Francisco Cabral Bravo
Con solidaridad y respeto a Rocío Nahle García y Ricardo Ahued Bardahuil
Pronto iniciará una nueva administración. Este cambio de gobierno trae consigo grandes expectativas y, a su vez, desafíos que requerirán una conducción firme y visionaria para enfrentar los retos que se avecinan en temas críticos como el equilibrio de las finanzas públicas, la promoción de la inversión, la garantía de certeza jurídica y la preservación de una convivencia democrática en una sociedad diversa y plural.
El equipo que acompañará a la nueva gobernadora Norma Rocío Nahle, tiene la oportunidad histórica de implementar políticas que fomenten la estabilidad y el desarrollo del Estado de Veracruz. Será necesario contar con una visión de largo plazo. La apuesta es por un diálogo democrático en el que todos los actores sociales, económicos y políticos participen activamente, buscando el bien común.
La mutua disposición a colaborar con el gobierno en la implementación de soluciones que promuevan la justicia, la seguridad y la prosperidad de todos los veracruzanos es el camino, con instituciones sólidas que garanticen un futuro de paz y desarrollo para las próximas generaciones.
Que tenga el mayor de los éxitos la gobernadora Rocío Nahle en su mandato. Que tenga la sabiduría para tomar las decisiones más acertadas en favor de la sociedad veracruzana. Es momento de construir juntos, de escuchar, de proponer y de actuar.
La Ing. Nahle impondrá su sello particular, su estilo particular de gobernar, diría Don Daniel Cossío Villegas. Gobernar requiere de tiempo de reflexión, en lo que numerosos autores han denominado como "la soledad del poder". El estado enfrenta demasiadas urgencias simultáneas, y, para resolverlas, la prisa no puede ser ni criterio ni rasero. Lo deseable para Veracruz es una gobernadora mesurada tanto en sus declaraciones como en sus decisiones. La garantía de los derechos humanos de las y los veracruzanos depende de ello.
En cada relevo se renueva la esperanza del pueblo veracruzano y ahora que asume una mujer como gobernadora, pues se fortalece aún más ese optimismo y se piensa que las cosas van a cambiar por cuestiones de género o por arte de magia.
Toda actividad humana conlleva el riesgo de tener tanto aciertos como errores, por lo cual uno de los atributos que han desarrollado las civilizaciones a lo largo de la historia en su gran capacidad de adaptación, así como de sensibilidad para corregir el rumbo cuando es necesario.
Es por ello que hoy en día, en los tiempos actuales que vivimos, es necesario dialogar para entendernos mejor y encontrar formas de convivencia que nos permitan cambiar aquello que no ha funcionado. El inicio de una nueva administración siempre trae un "aire" de renovación y esperanza.
En otro orden de ideas nada que hay que dé más miedo que la inteligencia aplicada con fines bélicos o que inciten a la violencia. Normalmente, la violencia y la destrucción han fungido como la antítesis de la inteligencia.
Sin embargo, hoy el mundo está asombrado y lo está porque cualquiera que esté en sus cabales puede entender que todo lo que estamos viviendo en los últimos meses, es el principio del final de la forma en la que se combatían las guerras de nuestro tiempo. Antes "quien a hierro mataba, a hierro moría". Ahora con la supremacía y con la dependencia extrema que tenemos hacia lo tecnológico, hacia el hecho de querer tener todo al alcance de la pantalla de nuestro celular, se ha creado un nuevo mundo. Un mundo que al igual que ha modificado el significado de la paz, de la armonía y del desarrollo, también lo ha hecho con la forma en la que se libran y resuelven las guerras.
Hoy sabemos que podemos vivir con casi nada. Sin embargo, hoy también sabemos y somos conscientes de que es imposible vivir sin la ayuda de la tecnología, especialmente sin nuestros celulares. Así como pasó en la década de 1930 con la guerra civil española, la experimentación y el uso de las nuevas armas de destrucción, elaborados por los alemanes en el resurgimiento de su nación, lo nuevo siempre ha generado resistencia y ha necesitado tiempo para normalizarse.
