Francisco Cabral Bravo
Con solidaridad y respeto Ricardo Ahued Bardahuil e Ing. Eric Patrocinio Cisneros Burgos
Lo dijimos en este espacio y volvemos a insistir en el tema, surge la pregunta sobre si la unidad que pretendió mostrarse con el masivo acto, al que acudieron servidores públicos en funciones de diversos órdenes de gobierno, no anticipó también la diversidad de naturales aspiraciones, y ambiciones, en cada uno de los integrantes del séquito sucesorio oficial. Es difícil pensar en la disciplinada resignación de, al menos dos, que por aritmética pura serán excluidos.
Y ya que nos referimos exclusiones, todo indica que la primera ruptura ya se dio y la carrera hacia la silla tomara derroteros de una nueva oposición, en el seno mismo del oficialismo, la "no invitación" al acto de unidad de uno de los fundadores del hoy "movimiento en el poder" dados los antecedentes (Zacatecas), nos hacen advertir cursos de acción alternativos en la dinámica del senador seguramente ya contemplados, dada su experiencia en el tablero de ajedrez político.
De facto, se acaba de dar banderazo oficial con tres oficiales y uno no oficial, aunque oficialmente libero. Cazuelas y guijarros estarán volando por toda la mansión reformadora así de sutilmente. El fantasma de la división recorre el partido del Presidente. Ha surgido al interior una especie de "cruzada para bloquear a los enemigos de Morena como trampolín político para acceder a puestos de poder". Estas palabras llevan una clara dedicatoria al líder de la bancada guinda en el Senado, Ricardo Monreal, quien ya debe estar registrando estas voces en su contra.
Y hablando del presidente de la Jucopo y suspirante presidencial, éste de plano ya pintó su raya respecto de la estrategia de abrazos y no balazos. "Es momento de reflexionar en el Congreso y de revisar con toda seriedad el plan de seguridad, en el que los senadores tenemos la obligación constitucional de hacerlo", y puso en claro que dicha discusión debe ser "sin tabúes y sin ideologías".
En el cuartel general de Morena se han encendido los focos rojos y se han apagado las risas que se mantenían tras las victorias en cuatro estados el pasado 5 de junio. La posibilidad de perder el bastión sagrado de la izquierda, la Ciudad de México, se ha materializado y cada vez se ve más real. La oposición a Morena tendrá en 2024 la enorme oportunidad de arrebatarle la capital el país, gobernada por la izquierda desde el triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas el 1997.
La más reciente encuesta publicada por El Financiero refleja la caída de Morena en las preferencias electorales de la Ciudad de México, y coloca la alianza opositora conformada por PRI, PAN y PRD por encima del partido oficial.
Esto no había ocurrido desde 1997. No ocurrió en la mini gestión de Rosario Robles, ni en la de Marcelo Ebrard. Ocurrió en la gestión de la jefa de gobierno que hoy aspira a ser presidenta de la República: Claudia Sheinbaum.
Sheinbaum ha sido resucitada políticamente en distintas ocasiones. La discriminación de los votos a favor de Morena en la Cdmx en la elección del año pasado fue evidente. La ineficacia política de Sheinbaum la hundió y hoy ya no es la favorita para obtener la candidatura presidencial de Morena. La más reciente
encuesta de El Financiero desnuda a Sheinbaum como una política que tiene como único mérito ser cercana al presidente.
Las nuevas formas de hacer política acuden a la cercanía tecnológica. Cambia la 4T las formas de seducción hacia el electorado.
En otro contexto lo dijimos en este espacio y volvemos a insistir de indispensable lectura es el estudio elaborado por el Instituto de Investigación en Rendición de Cuentas y Combate a la Corrupción (Universidad de Guadalajara), diseñado y dirigido por el doctor Mauricio Merino pionero en los estudios sobre corrupción en México.
En su informe País (2020). Sobre el combate a la corrupción en México el lector encontrarás no sólo como anda la corrupción en México, sino el estado que guardan los instrumentos jurídicos y administrativos diseñados para combatirla.
Sería de gran provecho que la administración actual y la oposición aglutinada Va por México tomaran en cuenta el diagnóstico propuestas sobre combate a la corrupción que ahí se encuentran. Ya son demasiados años de puro bla, bla, bla y que la realidad no cambie. Que la corrupción siga entre nosotros en los mismos niveles de siempre y sin consecuencia alguna.
El informe plantea una novedosa e interesante lectura sobre cómo entender la corrupción. En lugar de la tradicional definición de la corrupción como "el abuso del poder público para el beneficio privado", se propone entenderla como "la consecuencia inevitable de la captura del espacio público: la captura de puestos, presupuestos y decisiones públicas por grupos políticos o económicos, que desvían al Estado de sus propósitos fundamentales. Una captura que pervierte la naturaleza de los asuntos públicos en busca de una mayor acumulación de poder o dinero, o de ambos. No podemos confundir el combate a la corrupción con el castigo a individuos corruptos, sin tomar en cuenta las prácticas, los espacios, y las oportunidades que tuvieron para incrementar su poder político o su riqueza.
