Jorge Fco. Cabral Bravo
Con solidaridad y respeto a Ricardo Ahued Bardahuil
Como apunté en una columna previa: ingreso, educación y participación electoral son elementos que parecen afectar el voto para Morena, al igual que ocurría con el voto del PRI en el siglo pasado.
El mapa de la ciudad de México dividido el resultado de las elecciones pasadas. Una ciudad cortada de tajo por la mitad en dos hemisterios, oriente y poniente, morenistas y opositores, izquierda y derecha, ricos y pobres, tepache, pulque y champán, Alemania del este y del oeste, los que pagan impuestos y los que reciben subsidios.
Los memes y chistes malos que dominaron la discusión pública a propósito de esta división territorial, algunos de ellos que rozaban o incurrían de lleno en un despreciable clasismo, son desde luego demasiado tontos y superficiales como para ser tomados en serio. Pero más allá de eso, hay mucho en este fenómeno electoral que hay que tratar de entender para tener una mejor idea de qué fue lo que pasó en las pasadas elecciones, cuáles fueron las motivaciones de los electores y en general el porqué de esta inédita división territorial.
Debemos tomar en cuenta que un mapa puede ser una mala o buena fuente de información. Incluso la exactitud puede ser engañosa, como el desmesurado mapa de Suárez Miranda, descrito por Borges que era del tamaño exacto del país, y por lo tanto inservible.
Alejandro Moreno advirtió hace poco, comparando a las encuestas con mapas en movimiento, que las descripciones de fenómenos sociales están en permanente proceso de transformación. "A las encuestas se les vale comparar con una fotografía del momento; yo las veo como mapas en movimiento. Son la cartografía social de algo que está en continuo cambio, nosotros". Encasillar a los votantes de ambos lados de la ciudad por el resultado de esta elección en categorías de clase, no ayuda a entender los cambios que se han presentado en las presencias electorales a lo largo del tiempo, ni a comprender las dinámicas que pueden producir cambios en el futuro.
Georgina Jiménez realizó un análisis preliminar sobre lo que ocurrió en las elecciones pasadas y que no se detiene en los aspectos llamativos de la división territorial- electoral este-oeste de la Ciudad de México. Animal Político, 19 de junio 2021).
Hay 3 hallazgos de esta investigación que encuentro importantes: en primer lugar, las secciones electorales que perdieron en 2021 los partidos que apoyaron al presidente en comparación con 2018, fueron aquellas con mayor poder adquisitivo; segundo, los diputados de Morena perdieron 97% de las secciones electorales con más de 12 años de escolaridad promedio. Es decir, a mayor escolaridad, menos votos para Morena. En tercer lugar, hay una fuerte correlación entre las secciones con mayor participación electoral y el voto por la oposición: a mayor participación,
menos votos para Morena. Este último dato coincide con la encuesta preelectoral de El Financiero, en la que se aprecia que los posibles electores que apoyaban al PAN y el PRI lucían más incentivados a salir a votar qué los simpatizantes de Morena.
Ingreso, educación y participación electoral son elementos que parecen afectar el voto para Morena, al igual que ocurría con el voto del PRI en el siglo pasado.
Una clase media educada y motivada para ejercer su voto de castigo, marcó la diferencia para la Ciudad de México entre las elecciones de 2018 y 2021.
Entender lo que ocurrió en la Ciudad de México en estas elecciones es importante para desbancar mitos que simplifican una realidad que es muy compleja y que no caben en una explicación meramente territorial.
Será relevante ahondar en el análisis de los datos para conocer con mayor cuidado lo que ocurrió en esta elección y las razones por las cuales el fenómeno electoral que fue Morena en 2018, al menos en el caso de la Ciudad de México, se desinfló de tal forma entonces sólo tres años.
Dicen sabiamente que hay que elegir las batallas y pelear sólo aquellas que podemos ganar.
Cambiando de página, permítame comentarle lo siguiente: La pobreza es un flagelo, realidad que cuestiona humanismo y solidaridad.
Es un círculo vicioso que convive con adicciones, con frustraciones, con salud mental, con discriminación y con violencia. Hay diferentes tipos y grados de pobreza.