La Blitzkrieg, también conocida como la guerra relámpago, se puso en práctica y marcha en la primera avanzada brutal que tuvo el ejército alemán en Polonia. Hoy, cuando podemos ver que basta con hackear unos bípers para hacer volar en pedazos a una persona o con dar una instrucción a un dron, nos podemos dar cuenta que, así como la tecnología puede ser una gran aliada, también puede convertirse en nuestra condena. En la actualidad, las personas manejamos nuestra vida a través de nuestros celulares. En esos pequeños dispositivos hemos depositado gran parte de nuestra existencia, guardando las fotos de nuestros seres queridos, los datos y registros de nuestras cuentas bancarias, y un sinfín de información que, más que darnos seguridad, podría ponernos en una situación vulnerable.
En la celebración del Rosh Hashaná, que este año conmemora el año 5785, es buen momento para hacer un breve recuento del ciclo infernal que ha pasado el pueblo judío. y no estoy hablando únicamente del ataque a su seguridad e integridad perpetrado el pasado 7 de octubre por Hamás, sino por todas las etapas de dolor y sacrificio que han tenido que atravesar a lo largo de su historia. Una historia con letras de sangre y sostenida en pilares de huesos y en la que los judíos siempre habían fungido como las víctimas del relato, sin embargo, en esta ocasión el desenlace ha sido distinto.
Esta es la primera vez que Israel no pone a las víctimas. Después de siglos de persecución, de un Holocausto y de la puesta en práctica de un antisemitismo cruel y constante, por primera ocasión Israel ha puesto un alto en esta inhumana práctica sostenida por tanto tiempo. Esta vez, a los israelíes no les tocó poner a las víctimas, enterrarlas de acuerdo con el rito y llorar por ellas. Es como un moderno Rey David resucitado, con el ojo de Dios viendo su mano.
Hoy, la piedra que deriva al Goliat no es otra cosa que la tecnología, esa herramienta omnipresente en la que hemos cimentado el mundo contemporáneo. Si la inteligencia es más temible que la violencia, y lo es, sin duda, debemos reconocer que estamos presenciando la primera guerra concebida, desarrollada y ejecutada a través de la tecnología.
Conquistar la voluntad es el primer paso para ganar cualquier guerra. Si la voluntad lo es todo y es obra de Dios, entonces el uso de la tecnología para generar fenómenos bélicos, convencer e intimidar ha sido un factor clave en este conflicto. Hezbolá ha sido testigo de cómo con una simple inclinación, un chip y una ecuación, las armas más letales pueden volverse contra sus propios creadores, como una maldición bíblica. En definitiva, no podemos vivir sin la tecnología. Y, tal como van las cosas, al depender de ella, podríamos estar condenados a morir por ella.
Más vale aprovechar el respiro para, luego, no andar con suspiros ni jadeos.
Recuerde también, la ilusión nos inspira que ya no hay déspotas conservadores y que todos somos republicanos liberales. Que hemos alcanzado la práctica liberal de los ingleses. Que nos embelesa el constitucionalismo, el garantismo, el respeto del gobernante hacia el gobernado, la evolución del sistema de amparo, la transigencia con las ideas de todos o la tolerancia con las preferencias de cada cual.
Así, también, el delirio y la apoteosis nos embaucan a creer que todos somos soberanistas, justicialistas, progresistas, equitativos o, por lo menos, racionales y sensatos.
Seamos realistas. La soberanía, la democracia, la libertad, la justicia, el federalismo y la equidad aún no han ganado su batalla final. Pero nunca ha sido fácil la batalla constitucional. Eso nos enseñan estos 200 años de constitucionalismo. Toda la historia constitucional nos muestra que las constituciones se sostienen en la razón no en la sinrazón, en la verdad no en el fraude, en la lealtad no en la traición y en la libertad no en la obediencia.
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