La pandemia empieza a cobrar muchas vidas, y miles de infectados. BC es una tragedia, lo mismo pasará en Edomex, CDMX, Jalisco, Nuevo León, Puebla y otros estados. Los gobernadores toman sus propias medidas de protección ante la falta de recursos federales y de equipo médico como respiradores, que además requieren de conocimientos especializados para conectar al paciente.
Cierto, el COVID-19 puede tener o no más mortalidad que otros virus, se dispara el sarampión y resurge el SARS. Los médicos protestan en las calles y muere personal médico contagiado. Videos causan miedo y lágrimas. No puedes enterrar a tus muertos.
La economía sigue cayendo en picada, sin estímulos ni apoyos, se perderán empleos y planta productiva, caen exportaciones, ancla de la economía. Las ayudas sociales no podrán remediar la pobreza. Habrá más demanda y menos recursos. Cae recaudación, petróleo apenas repunta, y ya tenemos deuda con EU por cubrir nuestra cuota OPEP.
Las expectativas de calificadoras, FMI y Banxico pronostican caídas de 6% del PIB o más. El Financial Times asegura que México se encamina a una tragedia por el errático comportamiento de la SHCP.
Como en la guerra, así como en las campañas políticas, se requiere de información, línea de acción y una alta coordinación entre todos quienes participan en el esfuerzo común de defensa y ataque en una guerra.
Winston Churchill los denominó “Cuartos de Guerra” (The War Rooms) que se localizan bajo suelo en Westminster, Londres. Era el lugar donde se reunía el alto mando del ejército británico, con información estratégica, permanente, mapas, comunicaciones e incluso un lugar para dormir para Churchill. Hoy convertido en museo, lo describen como un lugar fascinante.
Las campañas ´políticas, una verdadera batalla que también requiere información estratégica y coordinación, utiliza ese mismo símil y establecen sus cuartos de guerra, en el que el o la candidata, y el o la jefe de campaña dirigen la lucha electoral.
Muchos analistas y líderes políticos han equiparado la lucha contra la pandemia del COVID-19 como una guerra, una guerra sin cuartel mientras no se tenga una vacuna o tratamiento médico efectivo para vencerlo. Y no dejan de tener razón. Se requiere información, objetivos claros y coordinación entre muchas personas e instituciones para tener éxito. Se requiere un líder que guíe todos sus esfuerzos
junto con un amplio grupo de personas con responsabilidades específicas, con representación para guiar a grupos y sectores de la sociedad.
Y en este caso concreto, se requiere un grupo liderado por el gobierno y acompañado por personas e instituciones representativas de la sociedad. Se requiere un “cuarto de guerra”.
En el caso del COVID-19 este centro de decisión debería ser múltiple. Con un “cuarto de guerra” nacional (Legalmente es el Consejo Nacional de Salubridad, pero su operatividad ha dejado mucho que desear) que dicte las normas generales con base en información fidedigna y oportuna, y que esté acompañado por centros de decisión equivalentes en cada uno de los estados de la República. Esto es fundamental, pues las particularidades de cada estado definirían estrategias específicas a cada uno de ellos.
Se requiere liberar recursos para atender la crisis de salud y de seguridad.
¿Y qué hace AMLO? Se preocupa por las críticas y lo que él llama politiquería. Ante la caída de su popularidad y que ya está por debajo del 50 % y la posible pérdida del poder si cae la mayoría de la Cámara de Diputados, ahora pretende salidas. Mientras más rápido se dé la revocación de mandato, corre con más posibilidades de ganar. El tiempo va en su contra. Como siempre, menosprecia la inteligencia ajena, ofrece una alternativa, que le permita hacer campaña en 2021 y la revocación se vote junto con la elección de diputados. Dice que con su mayoría, si sus opositores lo aceptan, puede mandar de inmediato iniciativa al respecto. Esta propuesta siempre ha sido la de su interés.
Como el CCE señaló, para lograr la revocación del mandato se requiere tener el respaldo de por lo menos 30 millones de electores.
¿Por qué? Pues se establece que debe votar el 40 % de los electores registrados para ser válida.
Y como señalan los empresarios ellos no hacen política electoral. Corresponde a los partidos entrar al tema y organizar un frente único que puede o no ganar. La revocación tiene restricciones, ser solicitada por el 3 % del padrón en 40 días, ser aprobada por 17 entidades federativas y el año próximo se renuevan ocho gubernaturas. La debe organizar el INE y calificar el TEPJF, y otra serie de acciones que debe regular la Cámara de Diputados. Por eso lo importante es la elección de la Cámara de Diputados y gobernadores en 2021, a fin de que se tengan equilibrios.
Para la revocación deben haber transcurrido tres años, o sea, se iniciaría el proceso en noviembre de 2021. AMLO juega con la revocación, no tiene los votos para una reforma constitucional. Y con reformas a leyes secundarias no puede avanzar.
Es pues un round de sombra para distraer la atención y tratar de recuperar u velo democrático de su mandato.
Y esto desde luego llama la atención sobre sus prioridades.
Con recetas de los 70 o con el New Deal como modelos no vamos a resolver las crisis de 2020 o de 2030. AMLO busca espacios, treguas, distractores, como es su costumbre. No quiere entender ni la profundidad, ni la seriedad de esta crisis de salud y económica.
Sigue pensando que el gasto público nos sacará de la crisis. No apoya empleo, ni empresas porque ideologiza el concepto de empresarios y rapacidad.
Hay desde luego gente sensata y preparada en su gabinete. Es válido y necesario cerrar brechas entre pobreza y riqueza, pero una fórmula exitosa requiere de inversión y empleo.
Para repartir mejor el ingreso debe haber generación de riqueza, de lo contrario se pone en riesgo la seguridad nacional.
De ese tamaño es el reto.
Violencia, enfermedad, pobreza, injusticia, corrupción e impunidad no se resuelven con discursos, ni con abrazos.
AMLO debe repensar sus prioridades y poner en el centro a las personas no al poder, es una quimera hacerlo de otro modo.
No hay duda que tomar decisiones oportunamente, coordinar instituciones, encauzar los esfuerzos y tener objetivos y medios comunes en una sociedad no puede más que mejorar los resultados.
La contingencia sanitaria provocada por el COVID-19 le ha dejado a México y al mundo lecciones y aprendizajes, pero también mucha confusión y dudas.
Un ejemplo son los cubre bocas. En algunos lugares se ha hecho forzoso y en otros no. En México, depende de qué instrucciones se requieran seguir, si las del subsecretario Hugo López Gatell, que dice que no es necesario, o las de la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, que ha decretado que todo el que se quiera subir en el Metro debe portar mascarilla. En los demás estados de la República varía.
De igual manera, no hubo un único sistema para llevar el conteo de casos positivos, negativos y defunciones.
México decidió utilizar como sistema de vigilancia el llamado modelo centinela, que le permite monitorear el avance del coronavirus sin necesidad de aplicar pruebas masivas. ¿Es incorrecto su uso? Depende a qué científico se arrime. El gobierno federal lo defiende. Así pues, ¿quién tiene la razón? Sabe Dios, o todos o ninguno.
Esta pandemia, lo único que ha dejado en claro, que ante la discrecionalidad, cada persona decide a quién hacerle caso y que hay medias verdades y mentiras
completas. El único juez que determinará quién tuvo razón es Dios y el tiempo y a algunos se les está acabando.
Los tiempos anormales del coronavirus no han roto con el estado natural de la violencia en el país. El ejecutómetro se mantiene e incluso escala aún más en su ritmo ordinario. |
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