Por eso, por no atender las causas de la corrupción, sino más bien optar por su exhibición pública que, desde luego, es necesaria y, en el menor de los casos, por el castigo infrecuente, selectivo y con propósitos siempre políticos. México ha fracasado en el combate a la corrupción, sexenio tras sexenio. Como casi siempre en México podemos ser campeones en el diseño legal, incluso en la construcción de instituciones para hacerlo valer, pero, para desgracia de todos, la ley se ignora, y las instituciones se capturan haciéndolas inoperantes. Hay pocas excepciones a esta regla como el INE que, con profesionalismo probado, valentía y determinación, ha resistido al proceso de destrucción institucional vigente.
El problema más grave de México es, sin duda, la impunidad y la falta de la cultura de la legalidad. La falta de cultura de la legalidad nos hace aceptar situaciones atípicas que serían inconcebibles en cualquier país decente. La base de la democracia liberal es la ley y por eso los cargos públicos hacen un juramento antes de iniciar su gestión para cumplir y hacer cumplir la constitución y las leyes. El problema es que en México ese juramento no nos lo hemos tomado en serio, ni por los políticos ni por la gente que desprecia la aplicación y coerción legal.
Y retomando a los que tienen la mejor tonada, pero aún no encuentran la letra para acompañarla, las encuestas publicadas por El Financiero rumbo a las elecciones en el Estado de México y Coahuila dan ventaja a Morena. Las oposiciones deben construir una narrativa que motive a la población a votar.
Juntar membretes no necesariamente sumado votos. Altos índices de participación pueden dar paso a victorias electorales de las oposiciones. Las oposiciones, como ya sabemos, no tienen acceso a radio o tv como lo tiene el gobierno, que además ha tomado medidas para cercar o desaparecer de medios periodistas críticos, a los que descalifica y amenaza desde las mañaneras.
Son las redes sociales el mejor vehículo para las oposiciones. Desde luego que ni Alito, ni Cortés son líderes que conjunten voluntades al interior de sus propios partidos. Cambiar dirigencias puede ser conveniente, pero también entraña problemas de organización interna para reconstruir las alianzas y el tiempo es corto. Las organizaciones de la sociedad civil, también son atacadas por el gobierno. Lo mismo feministas, que grupos de space, que comunidad LGBTT+, que movimientos que protestan contra políticas públicas, contra la delincuencia, las desapariciones forzadas, los asesinatos y los femicidios, son descalificados como neoliberales.
Ciertamente no hay propuestas de narrativas de la oposición. Es solo derrotar a Morena. Pues no es tema.
Por eso, las oposiciones deben encontrar otra narrativa frente a los excesos del poder. La alianza opositora no es regresar al pasado, es combatir corrupción, narcotráfico, homicidios dolosos y femicidios. Es recuperar un sistema nacional de salud y de educación. Pero sobre todo, hacer entender a los a los abstencionistas que su voto cuenta para formar un nuevo gobierno de coalición. La coalición implica nuevos equilibrios entre los poderes, requiere de una participación social activa, de organizaciones de la sociedad civil que ayuden a elaborar políticas públicas sobre sus causas, nadie conoce mejor un problema que quien lo padece. La coalición obliga a que las fuerzas políticas representadas y la sociedad construyan acuerdos, tomen decisiones informadas, aprovechen mejor los recursos públicos, orienten al país hacia nuevos gobiernos donde ya no exista un tlatoani que todo quiere controlar y nada funciona. Es avanzar a nuevas formas de parlamentarismo para ir desterrando las prácticas de un Ejecutivo desbordado con capacidades metaconstitucionales, que destruye instituciones y doblega a los poderes. Esa es una oferta viable y creíble. Implica, desde luego, contar con un candidato de unidad. Hoy no existe un personaje, mujer ni hombre, que se perfile como una opción ganadora. Es pues necesario y urgente encontrar un candidato y legitimarlo.
Un programa claro y viable para un gobierno de coalición, con la toma de acuerdos y las consultas con la sociedad civil organizada. ¿Cómo lograrlo?
Mediante la participación en partidos y en organizaciones de la sociedad civil. Nos guste o no legalmente son los partidos quienes proponen candidatos. Que no lo hagan solos. Que no sean negociaciones en un círculo cerrado, con encuestas cuchareadas o no, que se habrá a la ciudadanía la elección, que se elija a la mejor candidatura tras ejercicios de debate público, donde triunfe el mejor argumento y se consolide un liderazgo.
No es para menos. A un problema de Estado que se ha prolongado a todo lo largo de este siglo se le ha pretendido dar un remedio de gobierno. Ni por error, a los partidos se les ha ocurrido diseñar, negociar y acordar una solución a la talla del problema: una política de Estado. Tal ha sido la miopía y la mezquindad política.
Mientras los gobiernos y partidos se disputan el trofeo de la ignominia. Que importa el Estado de derecho y la justicia. La paz es el bienestar en el sepulcro.
Hasta allá allegado el cinismo. El cuento ha sido el mismo y ninguno. No, anteponen sus diferencias y mandan al diablo, a quienes dicen representar que es la ciudadanía. |
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