Francisco Cabral Bravo
Pues bien, hoy un México, sumiso y paciente, también sufre su pasión. La pandemia mundial que nos obligó a la total suspensión de actividades se encimó con el decaimiento económico que arrastramos desde tiempo atrás y que muchos ya calificaban de recesión.
Estos tiempos que vivimos nos invitan a reflexionar sobre nuestras realidades cotidianas y a hacer un examen de conciencia sobre el otro virus que habíamos dejado entrar y que ya se adueñó de nuestras aspiraciones de superación nacional para desviarlas hacia formas ajenas de vida infectada con ansiedades consumistas.
Hemos adoptado comportamientos que minan nuestros valores hasta dejarnos en un lamentable estado de debilidad y dependencias, confundidos y sin preparación ante futuros inciertos.
Las muchas muertes sufridas, a no muchos días de declarada la emergencia sanitaria, más las que nos pronostican, aumentarán el drama. La postpandemia abrirá interrogantes sobre cómo reconstruir estructuras rotas.
Pasada la inédita interrupción de todas las actividades que la enfermedad nos impuso, nos preguntamos si lo que hay que hacer es re –asentar las vías en la dirección que traíamos, o habrá que cambiar el rumbo.
Algunos declaran que es urgente descartar el modelo económico e incluso, el político para instalar otro. No faltan opciones. El tema lleva a repasar las utopías clásicas, desde Platón, San Agustín, Tomás Moro, hasta llegar a Karl Marx. El siglo XX ofreció ensayos y costosos fracasos.
Hoy se proponen complejas fórmulas fiscales o renovar las sociedades cooperativas. Lo especulativo se disipa. En México, la realidad presenta el choque que nos ha dado el tren de la Cuarta Transformación contra el convoy tripulado por opositores cargados de sombríos reclamos.
Las conversaciones de ciertos líderes empresariales con AMLO son corteses, pero definen la honda brecha entre las decisiones tomadas por la presidencia y la convencida advertencia de que ellos son la receta segura para una catástrofe socio económica.
Las propuestas del CCE y la Coparmex se estrellan contra el aumentado rechazo difundido en dispersas y desordenadas conferencias matutinas.
En el último y muy esperado “informe” trimestral del Presidente, la reacción empresarial fue un ejemplo más. Pese a lo anunciado, no reveló una estrategia coherente para salir de la emergencia sanitaria ni para enfrentar la caída económica y social que nos envuelve.
El documento que AMLO leyó no anunció facilidades fiscales para los contribuyentes, víctimas angustiadas de un vacío de ingresos. Tampoco ofreció el pago a proveedores de Pemex, la CFE o el gobierno de las multimillonarias deudas pendientes que tiene atoradas las inversiones.
Ni indicaciones a Nafinsa o al BNCE de facilitar créditos a muchas empresas que tienen interrumpidas sus ventas nacionales y exportaciones, las cuales sin apoyo oficial, no pueden mantener su planta laboral. Tampoco se mencionó el comercio exterior, el cual ocupa el 40% de los esfuerzos nacionales.
La diferencia entre las dos visiones es profunda sólo en apariencia. NO se resolverán con programas parciales e inconexos. Se requiere una estrategia conjunta que reclute a todos los sectores nacionales.
Lo sensato es aplicar cordura y con sentido de unidad las estructuras de democracia económica con las que contamos.
Seguir atizando conflictos sólo produce más privaciones y sufrimientos populares.
Falta la intención de crear consensos. Lo actual es una crisis en la que se paraliza simultáneamente el sistema circulatorio y de producción de bienes de la economía mundial, sistemas en los que está profundamente integrada la economía mexicana y en la que hay destrucción de valor en numerosos nudos de la red económica mundial.
Para saber cómo usar mejor los recursos limitados con los que cuenta el país, es importante saber qué sectores serán más afectados y dirigirlos hacia allá, de tal manera que, cuando la pandemia vaya cediendo y se puedan retomar escalonadamente las actividades productivas, esto se pueda hacer de manera eficiente.
Se requiere auxiliar a las empresas a mantener su plantilla laboral. Facilidades de créditos respaldados por la Banca de Desarrollo o que premien el mantenimiento de la plantilla laboral y eviten la destrucción de valor; que los empresarios sean del tamaño que sean, no pongan a remate sus activos para poder salir de deudas y salvarse.
No es destruyendo la riqueza como se va a vencer el problema de la pobreza.
Podemos adelantar que las cifras de empleo se verán afectadas negativamente por los estragos de la parálisis económica que vivimos, a la que nadie puede ponerle fecha de caducidad.
El INE ya contestó al oficio del presidente del CEN de Morena, Alfonso Ramírez Cuellar, en el que éste le informa de acuerdos del órgano de dirección partidista para la devolución del 50% de sus prerrogativas ordinarias ante la emergencia sanitaria.
El instituto le respondió que los partidos políticos no pueden donar, ni devolver recursos ya depositados en sus cuentas, entre enero y abril.
Pero a partir de mayo pueden renunciar a la totalidad o a una parte de sus prerrogativas.
Nadie se puede oponer a que los partidos cedan parte de sus prerrogativas para ayudar a enfrentar la crisis económica y sanitaria provocada por el coronavirus.
Las medidas de emergencia requieren ser evaluadas, ajustadas y corregidas, día a día, para que no vaya a ser que el remedio salga peor que la enfermedad.
Como corolario, la frase de Albert Camus: “La buena voluntad sin clarividencia puede ocasionar tantos desastres como la maldad”. |
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