En México CONEVAL la mide, conforme criterios elaborados por especialistas, según el tipo de carencias. Ha existido por siglos, sus causas son múltiples, guerras, malas cosechas, plagas, la falta de acceso a la educación, a servicios de salud, a vivienda digna, acceso al agua potable, a la electricidad, a la nutrición adecuada, en fin, factores diversos que acentúan según grupos y regiones.
La pobreza es más rural que urbana, pero ambas son contrarias al desarrollo de la persona. La sufren más las mujeres porque deben resolver cuidados sin recursos suficientes, y por casos de violencia y abusos.
La pobreza extrema, al grado de la indigencia, es donde no hay acceso ni a la canasta básica de alimentos, o a los servicios mínimos de bienestar. La pobreza según el Nobel Amartya Sen es la falta de capacidad para producir o realizar un potencial productivo. Es pues incompatible con una sociedad igualitaria.
Sucede que en 2018 CONEVAL estimó que 52 millones de mexicanos vivían en pobreza. Para 2021 se sumaron 9.8 millones más de mexicanos a la línea de pobreza. Esto es una tragedia humanitaria. Incrementa vulnerabilidad de familias, deserción escolar, no se diga de la falta de servicios médicos y medicamentos, pérdida de empleo, aumento de economía informal, incremento de índices delictivos, baja nutricional, inflación, entre otros aspectos.
Combatir la pobreza requiere de una política social que rompa círculos viciosos.
Apoyar alimentación adecuada, premiar con becas a los mejores estudiantes de bajos ingresos, abrir opciones de salud, preventiva y de atención, con medicamentos, a sectores más amplios de la población, mejorar cuidado de niños, de madres trabajadoras, de ancianos enfermos o incapacitados, de proteger a niños y mujeres de violencia doméstica, bajar índices de adicciones. En fin, crear condiciones y oportunidades para que las personas puedan desarrollar sus capacidades y ser productivos, útiles y capaces de decidir su destino.
Este enfoque prevaleció en el sexenio salinista con Luis Donaldo Colosio, romper la pobreza mediante proyectos pequeños, productivos, en el campo, en las ciudades, apoyar a las mujeres en los cuidados de familia, capacitar para el trabajo a quienes no tenían habilidades, mejorar posibilidades de emprender pequeñas empresas comunitarias para producir bienes y servicios. Dar becas a estudiantes hombres y mujeres, destacados, apoyar intercambio científico y tecnológico, estudios en el extranjero. Después vinieron más reformas como el Seguro Popular, los comedores comunitarios, las guarderías en colonias, los refugios para mujeres violentadas y empezó a bajar el índice de pobreza. Personas que no tenían perspectivas a futuro encontraron un oficio, un proyecto, para ayudarse en forma solidaria en las comunidades.
Hoy, la política social ha cambiado. Hoy el presidente destina cerca de 176 mil millones de pesos para ayudar a grupos vulnerables, sean ninis, madres solteras, jóvenes trabajando por el futuro, adultos mayores, becas a algunos estudiantes.
Lo hacen en forma generalizada hasta donde alcancen los recursos. Quien recibe no tiene ningún compromiso para educarse, cuidar la salud, ser emprendedor, capacitarse, es decir, son subsidios generalizados. Esta universalidad hace más costosos los programas y menos efectivos en superar la pobreza.
Cerró varios programas como refugios y guarderías. Los apoyos médicos, psicológicos, legales, de capacitación y trabajo, desaparecieron. Las madres deben abandonar solos a sus hijos, o encargarlos con personas que pueden abusar los con impunidad.
Cuando El Ejecutivo Federal dice que la 4T si la entienden los pobres, porque por primera vez reciben algo del gobierno, refiriéndose a los apoyos, hace evidente su populismo. No se trata de romper círculos de pobreza y sus causas.
Se busca la adhesión a un movimiento político electoral que lo mantenga en el poder y aumente su popularidad.
Y funciona, porque como es gratis, esperar el apoyo en lugar de buscar actividades productivas es más fácil.
El pobre seguirá en la pobreza. Se come el pescado aprende a pescar.
El ritmo de gasto en estos apoyos es geométrico, además al aumentar el número de pobres, aumentan demandas. |
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