los matices de quien brinda al lenguaje una relevancia que es cada vez más necesaria en épocas de un reduccionismo atroz. Claro, esto no deja de ser un supuesto alentador, pues sabemos que ni las expresiones culturales, en su dimensión artística, se constituyen en sí mismas, como una garantía de que los seres humanos hayamos aprendido de los errores de nuestra historia. Nada más lejano a eso.
Y volviendo al tema de Ricardo Ahued explicó " y vaya que la gobernadora me ha dado toda la libertad de generar equipo, eso es muy importante, y yo le agradezco mucho a ella porque estoy poniendo las manos al fuego por las personas que me van a acompañar, pero ahí va a haber una sola cosa: el cargo se va a ganar, empezando por mí, nadie tiene un cheque en blanco de la gobernadora para quedarse haciendo tonterías y no dando resultados". Eso es lo que debe ser y que no se vaya el poder a idiotizar, perdón que lo diga, pero con el poder es muy fácil embrutecer, atontar, que te vuelvas loco y es muy fácil que te vuelvas una persona prepotente, conmigo no va a pasar, pero sí soy una persona de carácter, soy gente que cuando tomo una decisión la tomo en base a un análisis y con base a lo que me dictan tanto mis principios como la ley en mano. Eso don Richard, claro que le creemos.
La gobernadora nos instruyó gobernaremos para todos, que se atiendan los problemas de raíz, que no engañen a la gente, se revisen cuáles son los temas importantes que atender en cada región de Veracruz sin vaciladas. Deberán tener la humildad y carácter de honrar su cargo por lo que se estarán totalmente abiertos pues cada quien tendrá sus preferencias ideológicas partidarias, pero atenderán con base en la ley.
Ojalá entremos de lleno a un nuevo ciclo en la historia de Veracruz.
seguramente muchos de ustedes conocerán el cuento de "Pedrito y el lobo", en el que un pastorcito aburrido de ver pastar a sus ovejas decidió jugar una broma a sus vecinos gritando: ¡Ahí viene el lobo! Todos sus vecinos alarmados acudían en su ayuda y se retiraban enojados cuando descubrían la broma. Pedrito hizo esto una y otra vez, hasta que los vecinos dejaron de ir y cuando finalmente llegó el lobo nadie fue a socorrerlo.
Sí viene el lobo, pero no por todos.
En otro orden de ideas durante 2300 años, por lo menos desde la República de Platón, los filósofos han sabido cómo los demagogos ganan las elecciones democráticas. El proceso es sencillo y ahora acabamos de ver cómo se desarrolla.
En una democracia, cualquiera es libre de presentarse a un cargo, inclusive las personas que son absolutamente incapaces de dirigir o presidir las instituciones de gobierno. Platón consideraba que la gente común se dejaba controlar fácilmente por sus emociones y, por ende, era susceptible de este tipo de mensajes, un argumento que constituye el verdadero fundamento de la filosofía política democrática.
Así mismo, los filósofos siempre han sabido que este tipo de política no necesariamente está destinada a triunfar. Como sostenía Jean Jacques Rousseau, la democracia es más vulnerable cuando la desigualdad en una sociedad se ha vuelto arraigada y demasiado evidente.
Por ende, Rousseau llegó a la conclusión de que la democracia requiere una igualdad generalizada, sólo entonces, no resultará tan fácil explotar los resentimientos de la gente.
He intentado describir, con minucioso detalle, por qué y cómo las personas que se sienten menospreciadas, llegan a aceptar patologías, racismo, homofobia, misoginia, nacionalismo étnico y fanatismo religioso, que, en condiciones de mayor igualdad, rechazarían.
Y es precisamente de esas condiciones materiales para una democracia sana y estable de lo que carece hoy Estados Unidos. En todo caso, la Unión Americana ha llegado a definirse singularmente por su enorme desigualdad de riqueza, un fenómeno que no puede más que socavar la cohesión social y alimentar el resentimiento. Ahora bien, cabe preguntarse por qué esto ya no ha sucedido en Estados Unidos. La razón principal es que existía un acuerdo tácito entre los políticos para no involucrarse en esta forma de política extraordinariamente divisiva y violenta.
Recordemos las elecciones de 2008 John Mc Cain, el republicano podría haber apelado a estereotipos racistas o teorías conspirativas sobre el nacimiento de Barack Obama, pero se negó a tomar este camino, corrigiendo célebremente a una de sus propias partidarias cuando esta sugirió que el candidato demócrata era un "árabe" nacido en el extranjero. Mc Cain perdió, pero será recordado como un estadista norteamericano de una integridad intachable.
Por supuesto, los políticos norteamericanos apelan regularmente de manera más sutil al racismo y la homofobia para ganar elecciones, después de todo, es una estrategia, pero el acuerdo tácito de no llevar a cabo esa política de manera explícita, lo que la teoría política Tali Mendelberg llama a la norma de la igualdad, descartó apelar demasiado abiertamente al racismo. Por el contrario, había que hacerlo a través de mensajes ocultos, discursos en código y estereotipos (como hablar de vagancia y delincuencia en los barrios marginales).
Pero en condiciones de profunda desigualdad, este tipo de política codificada acaba siendo menos eficaz que la explícita. Lo que Trump ha hecho desde 2016 es desechar el viejo acuerdo tácito, etiquetando a los inmigrantes de alimañas y a sus oponentes políticos de los enemigos adentro. Esta política explícita de "nosotros contra ellos" como siempre han sabido los filósofos, puede ser sumamente efectiva. La filosofía política democrática, entonces, ha acertado en su análisis del fenómeno Trump. Tristemente, también ofrece una clara predicción de lo que vendrá después. Según Platón, el tipo de persona que hace campaña de esta manera gobernará como un tirano.
Más que los errores de Kamala Harris, los grandes culpables fueron su partido y el actual presidente. Las divisiones en el Partido Demócrata no ha dejado de ahondarse. Desde siempre ha habido una competencia entre organizaciones regionales por controlar el partido.
Sin embargo, después de que Ronald Reagan los barrió por segunda vez en 1984, ya no fueron capaces de tramar alianzas y mantener la unidad.
Cuando desplazaron a los republicanos en California, se crearon dos polos. En la costa atlántica y el medio oeste el partido siguió teniendo una base laboral, con poderosos sindicatos apoyándolos en cada elección. En cambio, en la costa del Pacífico, el partido penetró más en el sector de servicios y en la población hispana. Las demandas de los burócratas, los maestros y los profesionistas fueron muy heterogéneas y difíciles de compaginar. Hollywood empezó a respaldar candidatos fuera del Estado y entró en conflicto con los caciques partidistas del resto del país, que a su vez no pudieron meter su cuchara en California.
Por otro lado, el liderazgo demócrata se fue avejentando. Lo cierto es que aún si el partido hubiera estado unido, lleva años perdiendo base social. Como acaba de afirmar Bernie Sanders, hace mucho que abandonaron a la clase trabajadora y se volvieron un partido de las élites de ambas costas. Han centrado su estrategia en cuestiones identitarias que ignoran las verdaderas preocupaciones de la gente.
Una de las explicaciones de estos resultados tiene que ver con la persistencia del sexismo y racismo, de sentimientos nacionalistas, antimigración y, más en general, anti inclusión. Pero también hay otras cosas en el fondo. Muchas mujeres suburbanas, que se esperaba rechazarían en masa a Trump después de la revocación de Roe vs Wade, terminaron votando por él.
La campaña republicana, que llegó al punto de usar "It's man's, man's, man's world" de James Brown en sus eventos, debería haber sido un desastre entre el electorado femenino. No lo fue. ¿Por qué?
Porque mientras los demócratas estaban lanzando una campaña técnicamente impecable, tratando de no ofender a nadie y a sumar a los votantes conservadores "no trumpistas", los republicanos estaban construyendo una narrativa clara, aunque controversial. Trump puede ser abiertamente misógino, pero promete estabilidad económica, pero se presenta como una víctima del sistema con la que muchos se identifican.
La intersección de raza y género en esta elección fue brutal en su claridad. Un segmento significativo de hombres negros se resistió a apoyar a una mujer negra para presidenta. las mujeres blancas suburbanas priorizaron sus preocupaciones económicas sobre la solidaridad de género. Los hombres latinos abandonaron en masa al partido que supuestamente representa sus intereses, votando a favor de las restricciones migratorias.
James Carville lo advirtió: los demócratas necesitaban dejar de presentarse como el partido de mujeres predicatorias. Harris, una candidata extraordinariamente competente que logró articular una campaña sólida en apenas tres meses, cargaba con el peso de una administración profundamente impopular. El " techo de cristal" más alto sigue intacto, y las razones incluyen, pero van más allá, del sexismo explícito.
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